CIS e incompatibilidad
Debilitar las instituciones es un c¨ªrculo sin salida
El nombramiento de un miembro de la comisi¨®n ejecutiva del Partido Socialista para dirigir el Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas (CIS) podr¨ªa no ser objeto de objeciones de fondo si, nada m¨¢s producirse la designaci¨®n, el interesado hubiera abandonado los cargos donde desarrolla funciones similares a las que tendr¨¢ al frente del organismo p¨²blico. Las razones que exigen establecer esa clara distinci¨®n en el caso del CIS, un instituto cuyos estudios demosc¨®picos son relevantes para las estrategias electorales de todos los partidos, no tienen que ver con la competencia ni el rigor personal de su titular, sino con la concepci¨®n de las relaciones que deben regir entre las estructuras pol¨ªticas que suministran los cuadros a un Estado democr¨¢tico y las instituciones cuya independencia es una exigencia imprescindible del servicio p¨²blico que prestan.
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El ¨¦xito de la moci¨®n de censura contra el Gobierno de un partido condenado por corrupci¨®n puso en manos del presidente S¨¢nchez una oportunidad y una responsabilidad seguramente ¨²nicas de acabar con los usos pol¨ªticos que, llevados al extremo por el anterior Ejecutivo, han terminado por perjudicar al sistema constitucional. Las tentativas iniciales de nombrar un nuevo presidente y un nuevo Consejo para la radio y la televisi¨®n p¨²blicas fueron un error, como reconoci¨® la propia vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo. El nombramiento al frente del CIS podr¨ªa ser la segunda equivocaci¨®n si tanto el Partido Socialista como el Gobierno convalidan la situaci¨®n creada. Con el agravante de que, aunque el nuevo director del centro abandonase ahora sus funciones en la ejecutiva socialista, existir¨ªa un da?o pol¨ªtico ya hecho, en el sentido de que se habr¨ªa sugerido a los ciudadanos que la p¨¦rdida del sentido institucional es un c¨ªrculo sin salida.
Evitar que ese c¨ªrculo se perpet¨²e es una tarea que corresponde al actual Ejecutivo en virtud de argumentos que nada tienen que ver con una supuesta superioridad moral, sino con el hecho rigurosamente pol¨ªtico de que su llegada a La Moncloa se debe a una moci¨®n de censura contra un Gobierno que, adem¨¢s de sustentarse en un partido condenado por corrupci¨®n, manipul¨® las instituciones para posponer o evitar esa condena.
Gestionar las consecuencias pol¨ªticas de la ¨²nica moci¨®n de censura que ha prosperado bajo la Constituci¨®n del 78 es el inequ¨ªvoco mandato que obtuvo S¨¢nchez del Parlamento, y entre esas consecuencias ocupa un lugar destacado desmentir las sospechas que han sobrevolado las instituciones democr¨¢ticas. Es una tarea que en estos momentos le corresponde sobre todo a ¨¦l y a su Gobierno, porque, entre los grupos mayoritarios, el PP fue responsable del desprestigio que padece, Ciudadanos antepuso sus intereses electorales a la impostergable exigencia de desalojar del poder a un partido condenado, y Podemos ha dado muestras de que su denuncia de la ocupaci¨®n del Estado por el Partido Popular s¨®lo respond¨ªa a que no era ¨¦l quien lo ocupaba. Alg¨²n partido tiene que empezar a actuar con las instituciones de otra manera, y la responsabilidad le corresponde hoy al que sustenta al nuevo Gobierno.
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