Por educaci¨®n, B¨¢rbara
Desde mi punto de vista, lo de B¨¢rbara Rey hacia Corinna podr¨ªa formar parte del movimiento #MeToo en su versi¨®n m¨¢s rubia
La pol¨¦mica creada por el uso por parte del presidente S¨¢nchez de un avi¨®n de la Fuerza Armada para hacer coincidir un acto oficial con uno personal, la asistencia a un concierto en el Festival de Benic¨¤ssim de la banda The Killers, me recuerda una an¨¦cdota que una vez escuche a Cristina Macaya, dama insustituible de la sociedad mallorquina. Macaya hab¨ªa asistido a un di¨¢logo extraordinario en una fiesta en Suiza. Una rica heredera americana escuchaba las tribulaciones de una amiga en el viaje para llegar a la meta, aquella fiesta en Gstaad. Huelgas en el aeropuerto, colas en el embarque, una poco aseada compa?era de asiento. La se?ora Kellogg lo encajaba con cara de atenci¨®n y sorpresa. Cuando la viajera termin¨® su listado de complicaciones, la se?ora Kellogg la mir¨® con compasi¨®n. "Pero, querida, are you still flying commercial?"
Pues s¨ª, queridos, seguimos volando en turista. Nuestro presidente se ve en esta situaci¨®n por asistir al concierto de un cantante que se hizo famoso precisamente por vestir hombreras de plumas muy negras. Brandon Flowers encarn¨® ese deseo de muchos varones de poder volar, ir de la Moncloa a Benic¨¤ssim sin tocar el suelo. As¨ª me vino a la memoria mi ¨²nica experiencia en un avi¨®n privado, despu¨¦s de una grandiosa boda en Mallorca, en el avi¨®n de un empresario poderoso y con sitio a bordo.
Me sent¨¦ en los asientos que miran hacia la pista, algo que solo puedes hacer en un avi¨®n no comercial. Me entr¨® ese ligero p¨¢nico que te da cuando est¨¢s ante mucha riqueza y disimul¨¦ jugando con el cenicero del asiento. Hasta que lo saqu¨¦ de su sitio, lo desencaj¨¦. Lo primero que piensas es "esto solo me puede suceder a m¨ª". La bella y atent¨ªsima esposa del empresario fingi¨® no haberlo visto y eso me puso m¨¢s nervioso. Record¨¦ cosas que hab¨ªa escuchado sobre c¨®mo agradar a los ricos en situaciones peligrosas. Y una de ellas era la de decir, por encima de todo, la verdad. Iba a hacerlo cuando apareci¨® diligentemente el sobrecargo y con un apret¨®n de sus pulgares reintrodujo el cenicero en su sitio.
Siempre hay alguien que acude en tu ayuda. Y es por educaci¨®n, como lo que acaba de hacer B¨¢rbara Rey con Corinna zu Sayn-Wittgenstein. Casi nadie hace cosas por educaci¨®n, much¨ªsimo menos en nuestro pa¨ªs, donde nos quejamos de que reina la educaci¨®n mala. B¨¢rbara Rey, guapa de nuevo y emulando a Betty Catroux, la musa de Saint Laurent, ha ofrecido un posado en ba?ador para la revista Semana y unas declaraciones de apoyo a la princesa alemana cuya voz protagoniza las grabaciones m¨¢s importantes de los ¨²ltimos a?os.
Seg¨²n Rey lo que dice Corinna es importante, merece ser investigado y la considera valiente. Desde mi punto de vista, lo de B¨¢rbara hacia Corinna podr¨ªa formar parte del movimiento #MeToo en su versi¨®n m¨¢s rubia, es ese apoyo entre mujeres que tantas veces echamos en falta. B¨¢rbara tambi¨¦n tuvo su ¡°momento cintas¡± all¨¢ por el 96 cuando fueron sustra¨ªdos de su vivienda v¨ªdeos que al parecer ten¨ªan una importancia tremenda para el Estado. Entonces, en los a?os noventa, ¨¦ramos m¨¢s naif y no se abri¨® ninguna investigaci¨®n pero a B¨¢rbara se le fastidiaron las cintas y las cosas.
Entre las cintas de B¨¢rbara y las de Corinna hay una diferencia de 22 a?os que confirman c¨®mo la tecnolog¨ªa nos ha cambiado la vida. Las grabaciones de B¨¢rbara eran en VHS o Betamax, formatos que, igual que los dinosaurios, fueron eliminados de la faz de la tierra. La leyenda sobre las grabaciones de alto peligro de Barbara cuenta que la actriz y vedette se percat¨® de que se las hab¨ªan sustra¨ªdo cuando intent¨® sorprender a un invitado con el contenido de una de ellas y descubri¨® que la hab¨ªan sustituido por una copia pirata de Disney. En cambio, en las cintas de Corinna todo es digital, al servicio del espionaje.
Quisimos creer que la voz podr¨ªa ser fraudulenta hasta que la princesa alemana lo ratific¨® con un suave comunicado a The Times. Muchos me han dicho que Corinna no puede hablar castellano con tanta soltura. Les he contado que Corinna pas¨® parte de su infancia en Caracas, donde su padre trabajaba para una empresa alemana. "O sea que Corinna aprendi¨® espa?ol en Caracas", me preguntan. Pues s¨ª, mi amor, y por eso lo hace con esa melosidad que derrite cualquier corona y endulza cualquier culebr¨®n real.
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