No sab¨¦is lo que os hab¨¦is perdido
Una de las obsesiones de Federer cuando se convirti¨® en estrella fue empezar a vestir bien. Federer no lo sab¨ªa entonces, pero entre sus fans hab¨ªa una mujer fascinada por su juego: Anna Wintour
Martes
Alejandro Ciriza entrevista a Nadal y le pregunta por su encuentro con el ministro M¨¤xim Huerta: ¡°Al final son dos minutos los que est¨¢s ah¨ª, te haces la foto, saludas y ya est¨¢¡±.
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Una de las obsesiones de Federer cuando se convirti¨® en estrella fue empezar a vestir bien. ¡°Era un provinciano suizo¡±, cuenta en el libro Sin Red el periodista Sebastian Fest. Federer no lo sab¨ªa entonces, pero entre sus fans hab¨ªa una mujer fascinada por su juego: Anna Wintour. De la legendaria directora de Vogue siempre he admirado una f¨¦rrea disciplina horaria que incluye estar en pie a las cinco de la ma?ana y jugar al tenis durante una hora a las seis menos cuarto (una periodista de The Guardian, Jess Cartner-Morley, quiso imitarla y casi se vuelve loca: no entend¨ªa por qu¨¦ Wintour hac¨ªa todas esas cosas sin dejar de estar perfecta). Wintour, que escribi¨® en publicaciones de tenis sobre su relaci¨®n con Federer, le present¨® a celebridades y lo visti¨® como a un dios. La prensa m¨¢s aburrida lleg¨® a sopesar un romance (s¨®lo hay algo peor que un gobernante aburrido: un peri¨®dico). Uno se imagina a Federer escuchando atentamente los delicados consejos de Wintour para empezar a vestirse de forma elegante como Camps escuchaba las ense?anzas de El Bigotes adquiridas en sus a?os en los plat¨®s de Antena 3 en los a?os noventa, aquella belle epoque. Un d¨ªa le preguntaron a Federer por Wintour y el suizo contest¨®: ¡°Todo empez¨® cuando no sab¨ªa qu¨¦ ponerme para ir a una fiesta. De ella aprend¨ª que un traje oscuro es mejor para la noche. Siempre recuerdo ese consejo¡±. Tampoco hace falta levantarse a las cinco de la ma?ana para esto, la verdad.
Mi¨¦rcoles
Hoy, hace exactamente cuatro a?os, no consegu¨ªa dormir en un hotel de Salvador de Bah¨ªa. En realidad no consegu¨ª dormir nunca por la noche en Brasil: como le pas¨® a la selecci¨®n espa?ola, yo tampoco super¨¦ el jet-lag. Pero entonces, a los pocos d¨ªas de llegar, a¨²n trataba de combatirlo. Me met¨ªa en cama, pasaba una hora y me levantaba enfurecido a caminar por los pasillos del hotel, descalzo y en ba?ador. Sal¨ª de esa guisa en tres o cuatro ocasiones hasta que me cans¨¦ y me vest¨ª para bajar a desayunar. Tanto fue el c¨¢ntaro a la fuente que, cuando se abrieron las puertas del ascensor, apareci¨® dentro Fernando Hierro. La noche anterior Holanda hab¨ªa ganado a Espa?a 1-5, Hierro ten¨ªa mala cara y yo insomnio: con esa sinopsis, HBO hace dos temporadas antes de que el ascensor llegue al vest¨ªbulo. Inici¨¦ un vaga charla por si le animaba saber que era espa?ol, pero musit¨® algo indescifrable, casi un ultrasonido. Ya en el comedor tuvimos un corto intercambio de pareceres sobre el partido del d¨ªa anterior. ¡°Empezar as¨ª es malo¡±, dijo, y me imagin¨¦ a Camacho asintiendo en alguna parte, apuntando la frase y rodeando con un circulito la palabra ¡°malo¡±. ¡°No es bueno¡±, apunt¨¦. ¡°Es una derrota dura¡±, se anim¨®. ¡°?Los chicos remontar¨¢n?¡±, pregunt¨¦ (cuando hablo de f¨²tbol con profesionales siempre digo ¡°chicos¡± o ¡°muchachos¡±). ¡°Nos levantaremos, tengo confianza¡±, dijo. Luego cogi¨® su bolsito y se subi¨® al autob¨²s de un patrocinador, y yo esa ma?ana dorm¨ª como un bendito, pues Hierro a m¨ª siempre me ha dado una seguridad tremenda. No s¨¦ en relaci¨®n a qu¨¦, pero eso es lo de menos.
Jueves
Por la noche salgo sin querer. A estas edades ya no conozco a nadie que salga queriendo. A veces tenemos tantas ganas de no salir que quedamos por la noche para presumir de lo mucho que hemos sentado la cabeza. Yo si pongo el despertador a las siete de la ma?ana, cosa que suele ser habitual, estoy tan orgulloso de m¨ª mismo que tengo la necesidad de irme corriendo al Toni a cantarlo al piano. Es casi imposible, entre semana, encontrarse a alguien de mi edad a las cinco de la ma?ana que no te cuente, entre el orgullo y el desconcierto, que tiene que levantarse en breve. Me gusta pensar que Anna Wintour hace lo mismo. Que es como mis amigos, un pu?ado de resistentes tratando de convencerse de que al terminar la cena se ir¨¢n para casa mientras piensan que pobre del que lo intente.
Viernes
Otra de Mecnken en De la felicidad: ¡°Un hombre civilizado puede abrazar el patriotismo en ¨¦pocas de duelo y borrasca, cuando el pa¨ªs flaquea y se duele (¡) Cuando su entorno sea seguro, feliz y pr¨®spero, el patriotismo s¨®lo podr¨¢ suscitar su odio. Las cosas que hacen que los pa¨ªses sean seguros, felices y pr¨®speros son al mismo tiempo intr¨ªnsicamente corruptas y repugnantes. A un hombre civilizado, amar a su pa¨ªs en los buenos tiempos le resulta casi tan imposible como respetar a un pol¨ªtico¡±.
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Yo tambi¨¦n aspiro a suicidarme alg¨²n d¨ªa conmovido por los males que padece mi querida patria. El ¨²ltimo pr¨ªncipe que hizo esto fue uno que apareci¨® en ?Hola! hace varios a?os entre los cojines de un sal¨®n fastuoso repleto de l¨¢mparas colgantes y pieles de tigre echadas por el suelo anunciando su depresi¨®n mientras dec¨ªa que sopesaba el suicidio. Le¨ª aquel reportaje alucinado, porque al fin y al cabo mi educaci¨®n literaria, y casi dir¨ªa corporal, pertenece a esa revista en la que los ricos hist¨®ricamente han ense?ado sus dorados palacios alegando amores, divorcios, bautizos o, llanamente, su ¡°gran momento¡±. Expresan su estado de ¨¢nimo ense?ando dormitorios. Es como si yo un d¨ªa decido "rehacer mi vida" y convoco a la prensa para que saque fotos a la grifer¨ªa del ba?o mientras explico los detalles del dise?o. "?Es usted fontanero?". "No, s¨®lo tengo ganas de volver a enamorarme". "?De una fontanera?". "D¨¦jeme vivir, por favor, s¨®lo quiero ense?arle mi piso". Lo que nunca hab¨ªa visto, como vi en el ?Hola!, es a alguien echado en un sof¨¢ de medio mill¨®n de euros con pinta de ponerse a fumar en cachimba diciendo que no tiene ganas de vivir y que el ¨²nico dilema filos¨®fico de nuestro tiempo, como dej¨® dicho Camus, es matarse o no.
S¨¢bado
Este di¨¢logo, entre Pablo Ordaz y Giuseppe Ferraro en 2014, dentro del reportaje de Ordaz sobre la Gomorra real, Scampia.
¡ªAh, y otras dos cosas antes de que vaya a Scampia.
¡ªD¨ªgame, profesor.
¡ªLa primera es que debe tener en cuenta que en esta ciudad solo existe el presente. El pasado es presente e incluso la muerte est¨¢ incluida en el presente. Cuando el N¨¢poles venci¨® el segundo scudetto [el campeonato de liga 1989-1990, con Maradona de capit¨¢n], los muchachos fueron al cementerio y colgaron una pancarta: ¡°Queridos abuelos, no sab¨¦is lo que os hab¨¦is perdido¡±. Al d¨ªa siguiente, apareci¨® otra pancarta en el mismo lugar que respond¨ªa: ¡°?Qui¨¦n os lo ha dicho¡?¡±. No lo olvide, esta ciudad est¨¢ siempre al l¨ªmite de su propia locura.
¡ª?Y la segunda cosa que no debo olvidar?
¡ªEl hecho terrible de que N¨¢poles es una ciudad bella. Demasiado bella. Y ya dijo Rilke en una de sus eleg¨ªas que ¡°la belleza no es si no el principio de lo terrible¡±. La belleza genera violencia.
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Salvatore Conte, un capo de la serie, fuma un cigarro electr¨®nico. "Bien hecho, hay que cuidar la salud", le dicen. ¡°La salud me importa una mierda¡±, responde. ¡°Todos los a?os dejo algo que me gusta mucho para demostrarme que puedo vivir sin ello. As¨ª nunca tengo miedo de que me quiten nada¡±. Tiene unos 40 a?os y ya no bebe, no fuma y no folla, por citar tres placeres famosos. A lo que tuvo que renunciar el resto de a?os ni me lo imagino; hasta Jes¨²s se plant¨® antes.
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Hab¨ªa un cura que en una misa, para poner un ejemplo, dec¨ªa: ¡°Dios, sin ir m¨¢s lejos¡¡±.
Domingo
Un provinciano suizo, por ejemplo, lo que hace es ir con su pareja al Retiro a pasar la tarde, meterse en unos jardines, quedarse en ropa interior de colores (siempre despista m¨¢s) y leer un libro hasta dormirse. Permanecer all¨ª, ajeno a miradas de espanto, hasta que lo despierta un polic¨ªa local con casco y en bicicleta y le dice que la zona para tirarse es otra, que en esos jardines est¨¢ prohibido porque vete t¨² a saber si est¨¢n protegidos o qu¨¦. Mientras recoge y se va, piensa en las extra?as formas de presentarse que tiene la decadencia: hace quince a?os con un coche de la secreta por comprar hierba y ahora con bicicleta por tirarse encima de ella.
Lunes
"Est¨¢s en una ceremonia oficial, comp¨®rtate. Puedes hacer el imb¨¦cil pero hoy hay que cantar la Marsellesa y el Canto de los Partisanos. Me llamas se?or presidente de la Rep¨²blica o se?or, ?vale?", le dice Macron a un chico que le salud¨®: "?Qu¨¦ pasa, Manu?". "No me toques", le dijo un ciudadano a Sarkozy en 2008, cuando el presidente apretaba las manos del pueblo. "Pues p¨ªrate, pobre gilipollas", respondi¨® Sarkozy. La fascinante relaci¨®n entre los presidentes franceses y sus gobernados a veces gilipollas, a veces racaille, a veces imb¨¦ciles. Antes de gobernarlos los adjetivan.
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He sabido de la genialidad del entrenador de Corea del Sur, que ha puesto a entrenar a sus jugadores con los dorsales cambiados porque todo el mundo sabe, dice, que a los occidentales les parecen todos los asi¨¢ticos iguales. Pero su estrategia no supera a la del Mu?eco Gallardo, entrenador de River, que despu¨¦s de ganarle una final a Boca dijo que hab¨ªa estado jugando mal adrede dos meses para despistar. Como yo en la vida, pero sin saber cu¨¢ndo es la final.
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