La igualdad no es una ¡°recompensa¡±
La ley jud¨ªa del Estado-naci¨®n ha abierto una gran herida. Netanyahu y su Gobierno quieren que los ciudadanos ¨¢rabes de Israel vivan con cierta sensaci¨®n permanente de malestar existencial, de incertidumbre sobre su futuro
La capacidad de dividir y hacer da?o de la nueva ley sobre el Estado-naci¨®n del pueblo jud¨ªo es tan evidente que la obstinaci¨®n del primer ministro en no modificarla hace sospechar que tiene otra intenci¨®n oculta: la voluntad de mantener abierta la herida de las relaciones entre el Estado y la minor¨ªa ¨¢rabe que vive en ¨¦l. Abierta, reavivada y amenazadora.
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?De d¨®nde puede emanar esa voluntad? ?Por qu¨¦ tendr¨¢n ese deseo el Gobierno y el primer ministro? No podemos hacer m¨¢s que conjeturas: ?quiz¨¢ porque una minor¨ªa herida es m¨¢s vulnerable y manipulable, es blanco f¨¢cil del odio, el terror y la desintegraci¨®n, m¨¢s propicio para la pol¨ªtica del ¡°divide y vencer¨¢s¡±?
Esta es la forma de dejar una llaga abierta: de golpe, con una sola ley superflua, Netanyahu y su Gobierno han sacudido los cimientos sobre los que se apoya la quinta parte de los ciudadanos de Israel. ?Por qu¨¦? Porque pueden. Porque est¨¢n seguros de que nadie puede imped¨ªrselo. Porque quieren que los ciudadanos ¨¢rabes de Israel vivan con cierta sensaci¨®n permanente de malestar existencial, de incertidumbre sobre su futuro. Que recuerden constantemente, a cada instante, que dependen de la buena o mala voluntad del Gobierno, que su existencia, aqu¨ª, es condicional. Est¨¢n presentes, pero pueden convertirse en cualquier momento en ausentes.
La iniciativa representa, en la pr¨¢ctica, abandonar cualquier posibilidad de paz con los palestinos
Esta ley, adem¨¢s, expresa de forma inequ¨ªvoca otra cosa: que el primer ministro de Israel est¨¢ empe?ado no solo en no poner fin a la ocupaci¨®n y la situaci¨®n de apartheid en los territorios ocupados sino en todo lo contrario, en intensificarlas y extenderlas desde esos territorios al coraz¨®n del Estado de Israel. En otras palabras, esta ley representa, en la pr¨¢ctica, el abandono de cualquier posibilidad de que un d¨ªa llegue a su fin el conflicto con los palestinos.
Por otra parte, esta ley ¡°deval¨²a¡± la presencia en Israel de la lengua ¨¢rabe, una lengua que encarna un universo, una conciencia, una identidad, una cultura. Un tejido infinito que abarca los menores detalles de la vida. Un hombre, un pol¨ªtico, tiene que ser incre¨ªblemente osado y arrogante para atreverse a atacar ¡ªaunque sea solo formalmente, como alega el legislador¡ª la lengua de otro pueblo para humillarlo. El hebreo y el ¨¢rabe son lenguas hermanas, que han estado imbricadas durante toda la Historia. Millones de jud¨ªos israel¨ªes han mamado el ¨¢rabe de su madre. El hebreo no contiene palabras suficientes para indignarse ante el ultraje cometido contra su hermana.
Ser¨ªa una tragedia que la comunidad drusa se resigne a aceptar una ¡°compensaci¨®n¡±
El pueblo jud¨ªo ha vivido durante milenios como una minor¨ªa en sus pa¨ªses de residencia. Esa experiencia conform¨® nuestra identidad y agudiz¨® nuestra sensibilidad ¨¦tica. Hoy, los jud¨ªos constituimos la mayor¨ªa en nuestro pa¨ªs. Ser la mayor¨ªa entra?a una responsabilidad enorme y un formidable reto pol¨ªtico, social y, sobre todo, humano. Exige comprender que la actitud respecto a la minor¨ªa es una de las grandes pruebas que tiene que superar una mayor¨ªa en un r¨¦gimen democr¨¢tico. Y en estos momentos, en esa prueba, el Gobierno de Israel ha fracasado de una forma tan estrepitosa que ha resonado en todo el mundo. En ese mismo mundo al que acusamos hasta hartarnos de discriminar a las minor¨ªas jud¨ªas que habitan en ¨¦l.
Por eso ser¨ªa una tragedia irreparable que la comunidad drusa se resigne a aceptar una ¡°compensaci¨®n¡±, econ¨®mica o de otro tipo, por la injusticia que comete contra ella la ley del Estado-naci¨®n del pueblo jud¨ªo. Al contrario, la nueva situaci¨®n creada por la ola de protestas ¡ªjustificadas¡ª contra esta ley puede ser un trampol¨ªn para un proceso m¨¢s general en el que los drusos sean la punta de lanza de la lucha por la igualdad de todas las minor¨ªas musulmanas y cristianas de Israel.
El hecho de que, al menos por ahora, los dirigentes drusos hayan aceptado el programa de compensaci¨®n propuesto por Netanyahu demuestra que a?os de discriminaci¨®n y promesas vac¨ªas les han hecho olvidar, incluso a ellos, el significado exacto de la plena igualdad.
En la conflictiva realidad israel¨ª, no est¨¢ de m¨¢s recordar que la igualdad no es una ¡°recompensa¡± que el ciudadano recibe de su Estado por los servicios prestados de una u otra forma. Ni siquiera por haber sacrificado su vida. Hasta los jud¨ªos ortodoxos que se niegan a servir en el ej¨¦rcito son ciudadanos que gozan de los mismos derechos. La igualdad es el punto de partida de la ciudadan¨ªa, no su resultado. Es el suelo sobre el que el germen de la ciudadan¨ªa puede crecer. Y es lo que otorga la libertad suprema, la libertad de ser diferente, otro, divergente, y, sin embargo, ser igual a cualquier otro ser humano.
En mi opini¨®n, las ¨²ltimas leyes dictadas por el Gobierno son una consecuencia no peque?a de un modo de pensar perverso engendrado por cinco d¨¦cadas de ocupaci¨®n. Son resultado de un complejo de superioridad ¨¦tnica, del frenes¨ª de aventurarse en no s¨¦ qu¨¦ ¡°nosotros¡± nacionalista que se justifica a s¨ª mismo y pretende expulsar del ¡°hogar¡± a todos los que no sean esos ¡°nosotros¡±, ya sean miembros de otros pueblos, otra religi¨®n u otro sexo.
No obstante, es posible que esta ley tenga algo positivo, porque ha dejado al descubierto, tanto para la derecha como para la izquierda, sin ilusiones ni otras trampas de la conciencia, qu¨¦ bajo ha ca¨ªdo Israel. Quiz¨¢ esta ley sacuda por fin a todos los que, en la derecha y en la izquierda, tememos por Israel, por su esp¨ªritu, su humanidad y sus valores jud¨ªos, democr¨¢ticos y humanos.
No tengo ninguna duda de que hay mucha gente as¨ª, de izquierda, de derecha y de centro, personas honradas y realistas que saben que esta ley no es m¨¢s que una medida despreciable y una traici¨®n del Estado para con sus ciudadanos. Netanyahu, como de costumbre, presenta la decisi¨®n como un enfrentamiento entre la izquierda y la derecha. Pero no es verdad; es un combate m¨¢s profundo y m¨¢s fat¨ªdico, un combate entre los que se han rendido y los que a¨²n conservan la esperanza. Entre los que han cedido a la tentaci¨®n nacionalista y racista ¡ªy a las manipulaciones de la intimidaci¨®n¡ª y los que le siguen plantando cara. Los que se obstinan en mantener en su coraz¨®n una imagen, una intenci¨®n, una esperanza de c¨®mo pueden ser las cosas en un Estado de derecho.
David Grossman es escritor.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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