Caudillo en Bruselas
Puigdemont carece de legitimidad pol¨ªtica para plantear exigencias
El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont convoc¨® esta misma semana una rueda de prensa en Bruselas para exigir al Gobierno de Pedro S¨¢nchez que pase de las palabras a los hechos en su trato con quienes defienden la independencia de Catalu?a. El contenido de las declaraciones del expresident importa menos que el lugar donde pretende colocarse a s¨ª mismo para hacerlas, porque Puigdemont carece tanto de legitimidad pol¨ªtica como de autoridad moral para plantear exigencias a nadie. Arrogarse la representaci¨®n de Catalu?a a trav¨¦s de un simple espect¨¢culo medi¨¢tico revela, sin duda, la vocaci¨®n de un caudillo. Pero supone, adem¨¢s, una humillaci¨®n para las instituciones democr¨¢ticas de Catalu?a y para los correligionarios que lo siguieron en su insensata aventura de gobierno, y que hoy est¨¢n encarcelados.
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La deshonrosa sumisi¨®n de un president de la Generalitat elegido por el Parlament a la gesticulaci¨®n de Puigdemont ante las c¨¢maras solo parece comprensible en alguien como Quim Torra, quien ha dado muestras repetidas de estar dispuesto a sacrificar la dignidad institucional de su cargo. Por el contrario, quienes se encuentran en prisi¨®n por haber acompa?ado a Puigdemont en su violaci¨®n del orden constitucional no se merecen que ¨¦ste intente explotar en su favor el calvario judicial que les espera. Incluso una inquietante figura pol¨ªtica como la del caudillo tiene sus reglas, y la primera de todas es no zafarse mediante argucias de correr la misma suerte que quienes le obedecieron. Como pr¨®fugo que ha burlado hasta ahora a la justicia, Puigdemont est¨¢ en condiciones de vanagloriarse de poder pisar ma?ana mismo el suelo catal¨¢n que est¨¢ bajo soberan¨ªa de Francia, pa¨ªs que, por cierto, tomar¨¢ nota de esta confesi¨®n de irredentismo. Como aspirante a caudillo, sin embargo, no puede convertir en alimento del culto a su persona la inmoral explotaci¨®n pol¨ªtica del padecimiento de los colaboradores a los que ha abandonado.
La estrategia que Puigdemont fij¨® en Bruselas parece consistir en someter al Gobierno central al chantaje de o bien aceptar los resultados del supuesto refer¨¦ndum que ¨¦l organiz¨® a escondidas, o bien convocar uno nuevo pactado con el Estado. La solemnidad del desaf¨ªo no puede ocultar que, en realidad, se trata de una declaraci¨®n de impotencia. Si tanta fe tiene Puigdemont en que los ciudadanos de Catalu?a expresaron su voluntad de independencia el 1-O, su obligaci¨®n es dar cumplimiento a esa voluntad, no utilizarla para mercadear con el Gobierno central a trav¨¦s de un president al que trata como a un t¨ªtere. Con todo, el trasfondo real del espect¨¢culo que Puigdemont ofreci¨® en Bruselas es distinto del tenor expreso de sus declaraciones. La encrucijada ante la que se encuentra el secesionismo no se resume en independencia s¨ª o independencia no, sino en unilateralidad s¨ª o unilateralidad no. Y eso es as¨ª porque sectores cada vez m¨¢s amplios del independentismo han tomado conciencia de que actuar unilateralmente es contrario al principio democr¨¢tico, puesto que carecen de mayor¨ªa social para hacerlo.
Solo Puigdemont y sus leales parecen ignorar que el principio democr¨¢tico prevalece, tambi¨¦n, sobre la voluntad del caudillo.
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