Victoria Cirlot: ¡°Nadie quer¨ªa conquistar el grial, eso es cosa de Spielberg¡±
Espadas rotas y caballeros andantes, leyenda y b¨²squeda del c¨¢liz sagrado, violencia y c¨®digos de honor¡ El mundo art¨²rico y su contexto, la Edad Media, son disciplinas que controla al detalle la fil¨®loga, profesora y escritora barcelonesa. En su nuevo libro, ¡®Luces del grial¡¯, Victoria Cirlot regresa al m¨ªtico objeto que, en forma de copa, persiguieron con parecida obsesi¨®n desde Perceval el Galo hasta Steven Spielberg, pasando por Wagner, Dan Brown y Peter Berling.
EL PERIODISTA LLEGA como Belinant de las Islas, caballero al servicio de Galahot, defensor del puente de Norgales, prisionero de Galv¨¢n y miembro de la redonda mesnada de Arturo, a casa de la hermosa y enigm¨¢tica Dama del Grial, que le recibe cort¨¦smente. Es imposible no entrar en el universo caballeresco, en un sue?o de magia, espada y armadura, cuando visitas a Victoria Cirlot (Barcelona, 1955), catedr¨¢tica de Filolog¨ªa Rom¨¢nica en la Universidad Pompeu Fabra y gran especialista en literatura art¨²rica. Cirlot acaba de publicar Luces del grial (Alpha Decay), su ¨²ltima aproximaci¨®n, de momento, a las leyendas medievales en torno al m¨ªtico objeto que han perseguido desde Perceval y Galaad hasta Indiana Jones, pasando por Dan Brown y el recordado Peter Berling. Muy amablemente, la estudiosa, hija del poeta, cr¨ªtico de arte y compositor Juan Eduardo Cirlot (Barcelona, 1916-1973), que fuera una de las mentes m¨¢s refinadas de su tiempo, conduce hacia el sal¨®n, donde la mirada del visitante, tras conseguir apenas despegarse del rostro de la anfitriona, en el que brillan engastados unos iris de un hechizador azul turquesa, se clava en la espada de hierro que pende en la pared. Viene a la cabeza irremediablemente el famoso retrato de Juan Eduardo Cirlot bajo las siete hojas que le hizo Francesc Catal¨¤-Roca en 1954 y a la vez aquellos versos de su poema Bronwyn ¡°Yo busco una flor de cristal inaccesible / d¨¢mela con tus ojos desde el lago / donde blanca apareces¡±. ¡°No es una de aquellas de mi padre, la espada¡±, dice Victoria Cirlot sacando al visitante del ensimismamiento. ¡°Aquellas eran del siglo XVI, de lazo; se las vendi¨® para comprar otras medievales¡±. Medieval es esta de la pared, que se yergue colgada vertical como si la levantara la mano fe¨¦rica de la Dama del Lago. La escritora, que pasa los dedos sobre la hoja revelando un anillo verde de jade, muestra otras sobre un escritorio, y dos hachas carolingias y unos bellos pomos. ?Menudo torneo se podr¨ªa montar aqu¨ª! Una de las espadas est¨¢ rota y remite precisamente al ¨²ltimo cap¨ªtulo de Luces del grial, en el que Victoria Cirlot analiza ese poderoso simbolismo de la espada partida.
No se acordar¨¢, pero hace m¨¢s de 20 a?os quedamos como ahora para hablar de dragones. Me acuerdo perfectamente. Uno no se olvida de los dragones.
Al pensar en el grial y en la materia art¨²rica, viene inmediatamente a la cabeza la pel¨ªcula de John Boorman Excalibur. Es una gran pel¨ªcula, de inmensa imaginaci¨®n. Con algunas de las im¨¢genes m¨¢s hermosas del ciclo art¨²rico, como la del lanzamiento de la espada al lago en el majestuoso final. Iban muy ayudadas por la m¨²sica de Wagner, claro, como la Marcha f¨²nebre de Sigfrido en ese caso. Wagner me gusta mucho, sab¨ªa lo que hac¨ªa, lo hab¨ªa le¨ªdo todo del material art¨²rico. Su actualizaci¨®n de los mitos es extraordinaria, conoc¨ªa perfectamente los textos medievales, lo notas, su obra es un verdadero palimpsesto en el que reconoces las fuentes.
¡°La novela art¨²rica no es solo literatura y evasi¨®n, es tambi¨¦n did¨¢ctica y un arte de vivir¡±, sostiene la fil¨®loga y autora
del libro ¡®Luces del grial¡¯
Hay otra escena en Excalibur, la de Perceval (el Perzival de Von Eschenbach y el Parsifal de Wagner) derrotado, fracasado, colgado del ¨¢rbol de los caballeros muertos que entrechocan sus armaduras y espuelas, mientras una voz sobrenatural le pregunta: ¡°?Qu¨¦ es el grial?¡±. Una escena muy conmovedora. Bormann supo explicar muy bien que es la queste, la b¨²squeda. La errancia en pos del objeto sagrado, la misi¨®n. La traves¨ªa del desierto espiritual. ?Cu¨¢ntas noches oscuras, cu¨¢nta soledad profunda se requiere para esa b¨²squeda!
Est¨¢ tambi¨¦n, siguiendo con el cine, el maravilloso Lancelot du Lac, de Robert Bresson. Es la otra gran pel¨ªcula art¨²rica, bell¨ªsima. Bresson muestra una verdadera pasi¨®n por la materia. Su capacidad de filmar las armaduras es prodigiosa. Esa atenci¨®n es relevante porque las armaduras son muy importantes en el ciclo. Y est¨¢ tambi¨¦n otra pel¨ªcula, Perceval le gallois, de ?ric Rohmer, basada asimismo en Chr¨¦tien de Troyes y fotografiada por N¨¦stor Almendros. Es lo contrario de Excalibur, tan ¨¦pica: la de Rohmer es una pel¨ªcula casi documentalista, con escenas y encuadres que parecen miniaturas medievales; quiere hacer visible la novela, es de una gran literalidad y veracidad.
D¨¦jeme hacer la misma pregunta que se o¨ªa, con voz profunda, en Excalibur. ?Qu¨¦ es el grial? El grial¡ No se puede contestar. No se nos dice. Es un s¨ªmbolo particularmente extraordinario. Su polivalencia es inmensa. En la Edad Media, sobre todo en el siglo XIII, se pens¨® como recept¨¢culo de la sangre de Cristo, pero ese significado no excluye muchos otros. Podr¨ªamos decir que simboliza la b¨²squeda de lo imposible. El grial es lo imposible mismo. Y lo que nos mantiene en su b¨²squeda.
Luces del grial se titula su nuevo libro, luces en plural. Hay otras luces que compiten con la del grial mismo. En el cortejo del grial hay un conflicto de luces, la luz de los candelabros, que es la de la raz¨®n, y la sobrenatural, la que procede del propio grial. Es una expresi¨®n del debate sobre la manera en que conocemos: ?por influencia divina o por la potencialidad del intelecto? Es en esencia el conflicto entre Pedro Abelardo (la fe limitada por principios racionales) y san Bernardo (la m¨ªstica).
?Qu¨¦ es todo este l¨ªo, este magma del grial, Arturo, los caballeros, la espada Excalibur, Merl¨ªn? ?Qu¨¦ extra?a tecla pulsa en nosotros? Es un gran y variado corpus, nuestro patrimonio, una extraordinaria herencia de la cultura europea. Un conjunto de mitos que algunos creemos que contienen preguntas fundamentales sobre la existencia y les dan respuesta, no a trav¨¦s de la filosof¨ªa, sino del relato, del mito. Hay que actualizar esos textos, encontrar la manera de proyectarlos en el aqu¨ª y ahora. En Luces del grial hago que sea la filosof¨ªa contempor¨¢nea, Michel Foucault o Peter Sloterdijk, la que ilumine ciertos pasajes de la literatura art¨²rica.
?En qu¨¦ nos puede ayudar hoy el ciclo art¨²rico? Parece una broma que esas historias de guerreros, hechicer¨ªas y objetos m¨¢gicos tengan un mensaje para nosotros. ?Nos responde! La novela art¨²rica no es solo literatura y evasi¨®n, es did¨¢ctica y un arte de vivir. La queste del Saint Graal parte del ciclo conocido como el Lancelot-Graal, una summa del universo art¨²rico; se ha le¨ªdo como un manual de vida cristiana, pero si se observa con atenci¨®n, como hacen Foucault y Sloterdijk, aparece como un ejercicio de cuidado de uno mismo, cura sui, t¨¦cnicas para afrontar la vida, antropot¨¦cnicas, un verdadero training de transformaci¨®n, procedimientos de ejercitaci¨®n f¨ªsicos y mentales para enfrentarse a la vida y a la muerte. Esos ejercicios destinados a la superaci¨®n y la mejora se muestran en el tema del encuentro del caballero y el ermita?o. En la figura del ermita?o, el caballero encuentra la ayuda necesaria para cuidar de s¨ª mismo y transformarse.
Es la idea de la vida como ejercicio, muy moderna. S¨ª, pero no se trata de ir al gimnasio, que tambi¨¦n. Es el cuidado de tu interior. M¨ªrate por dentro, la atenci¨®n a uno mismo. Con la muerte como punto culminante, el saber morir. Hay tambi¨¦n lecciones muy modernas en determinadas escenas de combate y paz del ciclo art¨²rico. Por ejemplo, qued¨¦ muy sorprendida al leer a Emmanuel L¨¦vinas y observar c¨®mo saca deducciones del episodio del combate entre Yvain y Gauvain en Le chevalier au lion, de Chr¨¦tien. Ah¨ª pasa algo muy raro: la lucha entre caballeros que ha de acabar con la victoria de uno finaliza con un abrazo. Ambos se reconocen, pese a que Yvain pelea de inc¨®gnito, sin emblema her¨¢ldico y dejando oculto al le¨®n que le acompa?a siempre. Extenuados, sangrando, conversan y mediante la palabra descubren que son primos hermanos. Desvelan sus rostros. El mensaje de esta aventura tiene que ver con la necesidad de sustituir el odio por el amor fundado en el reconocimiento del otro mediante la palabra. La epifan¨ªa del rostro, al alzarse los yelmos, descubre un ser humano, un semejante, en el otro. Y ya no tiene sentido seguir combatiendo.
¡°El mundo medieval?no es monol¨ªtico, creer eso es un error; al mismo tiempo?hay una reflexi¨®n sobre?la violencia y una condena¡±
?Es una lecci¨®n de humanidad, pues? Hay que preguntar sin desfigurar. Pero realmente se produce esa fusi¨®n de horizontes. Un punto de conexi¨®n entre las dos ¨¦pocas, la nuestra y la medieval.
Pero la Edad Media es la ¨¦poca de las cruzadas y su brutalidad. En el grial, en su po¨¦tica, observo una gran respuesta a la cruzada. En un momento en el que vivimos guerras espeluznantes en Oriente Pr¨®ximo, la cruzada parece una opci¨®n est¨¦ril ante la b¨²squeda del grial. Muchas obras del ciclo art¨²rico responden cr¨ªticamente a las cruzadas y su violencia propugnando que la b¨²squeda del grial es algo superior. Nos ayuda a comprender el valor de la b¨²squeda interior frente al impulso de conquista. La b¨²squeda del grial y la del santo sepulcro son empresas diferentes.
Pero en el ciclo art¨²rico hay tambi¨¦n mucha salvajada. Combates estremecedores, batallas tremebundas. Torneos en los que la lanza entra por un ojo o la espada hiende el cr¨¢neo hasta los dientes. En algunas historias hay mucha violencia y en otras nada. Era una ¨¦poca violenta. Y lees de doncellas con cabezas colgando del arz¨®n. Pero el mundo medieval no es monol¨ªtico, creer eso es un error. Al mismo tiempo hay una reflexi¨®n sobre la violencia y una condena. Chr¨¦tien medita sobre ello. A Perceval su madre le ha retirado con horror del mundo caballeresco, su padre y su hermano han muerto combatiendo. Se busca crear una distancia. La mejor imagen es la de la espada rota.
A ella dedica un cap¨ªtulo de su libro. No es la espada que se ha de soldar de las leyendas m¨¢s conocidas como prueba del h¨¦roe elegido. No, es la espada que se rompe en combate y que impide matar a un semejante. En su Parzival, Wolfram von Eschenbach relata la lucha del protagonista con el pagano Feirefiz, que resulta ser su hermanastro. Al golpearle en el yelmo, la espada de Parzival se parte, volando un trozo por los aires. Se interrumpe el combate y los dos paladines conversan revelando su parentesco y que ¡°la amistad era m¨¢s propia de ambos que el odio de sus corazones¡±.
Parece haber mucho machismo en las leyendas art¨²ricas. No lo veo as¨ª. Transpira el amor sublimado del mundo caballeresco. La mujer tiene un elevad¨ªsimo lugar en los textos del ciclo. El cantar ¨¦pico s¨ª que es masculino, pero el mundo art¨²rico, el roman, refleja una sociedad que se ha abierto a la mujer. Mire el lugar excelso de la reina Ginebra. Y hay otras mujeres extraordinarias, la Dama del Lago. Las doncellas conducen de manera muy subliminal el camino caballeresco. Son hadas o hechiceras m¨¢s tarde. Seg¨²n Jan Markal, eso viene de las diosas celtas.
Hablando de Ginebra, su historia es la de un adulterio, con Lancelot. S¨ª, es curioso c¨®mo se ha empe?ado la cultura occidental en el tema del adulterio. En realidad el adulterio es una manera de mostrar la imposibilidad del amor. En la leyenda de Trist¨¢n, el amor es morirse. Esa relaci¨®n de amor y muerte conduce hacia Wagner.
?Y no es un aspecto negativo el adulterio en la materia art¨²rica? Ciertamente le impide a Lancelot ser el que acceda al grial (lo har¨¢ su hijo Galaad, que es su perfeccionamiento). Pero es un amor que se mantiene en el deseo y perdura porque es imposible.
Vaya, pero hubo sexo entre Lancelot y Ginebra, ?no? Sale en todas las pel¨ªculas. S¨ª, s¨ª. Pero la actitud de Lancelot es la de aquel que ha entrado en la religi¨®n del amor, lleva a Ginebra en un altar, solamente ella. En el amor hay muchas posturas.
Pasemos a las espadas. Son s¨ªmbolos muy poderosos en esta materia. Siempre tienen vida y magia como tales. Las armas poseen unos atributos que personifican al caballero y lo identifican. Hay espadas que han de desaparecer con su due?o: la Durandarte de Rold¨¢n, la Excalibur que Arturo moribundo hace devolver al lago¡
Todas estas historias las han reciclado autores del g¨¦nero fant¨¢stico como Tolkien. El Se?or de los Anillos es una obra realmente maravillosa. Tolkien, fil¨®logo y especialista en literatura y lenguas medievales, sab¨ªa de lo que hablaba. Era un hombre que conoc¨ªa el Beowulf como nadie. En sus libros los mitos resuenan, claro.
En la literatura art¨²rica la mujer no busca el grial. ?Discriminaci¨®n? Pero es su portadora. Hay muchas im¨¢genes: muestran a una doncella que lleva un recep?t¨¢culo del que sale una llama. En algunos casos, la propia portadora es la que resplandece. La luz procede de la dama. Wolfram von Eschenbach introduce a la mujer de luz en el cortejo del grial. El esplendor o el folgore que emana la mujer lo retoma luego Dante, convirtiendo a la mujer, su Beatriz, en la portadora de la salvaci¨®n.
La luz de la dama, qu¨¦ hermoso. Cu¨¢ntas cosas resuenan ah¨ª. Siempre. Aparte del conocimiento, hay una comprensi¨®n esencial de las cosas, un elemento de empat¨ªa, una conexi¨®n que nada tiene que ver con la raz¨®n.
Pensaba en la Dama del Unicornio. Me gusta infinitamente. Esos tapices est¨¢n envueltos en un manto apasionante de intensidad. Si le interesa el tema, le recomiendo Spiritalis unicornis, de J¨¹rgen W. Einhorn.
¡°En la Edad Media, la mujer viv¨ªa horrorizada ante una sexualidad voraz de los varones que a menudo comportaba violaci¨®n, incluso dentro del matrimonio¡±
Siguiendo con la mujer, ?hay acoso en los relatos art¨²ricos? Hay tantas historias, situaciones, seguro que alguna referencia podr¨ªamos encontrar. En todo caso, hay que recordar que el amor cort¨¦s de los textos, feudo de la cortes¨ªa, no era la experiencia habitual de la mujer en la Edad Media. La mujer viv¨ªa horrorizada ante una sexualidad voraz de los varones que a menudo comportaba violaci¨®n, incluso dentro del matrimonio.
Este a?o nos ha dejado Peter Berling, que tanto escribi¨® sobre el grial. No me interesaba, no leo novela hist¨®rica, prefiero leer las fuentes medievales.
?l fue de los que se abonaron a la identificaci¨®n esot¨¦rica del grial con la ¡°sangre real¡±, el supuesto linaje de Cristo. Era una equivocaci¨®n, ¡°sangre real¡± por saint ?graal. Todo eso es un gran invento del siglo XX. No ha dado lugar a nada bueno. Es el ?rea 51 del grial.
Otros lo encuentran en Valencia o Le¨®n. Nunca se imagin¨® el grial como un objeto a conquistar, del que te pudieras apropiar. Es un s¨ªmbolo. La b¨²squeda culmina vi¨¦ndolo, es una experiencia visionaria. Pero nadie se planteaba conquistarlo, eso es cosa de Spielberg. Lo que no quiere decir que el mundo medieval no fuera fetichista. Eso est¨¢ ah¨ª, la copa. Sin embargo, la queste es buscarlo. Es una empresa de conocimiento. Y en buena medida de conocimiento a trav¨¦s del amor.
?A qui¨¦n? Ah, ?qui¨¦n sabe?, a Dios, a la mujer. Pero no como objeto de conquista, insisto.
?Y c¨®mo es el grial? Buena pregunta. Las miniaturas medievales muestran una gran resistencia a representarlo. Se manifiesta de distintas maneras y el c¨¢liz es solo una de ellas. Cambia de forma. Lo decisivo, lo trascendental es que te abra a la experiencia visionaria. Esos son los misterios del grial. La visi¨®n de la crucifixi¨®n es otra de las manifestaciones del grial, lo que hay que ver es el cuerpo de Cristo y no el grial propiamente dicho.
Los nazis buscaron el grial, Himmler iba loco con el tema. No es un asunto que me haya interesado, tengo un prejuicio con todo eso del esoterismo. No le he sabido ver el inter¨¦s. Un gran problema del mundo art¨²rico es la confusi¨®n entre lo simb¨®lico y lo real. Es como ir a buscar a la madre de Bambi. Eso no significa que yo no sea fetichista.
Basta con ver todas estas espadas que nos rodean, o leer el primer cap¨ªtulo de Luces del grial, en el que explica sus temblores al acariciar en la Biblioteca Nacional de Francia el manuscrito T, del siglo XIII, que contiene El cuento del Grial de Chr¨¦tien de Troyes y varias de sus continuaciones. As¨ª es, para m¨ª la Biblioteca Nacional de Francia es el Castillo del Grial. Ese es el fetichismo que necesito, no el del grial de Indiana Jones o el de Valencia.
?Le ha marcado ser hija de Juan Eduardo Cirlot? Totalmente. Buena parte de mi vida he publicado la obra de mi padre, mi identidad personal pasa por ser su hija. Pero al mismo tiempo he tratado de desarrollar mi propio ¨¢mbito, mi propia b¨²squeda. Nunca me ha afectado negativamente ser su hija.
?Recuerda el verso de Wilfred Owen ¡°Deja al chico tocar el filo de la bayoneta¡±? ?Lo hac¨ªa su padre? S¨ª, me hac¨ªa tocar las espadas. Como forma de conocimiento superior.
Victoria Cirlot se levanta y se acerca a la espada que todo el rato ha pendido a mi espalda, colgada de la pared. Nos la quedamos mirando. Pienso si arrodillarme y esperar a que la dama la coloque sobre mi cabeza y mis hombros. Qu¨¦ fr¨ªo es el acero y cu¨¢ntas historias maravillosas guarda.?
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