Verdades, mentiras y malas intenciones

Antes del movimiento de tierras de ayer, el l¨ªder del Partido Popular, Pablo Casado, cometi¨® un pecado de lesa contabilidad al adjudicar un n¨²mero francamente exagerado a la cantidad de africanos que est¨¢n esperando a que el presidente del Gobierno, Pedro S¨¢nchez, abra la mano donde tiene guardados ¡°los papeles para todos¡±.

No feliz con lanzar al ruedo esa cifra imposible de verificar (por ¨¦l), se fue a Ceuta a saludar a los que ¨¦l no dejar¨ªa entrar. Su secretario general, Teodoro Garc¨ªa, contagiado de ese juego de contabilidad recreativa, afirm¨® en sede televisiva, con respecto al Gobierno ¡°d¨¦bil¡± del PSOE, que es ¡°el Gobierno que no quer¨ªa ning¨²n espa?ol¡±.

Ning¨²n espa?ol. Los componentes del Consejo de Ministros, al menos, querr¨¢n ese Gobierno, pues se re¨²ne cada viernes y luego se retrata sonriendo junto al presidente, al que tambi¨¦n se le ve feliz de ser el primer gobernante del Reino. Qu¨¦ manera de contar tiene Garc¨ªa.

En todas partes cuecen habas, y se cuentan. El independentismo catal¨¢n celebra a todos los catalanes como el ej¨¦rcito que acompa?a a Puigdemont y Torra, pero a la hora de la verdad contable resulta que s¨®lo dispone de la mitad, si acaso. Con esa vara de medir se?ala a los desafectos para mal cuando aquellos l¨ªderes no han de decir cifra, pero los agrupa en la totalidad cuando quieren multitudes.

Esto de fabricar cifras redondas, absolutas, concretas, goza de cierta fortuna, antes del franquismo, en el franquismo y ahora. Nunca hubo (como bien dec¨ªa aqu¨ª ?lex Grijelmo) un mill¨®n de personas en la plaza de Oriente, pero fue materia del primer minuto de los telediarios en blanco y negro y de los telediarios de colores. Enrique Jardiel Poncela fue mucho m¨¢s sensato a la hora de contar, v¨ªrgenes, por ejemplo. Si no es seguro que haya habido alguna vez once mil v¨ªrgenes, ?c¨®mo demonios se atrev¨ªan los franquistas de entonces a dar el n¨²mero de los asistentes a aquellas gestas de fidelidad al Caudillo?

Caudillos de ahora buscan semejante asentimiento exagerando las cifras, a veces para mal y a veces para muy mal. Hay otro aspecto de esta creatividad contable que le sirve a la generalmente perezosa audiencia espa?ola, que prefiere una mentira muchas veces, para acolcharse, que el rigor de las cifras o de los hechos. Por ejemplo, ?qui¨¦n puede decir ahora si Pedro S¨¢nchez se retrat¨® o no con los emigrantes del Aquarius? Se ha dicho tantas veces (y quienes lo han dicho est¨¢n en el primer p¨¢rrafo de estas 530 palabras) que el notorio gobernante fue a retratarse en Valencia con aquellas personas, que ahora es imposible levantar el dedo en una tertulia para decir: ¡°Oye, perdona, pero es que eso nunca fue cierto. Pedro S¨¢nchez no se hizo nunca ese retrato¡±.

No importa, las exageraciones, las mentiras (como las de Trump, que son a¨²n m¨¢s gordas) se sirven adobadas con la intenci¨®n de se?alar al enemigo con los peores ep¨ªtetos, con las peores compa?¨ªas¡­ y con las peores cifras. Es mejor imaginar a un mill¨®n de negros llegando a Espa?a por el sur que decir que quiz¨¢ hoy llegar¨¢n a C¨¢diz 86 personas en una patera. Si dices 86, los fieles de la contabilidad creativa miran para otro lado. Los espa?oles hace rato que nos acostumbramos a que el mill¨®n sea verdad si nos viene bien para el convento.