Las v¨ªctimas
La mayor¨ªa seguimos boquiabiertos por su contenci¨®n, respeto, virtud c¨ªvica
Las v¨ªctimas son gigantes; los verdugos, ni siquiera polvo c¨®smico. Ellas regalan una historia; ellos, la destrucci¨®n. Ellas nos sobrecogen; ellos nos asfixian. Ellas traen luz; ellos, oscuridad.
Las v¨ªctimas de los terrorismos en Espa?a deletrean todo eso. Y mucho m¨¢s. Su grandeza consiste en haberse negado a tomar la justicia por su mano, ese retorno a la ley del Tali¨®n, el imperativo de cobrarse ojo por ojo y diente por diente. Y con esa negativa han asegurado la pervivencia de la civilizaci¨®n liberal; el ¨¦xtasis de su propia dignidad; la decencia.
Escalofr¨ªa pensar un solo instante qu¨¦ habr¨ªa ocurrido si esta historia no hubiera sido as¨ª. Si ellas no hubieran echado mano de un inasible s¨ªndrome de superioridad moral: pues matar es f¨¢cil; devolver la muerte, simple; y acabar con el verdugo trae recompensa. Por eso la mayor¨ªa seguimos boquiabiertos por su contenci¨®n, respeto, virtud c¨ªvica.
Este es el sentido del homenaje permanente, de ayer y de hoy y de ma?ana. Porque las v¨ªctimas han devuelto el nombre a las cosas, no es lo mismo que te asesinen que asesinar. No es igual la acci¨®n pac¨ªfica al acto violento que rompe una vida, diez, cien. No equivalen los derechos humanos de los ciudadanos a ninguna pulsi¨®n improvisada de ning¨²n pueblo.
No hay equidistancia entre el respeto a la vida y la exaltaci¨®n de la muerte. No hay empate posible de los dem¨®cratas y sus enterradores. No hay equivalencia de sufrimientos o reveses entre unos y otros: porque su causa es opuesta; su legitimidad, inversa; sus consecuencias, mutuamente excluyentes.
No hay siquiera para los asesinos la atenuante moral de la coartada pol¨ªtica: la falsa apelaci¨®n a supuestos derechos colectivos que exigir¨ªan la anulaci¨®n de los derechos personales. O el inane relativismo de que ha pasado mucho tiempo.
La democracia solo puede tratarles desde su genuina grandeza, la aplicaci¨®n de la ley; la devoluci¨®n ¡ªcuando esta lo determina o lo posibilita¡ª de sus propios privilegios c¨ªvicos; el c¨®digo humanista y humanitario que ellos contrariaron.
Por todo eso es tanto m¨¢s feo que algunos ultras reiteren su intento de utilizar a las v¨ªctimas para sus fines partidistas.
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