Radicalismo o moderaci¨®n: el dilema de Lula

En 2002, Luiz In¨¢cio Lula da Silva se enfrentaba a sus cuartas elecciones presidenciales como candidato. En 1989 hab¨ªa estado muy cerca de ganar; pero en las dos siguientes hab¨ªa sido derrotado en la primera vuelta. Esta traves¨ªa del desierto provoc¨® un cambio en el l¨ªder progresista. Del lenguaje exaltado de sus primeras campa?as, con diatribas a fuego y azufre contra el sistema pol¨ªtico, la plutocracia brasile?a y los medios de comunicaci¨®n, fue molde¨¢ndose un candidato consciente de que, si quer¨ªa ganar, deber¨ªa convencer a las clases medias urbanas, reconciliarse con la prensa y tranquilizar a los empresarios ante el riesgo de un vuelco en la pol¨ªtica econ¨®mica.

En 2002, Lula se present¨® al pa¨ªs con una campa?a profesional, con un candidato en traje oscuro, con un lenguaje conciliador y sin ataques a sus rivales (¡°Lulita Paz y Amor¡±, como ¨¦l dijo un d¨ªa de forma memorable) y un mensaje mucho m¨¢s moderado. Con ese mensaje gan¨® las elecciones de 2002, y con ¨¦l, y un programa de gobierno moderado (necesario para navegar un Congreso en el que nunca tuvo mayor¨ªa), se llev¨® las de 2006 y logr¨® la elecci¨®n de su candidata, Dilma Rousseff, en 2010.

Sin embargo, el caso Lava Jato ha hecho cambiar al expresidente. ¡°No puedo ser radical otra vez¡±, se?al¨® en un mitin en enero, antes de su entrada en prisi¨®n. ¡°Pero tampoco puedo volver a ser Lulita Paz y Amor. He dado un mont¨®n de amor y solo me he llevado hostias¡±. En los ¨²ltimos meses, el expresidente parece haber decidido que todos los esfuerzos para conciliarse con sus rivales pol¨ªticos y con las clases medias y acomodadas del pa¨ªs sudamericano han sido en balde, y que su ¨²nica opci¨®n, parece, es volver a ser su enemigo irreconciliable. Y, lo que es peor, amarrada a su indiscutible popularidad, est¨¢ arrastrando al resto de la izquierda brasile?a a ese radicalismo.

El expresidente tiene motivos para estar resentido. Muchos de los que fueron sus socios durante su Gobierno no tuvieron ning¨²n pudor en darle la espalda, primero, y atacarlo durante y despu¨¦s de las protestas de 2013, y votaron a favor de destituir a Rousseff. Las investigaciones de Lava Jato han dibujado un esquema de corrupci¨®n estructural en la empresa petrolera nacional basada en una relaci¨®n simbi¨®tica entre Petrobr¨¢s y las mayores constructoras del pa¨ªs. Ser¨ªa ingenuo pensar que un sistema de ese tipo estuviese ligado ¨²nicamente a un par de los m¨¢s de 20 partidos pol¨ªticos brasile?os; sin embargo, es el PT de Lula el que ha recibido la mayor parte de las condenas.

El expresidente est¨¢ construyendo el relato de su martirio en prisi¨®n en aras del pueblo brasile?o. Pero quiz¨¢s el tiempo haya hecho olvidar al expresidente que el Lula exaltado y revolucionario despertaba tanta hostilidad como admiraci¨®n; y que solo cuando moder¨® su discurso logr¨® el poder, y con ¨¦l, las herramientas para lograr la haza?a de sacar a millones de brasile?os de la pobreza. A punto de cumplir 73 a?os, Luiz In¨¢cio Lula da Silva est¨¢ decidiendo c¨®mo quiere ser recordado. Ya tiene un legado memorable. No necesita otro.