Despu¨¦s de Rajoy, ?qu¨¦?
?C¨®mo los dos iconos m¨¢s genuinos del rajoyismo, escoltas permanentes del presidente, pueden, de pronto, simbolizar la renovaci¨®n del partido?
Rajoy ha hecho coincidir su retorno al ejercicio profesional como registrador de la propiedad con el cierre de la presentaci¨®n de candidaturas para sucederle al frente del PP. Ha querido dejar claro que su carrera pol¨ªtica ha terminado y que el futuro del partido es tarea de otros. Su paso de presidente a ciudadano ha sido tan fulminante como la moci¨®n de censura que lo tumb¨®. Y quien ocupe su puesto no sentir¨¢ la insidiosa presi¨®n de su antecesor que ¨¦l tuvo que soportar. Quien llegue no le deber¨¢ el cargo ni deber¨¢ matar al padre, porque Rajoy, incontestada autoridad del partido hasta el d¨ªa 31 de mayo, no ha se?alado sucesor. Algunos se lo reprochan. El PP no est¨¢ acostumbrado a que las querellas de familia se diriman en el espacio p¨²blico. Pero quiz¨¢s Rajoy intu¨ªa lo que el repentino cambio de clima generado por la aparici¨®n del nuevo Ejecutivo ha confirmado: que el PP se hab¨ªa convertido en un nubarr¨®n asfixiante hasta el punto que su salida del Gobierno produjo un espejismo: escamp¨® y volvi¨® el sol.
Los partidos son estructuras muy cerradas y desde dentro cuesta prevenir los naufragios y sobre todo entender que nadie es imprescindible. Al PP le han tumbado la corrupci¨®n y la cuesti¨®n catalana. Si algo ha quedado claro es que necesita una renovaci¨®n a fondo: por la carga de responsabilidades no asumidas por parte de quienes han estado al frente estos a?os; por el oscurantismo organizativo; por el miedo a la pol¨ªtica; por la p¨¦rdida de perfil ideol¨®gico a partir de un liderazgo encadenado al sentido com¨²n y la previsibilidad; por el hermetismo y por el autoritarismo que transmite. Por eso es decepcionante que Dolores de Cospedal y Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa hayan saltado a la arena para competir por la presidencia poniendo sobre el escenario una lucha soterrada entre ellas que deber¨ªa pertenecer al pasado.
?C¨®mo los dos iconos m¨¢s genuinos del rajoyismo, escoltas permanentes del presidente, pueden, de pronto, simbolizar la renovaci¨®n del partido? Con ellas, Rajoy aplic¨® la lecci¨®n primera del poder: dar toda la confianza a dos personas, a sabiendas de los recelos que generaba, para que ninguna de los dos creyera que todo el poder era suyo. ?Piensan realmente que lo que el PP necesita es una prolongaci¨®n del rajoyismo? La militancia del PP es un misterio porque no hay h¨¢bito de consultarla. Pero mirando a otros partidos aqu¨ª y fuera de aqu¨ª, ¨²ltimamente las bases y los aparatos de partido han entrado en manifiesta disonancia. El alejamiento de Rajoy parec¨ªa una oportunidad para el PP de tomarse la renovaci¨®n en serio, pero, despu¨¦s de tantos a?os de sumisi¨®n, donde deber¨ªa vislumbrarse un relevo atrevido predominan los tics del pasado y la confusi¨®n. Probablemente es la cultura de un partido montado sobre la verticalidad jer¨¢rquica y la servidumbre voluntaria.
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