Defender la cooperaci¨®n al desarrollo, volver al internacionalismo
La respuesta a la actual coyuntura debe pasar por un debate sobre estrategias y mensajes alternativos
No ha sido un gran a?o para la ayuda al desarrollo. Al esc¨¢ndalo sobre abuso y comportamiento poco ¨¦tico en oeneg¨¦s como Oxfam y Save the Children le sucedi¨® una alarma p¨²blica desproporcionada atizada por los oportunistas de turno, que se aprovechan del desconocimiento popular sobre el mundo de la cooperaci¨®n, pero tambi¨¦n del resentimiento contra la superioridad moral que, a veces, puede entreverse en el lenguaje y las actitudes de los cooperantes. La crisis de confianza ha producido numerosos mea culpa y alg¨²n que otro compromiso tangible de reforma. Pero sin un cambio en la estrategia y el mensaje subyacente a la ayuda no hay ninguna garant¨ªa de que buenas intenciones y gestos, por s¨ª solos, prevengan ataques futuros.
Planeando siembre para la ¨²ltima derrota
Empecemos por lo evidente. Siempre ha habido fiesteros, adictos al riesgo y hombres despreciables en los m¨¢rgenes del sector humanitario, igual que los hay en los m¨¢rgenes de las finanzas, la industria extractiva o el comercio internacional. Sin embargo, nuestro sector lleva a?os presentando al p¨²blico una narrativa de salvaci¨®n que no puede justificar, ni conceptual ni moralmente, la existencia de estos individuos en nuestras filas. Y la respuesta al esc¨¢ndalo de Hait¨ª ha sido prometer que sencillamente expulsaremos a estos pocos indeseables.
El problema es que el recuerdo de esa promesa se habr¨¢ desvanecido para cuando el pr¨®ximo esc¨¢ndalo (real o exagerado) azote al sector. La malicia y la manipulaci¨®n son inescapables en el debate p¨²blico sobre ayuda en el siglo XXI. Y es imposible derrotar a opinadores y tergiversadores con sus propias reglas, dado que rara vez rinden cuentas a la verdad o la equidad. En lugar de pelear otra vez la ¨²ltima batalla, prepar¨¦monos para la siguiente. Contemplemos la actual crisis como una oportunidad para reflexionar sobre la pol¨ªtica y el teatro de donantes, sobre lo que lleva tiempo fallando en nuestra respuesta y sobre qu¨¦ hacer de forma diferente.
Qui¨¦n defender¨¢ la ayuda
Pertenecemos a una comunidad aislada con un peso pol¨ªtico escaso. El sistema internacional de la ayuda es una reliquia del orden liberal surgido tras la Segunda Guerra Mundial; un orden que los l¨ªderes pol¨ªticos han perpetuado y con el tiempo expandido m¨¢s por inercia, ignorancia o conveniencia, que por un compromiso claro con los valores humanitarios. Y a¨²n as¨ª seguimos buscando pol¨ªticos que nos lideren, con la esperanza de que el pr¨®ximo ministro o secretario de Estado s¨ª que crea en la ayuda. Hace apenas dos d¨¦cadas el mundo de los donantes vivi¨® una edad dorada de internacionalismo definida por ¡°las Tres Bes¡±. Blair estableci¨® la cooperaci¨®n brit¨¢nica a nivel de ministerio aut¨®nomo y le dio riendas para pensar, actuar, gastar y liderar en los desaf¨ªos m¨¢s importantes del momento. Bono dej¨® los escenarios para defender con el Papa el alivio de la deuda exterior. Y Bush sorprendi¨® al mundo en Monterrey en 2002 cuando decidi¨® expandir la cooperaci¨®n estadounidense m¨¢s que ning¨²n predecesor, trayendo su versi¨®n de ¡°conservadurismo compasivo¡± al ?frica de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
Hoy en d¨ªa el mundo de la ayuda no tiene un equivalente a ¡°las Tres Bes¡±, y muchos pensar¨¢n que estamos mejor sin ellos. No obstante, a falta de figuras equivalentes no est¨¢ claro cu¨¢nto tiempo sobrevivir¨¢ la cooperaci¨®n tal y como la conocemos. El internacionalismo ha quedado desplazado o denostado en nuestra pol¨ªtica. A¨²n quedan muchos internacionalistas, tanto en la derecha como en la izquierda. Pero est¨¢n a la defensiva, descorazonados, debilitados por la polarizaci¨®n pol¨ªtica y el populismo econ¨®mico. ?Qu¨¦ est¨¢ haciendo la comunidad de la cooperaci¨®n para ayudarles? ?Qu¨¦ est¨¢ haciendo para construir puentes con aliados improbables, como el sector corporativo o las congregaciones religiosas? ?Qu¨¦ estamos haciendo para educar y cultivar la pr¨®xima generaci¨®n de l¨ªderes y portavoces internacionalistas?
Una nueva estrategia
No creo que nuestra respuesta a la actual coyuntura pueda limitarse a seguir la misma estrategia de siempre, basada como est¨¢ en tres pilares cuestionables. La invocaci¨®n del sentimiento de culpa, que tanto sirve para recaudar donaciones, crea expectativas irreales sobre las que se construyen los episodios de rechazo popular. La retirada hacia la izquierda del espectro pol¨ªtico, aunque reconfortante, supone dejar de lado el humanitarismo religioso y el cosmopolitismo de libre comercio que apuntalaron la ¨²ltima edad dorada del internacionalismo. Y la respuesta a las cr¨ªticas con m¨¢s n¨²meros e informes choca con hallazgos en psicolog¨ªa sobre la poca influencia de los resultados estad¨ªsticos sobre las creencias personales.
Lo que toca es un debate en condiciones sobre estrategias y mensajes alternativos. Por ejemplo, podr¨ªamos usar analog¨ªas para recordar a los ciudadanos en pa¨ªses donantes del orgullo que sienten de haber superado desaf¨ªos pol¨ªticos, econ¨®micos o sociales similares a los que afrontan los receptores de la ayuda. O podr¨ªamos invitar m¨¢s comparaciones entre la gesti¨®n y transparencia de la ayuda y la de otras pol¨ªticas p¨²blicas en las que se gasta m¨¢s con menos control. Incluso podr¨ªamos intentar contribuir al debate p¨²blico transnacional sobre moral y justicia, en lugar de dejar ese espacio a figuras controvertidas como Jordan Peterson quien, a¨²n en la era de Twitter, consigue llenar teatros y salas de concierto con sus sesiones sobre responsabilidad y ¨¦tica.
En griego cl¨¢sico, ¡°krisis¡± significa ¡°decisi¨®n¡±. En lugar de compadecernos de nosotros mismos o aplicar viejas t¨¢cticas defensivas, plante¨¦monos la posibilidad de decidir una estrategia diferente, acorde a los desaf¨ªos del mundo en el que vivimos.
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