La m¨¢s ¡®popu¡¯
El gran cine norteamericano siempre tuvo como norma alcanzar la popularidad sin renunciar a la calidad
Recuerdo que un amigo del colegio que siempre suspend¨ªa las matem¨¢ticas logr¨® convencer al profesor para que incluyera una nueva calificaci¨®n: el premio al examen mejor presentado. Harto de zarzales, borrones, letrujas y ejercicios ininteligibles, el profesor acept¨® la idea. Y mi amigo, que para las matem¨¢ticas era nulo pero para el dibujo ten¨ªa buena mano, a d¨ªa de hoy es ilustrador de libros infantiles, logr¨® aprobar la asignatura gracias a ganar en cada ocasi¨®n el premio al examen mejor presentado. Supongo que a todo el mundo esta an¨¦cdota le resulta absurda, pero me ha venido a la cabeza al saber que la Academia de cine de Hollywood se plantea conceder un premio Oscar a la pel¨ªcula m¨¢s popular. Esos premios ya comenzaron a desvalorizarse cuando admitieron diez finalistas en la categor¨ªa de mejor pel¨ªcula. Era un intento de ampliar la loter¨ªa y que al menos la pedrea le tocara a pel¨ªculas de los grandes estudios. Fracasada la artima?a, ahora van a probar con la viveza de mi amigo para aprobar sus matem¨¢ticas.
Existe una ley no escrita que dice que si un pie no entra en un zapato, resulta m¨¢s pr¨¢ctico reformar el zapato que mutilar el pie. Aplicada a los premios Oscar, si una pel¨ªcula no es suficientemente buena para merecer el galard¨®n, basta con crear una categor¨ªa donde sea imbatible. No ser¨¢n los ¨²nicos en imponer esa estrategia ramplona. Es comprensible que a todo padre le alegre recibir de sus hijos de regalo un delantal que le nombre el mejor pap¨¢ del mundo, lo siniestro es que se lo crea de verdad. Los estudios de Hollywood har¨ªan bien en preguntarse por qu¨¦ unos premios que entrega la profesi¨®n, es decir, que se solidarizan con el esfuerzo industrial, la pelea por el entretenimiento popular y el aplauso a la obra exitosa, no eligen sus productos como premiables.
Quiz¨¢ sea porque el recurso a las secuelas, la f¨®rmula repetida, el vacuo ejercicio de fuegos artificiales y la incapacidad para la escritura narrativa garantiza las primas salariales de sus m¨¢ximos ejecutivos, pero no la excelencia art¨ªstica. O puede que la propaganda se haya convertido en una estrategia tan engrasada que el ¨¦xito sea ya m¨¢s previsible que ejemplar. El gran cine norteamericano siempre tuvo como norma alcanzar la popularidad sin renunciar a la calidad. En un momento en el que los oportunistas y los zafios quieren pasar por listos estadistas, es conveniente recordar que el emperador est¨¢ desnudo. Es m¨¢s f¨¢cil enga?ar a la taquilla que a la profesi¨®n. Salvo que cambies las reglas del juego para colgarte la medalla.
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