Leche cruda: de la urbe a la ubre
El dogmatismo de un ecologismo mal entendido carga de ideolog¨ªa el rechazo al progreso
El fervor adanista que ha suscitado el consumo de leche reci¨¦n orde?ada evoca sin pretenderlo la pureza alpina de Heidi. Y el entusiasmo con que la criatura trasladaba a la ingenua audiencia la plenitud de la felicidad de las monta?as, siendo la suya una familia at¨ªpica -el perro, el abuelo-, pero henchida de salud y de bonhom¨ªa en el efecto lis¨¦rgico de los cencerros.
Beb¨ªa Heidi leche reci¨¦n orde?ada, como reivindican ahora los apologistas de la naturaleza inmaculada. Es una operaci¨®n de riesgo amamantarse de la vaca o de la cabra sin medidas profil¨¢cticas ni pasteurizaci¨®n, pero conviene aclarar que la apolog¨ªa de la ¡°leche pura¡± obedece no tanto a un criterio alimenticio como a un prop¨®sito ideol¨®gico. El progreso contamina. La qu¨ªmica profana. Y la humanidad debe regresar a la caverna, renegando de Pasteur y de los adelantos cient¨ªficos que han pervertido el para¨ªso. Suced¨ªa igual en el melodrama de Heidi. La ciudad gris era la contrafigura de la monta?a en su ferocidad contaminante y crueldad alienante, razones inequ¨ªvocas por las que la amiga urbanita de Heidi, Clara, estaba enferma, mortecina.
El brebaje purificador de la leche reci¨¦n orde?ada participa del mismo oscurantismo con que se reniega de las vacunas, se recomienda parir en el hogar y se opone la homeopat¨ªa a las terapias cient¨ªficas. Han regresado las supersticiones y las medicinas ¡°naturistas¡±. Han reaparecido los curanderos y los mercaderes de elixires. Se le ha devuelto a la madre tierra una suerte de papel tutelar que el hombre, parece ser, hab¨ªa trastornando perfor¨¢ndola para extraerle petr¨®leo y maltrat¨¢ndola con la erecci¨®n de ciudades monstruosas. Por eso la vuelta al campo, de la urbe a la ubre, representa la nueva esperanza, implica un ejercicio de rectificaci¨®n.
En este contexto de m¨ªstica campestre y de originalidad identitaria, no sorprende que Teresa Jord¨¢, consellera de Ganader¨ªa, Pesca y Alimentaci¨®n de la Generalitat, se haya significado bebiendo un vaso de leche reci¨¦n orde?ada, aludiendo al ¡°espectacular valor biol¨®gico y gustativo¡±. Habr¨¢ que valorar si el b¨®vido catal¨¢n re¨²ne otras cualidades espec¨ªficas, pero tanto vale esta singular euforia l¨¢ctea -un ba?o de Palomares invertido en la grandeza crom¨¢tica de la blancura- para definir la inclinaci¨®n del soberanismo a la tierra de origen. Y para abjurar de cualquier s¨ªntoma de cosmopolitismo. Progreso y nacionalismo son conceptos antag¨®nicos. El soberanismo catal¨¢n se acoraza en la monta?a y en el campo, como sucede en las colinas de Guip¨²zcoa. Y como se deduce del rechazo al¨¦rgico a toda contaminaci¨®n cultural, civilizadora.
El naturalismo es una religi¨®n tan peligrosa como las otras en cuanto emprende el camino del fanatismo. Urge proteger el planeta del cambio clim¨¢tico. Y desconcierta que Trump se haya desconectado del Acuerdo de Par¨ªs en un ejercicio temerario de negacionismo, pero hay una derivada del ecologismo que idealiza la naturaleza tanto como deshereda al hombre en sus ambiciones de injerencia. Cuestionar a Pasteur es como condenar a la hoguera al doctor Fleming. Y bebe leche de la vaca cruda entre la paja y el heno de establo se antoja una regresi¨®n tan estomagante como la propia Heidi.
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