Viaje al Parnaso
¡°?Qu¨¦ error, qu¨¦ inmenso error!¡±, pens¨¦, cuando o¨ª en la tele que Pedro S¨¢nchez me hab¨ªa ofrecido el Ministerio de Cultura.
ESTABA YO tan contento con el cambio de Gobierno cuando o¨ª en la tele que Pedro S¨¢nchez me hab¨ªa ofrecido el Ministerio de Cultura. ¡°?Qu¨¦ error, qu¨¦ inmenso error!¡±, pens¨¦, ech¨¢ndome las manos a la cabeza. ¡°Pero ?c¨®mo se le ocurre a este hombre semejante disparate! ?Acaso no sabe que un sujeto como yo representar¨ªa una seria amenaza para este pa¨ªs incluso como bedel de un ministerio? ?Ni siquiera sabe que soy un marxista radical, l¨ªnea Groucho, y que jam¨¢s aceptar¨ªa ser miembro de un club que me admitiese como socio? ?Dios santo, qu¨¦ poco dura la alegr¨ªa en la casa del pobre!¡±. Todo esto pensaba hasta que de golpe record¨¦, con un alivio indescriptible, que ni S¨¢nchez me hab¨ªa ofrecido un ministerio ni, como dijo tambi¨¦n la tele, yo lo hab¨ªa rechazado.
Si Cervantes no hubiera sido en su juventud un loco capaz de morir por sus ideales, en su vejez nunca hubiera podido escribir el Quijote
Contento otra vez, me fui a Atenas, invitado por el Festival Lea y por mi amigo H¨¦ctor Abad Faciolince, a quien muchos conocer¨¢n como autor de El olvido que seremos, donde narra su relaci¨®n con su padre, un m¨¦dico asesinado en 1987 por paramilitares colombianos. En el avi¨®n leo un libro sobre otro atentado terrorista escrito por otro amigo, ¨¦ste franc¨¦s: se titula Le lambeau y en ¨¦l Philippe Lan?on narra c¨®mo sobrevivi¨® al ataque islamista contra Charlie Hebdo, en 2015. Apenas empiezo a leer, compruebo con asombro que Lan?on menciona a H¨¦ctor Abad, recuerda que la ma?ana del atentado ¨¦l cargaba con una bolsa que Abad le regal¨® en Medell¨ªn, habla de El olvido que seremos y de un relato no inferior a ¨¦ste, Un poema en el bolsillo, en el que Abad indaga si un poema de Borges que su padre ley¨® por la radio minutos antes de ser asesinado (cuyo primer verso reza: ¡°Ya somos el olvido que seremos¡±) era o no de Borges. Al d¨ªa siguiente, con el periodista Xavi Ay¨¦n y con su mujer, H¨¦ctor y yo viajamos a Delfos, donde las pitonisas del templo de Apolo, al pie del monte Parnaso, predijeron durante siglos el porvenir de reyes y guerreros, y luego a Lepanto, donde se vivi¨® ¡°la m¨¢s alta ocasi¨®n que vieron los siglos¡±, como Cervantes llam¨® a aquella batalla en el Quijote para defenderse de las maldades de Alonso Fern¨¢ndez de Avellaneda, seud¨®nimo del autor del Quijote ap¨®crifo. Seg¨²n Mart¨ªn de Riquer, Avellaneda era un tal Jer¨®nimo de Pasamonte, y, de camino hacia Lepanto, Ay¨¦n nos revela que su segundo apellido es Pasamonte y que desciende del enemigo de Cervantes. ¡°Si alg¨²n d¨ªa cuento este viaje¡±, me digo, ¡°nadie me creer¨¢¡±. Lepanto resulta ser un pueblecito marinero con una fortaleza y una estatua de Cervantes que en realidad representa a don Quijote. Frente a sus costas tuvo lugar el combate, el 7 de octubre de 1571. Aquel d¨ªa Cervantes ten¨ªa tanta fiebre que sus mandos le pidieron que se quedara en la bodega de su nave, porque no estaba en condiciones de luchar; Cervantes, reci¨¦n cumplidos 24 a?os, se neg¨® en redondo: seg¨²n varios testimonios, aleg¨®, ¡°muy enojado¡±, que ¡°m¨¢s quer¨ªa morir peleando que no meterse bajo cubierta¡± y pidi¨® a su capit¨¢n que le ¡°pusiese en la parte y lugar que fuese m¨¢s peligrosa y que all¨ª estar¨ªa y morir¨ªa peleando¡±. ?Qu¨¦ loco!, se dir¨¢. ?A punto estuvo ese insensato de inmolarse en aquella carnicer¨ªa y de privarnos no s¨®lo de la mejor novela jam¨¢s escrita, sino de la novela moderna, lo que hubiera hecho de este mundo un lugar mucho peor! Es verdad. Pero tambi¨¦n es verdad que, si Cervantes no hubiera sido en su juventud un loco capaz de morir por sus ideales, en su vejez nunca hubiera podido escribir el Quijote: al fin y al cabo, una de las cosas que dice ese libro infinito es que un hombre siempre tiene que estar dispuesto a jug¨¢rselo todo por las cosas en las que cree, aunque haga el m¨¢s absoluto de los rid¨ªculos, aunque el mundo entero se r¨ªa de ¨¦l tanto como seguimos ri¨¦ndonos de don Quijote.
Aconsejado por Abad, en el vuelo de regreso a Barcelona leo Padre, un libro de Juan Vicente Piqueras con el que me r¨ªo y lloro casi tanto como leyendo a Cervantes, y en el que hay un poema titulado RTVE donde el poeta cuenta que su abuelo y su padre, campesinos humildes, destrozaban televisores a bastonazos porque dec¨ªan que la tele no contaba m¨¢s que mentiras. Es lo que hubiera hecho don Quijote.?
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