Cabalgar sobre un tigre
Endurecer su ret¨®rica no ayudar¨¢ a Torra a calmar a los m¨¢s radicales
El president de la Generalitat, Quim Torra, ha experimentado, tras su reuni¨®n en La Moncloa, la dificultad de ejercer la direcci¨®n de su Govern padeciendo la presi¨®n de asociaciones independentistas carentes de cualquier mandato democr¨¢tico, as¨ª como de grupos de encuadramiento ciudadano para los que la intimidaci¨®n es un medio pol¨ªtico leg¨ªtimo. Esa presi¨®n y ese insulto de sus correligionarios situados en el margen son el precio que tienen que pagar ahora los l¨ªderes independentistas que, como Torra, han despreciado antes los procedimientos institucionales, haciendo entrega de la legitimidad ¨²ltima de las posiciones pol¨ªticas que representan a asambleas autoconstituidas. La respuesta de Torra a las acusaciones de traici¨®n de las que ha sido objeto por parte de los sectores que lo jaleaban cuando se sumaba a algaradas como las de Tarragona o Washington ha sido endurecer el discurso, manteniendo, no obstante, las v¨ªas de acci¨®n acordadas con el Gobierno central.
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Es un error a efectos de las propias posiciones independentistas, no solo en el sentido de que endurecer la ret¨®rica no apaciguar¨¢ al tigre que el propio Torra ha venido cabalgando, sino en el de que pone en evidencia la manera autoritaria en que se ha querido imponer en Catalu?a el programa pol¨ªtico de la secesi¨®n. Es de suponer que cuando Torra afirma ahora que no renuncia a ninguna v¨ªa para alcanzar la independencia es porque le reconoce ese mismo derecho al Gobierno central para impedirlo, en estricta reciprocidad. Lo mismo que cuando reclama al Estado central una soluci¨®n democr¨¢tica para dar curso a sus exigencias de independencia es porque ¨¦l, y su Ejecutivo, ya le han ofrecido una soluci¨®n equivalente a la mayor¨ªa de catalanes que la rechaza. Incluso cuando prodiga ofensas al jefe del Estado es porque, guardando la misma proporci¨®n, ¨¦l est¨¢ dispuesto a que se desprecie al representante de la Generalitat en Ayuntamientos u organismos oficiales en Catalu?a que no compartan el credo independentista.
El progresivo desenmascaramiento de la aut¨¦ntica naturaleza de la actuaci¨®n del secesionismo al mando de la Generalitat merecer¨ªa que la oposici¨®n en el Parlamento central, en concreto el Partido Popular y Ciudadanos, actuara con mayor responsabilidad al tratar asuntos de Estado. Acusar al Gobierno de entregarse al independentismo cuando lo ¨²nico que ha hecho es utilizar frente a ¨¦l mecanismos institucionales ya establecidos, es apostar por un descarnado electoralismo que degrada el debate pol¨ªtico y lo convierte en espect¨¢culo antes que en soluci¨®n a los graves problemas acumulados durante a?os de inacci¨®n. El estridente catastrofismo sobre la unidad de la naci¨®n, desencadenado por el simple hecho de tratar a los independentistas como lo que son a su pesar, esto es, ciudadanos espa?oles con los mismos derechos y deberes que el resto, no responde a ninguna inquebrantable lealtad a la unidad de Espa?a, sino a una inseguridad profunda sobre la naturaleza democr¨¢tica de sus instituciones. Este o cualquier Gobierno puede y debe hablar con los independentistas, dentro de la ley.
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