El Vaticano, responsable

El abuso a m¨¢s de mil menores por parte de 300 religiosos durante siete d¨¦cadas que un gran jurado de Pensilvania ha investigado y hecho p¨²blico esta semana no solo es un hecho espeluznante que se debe combatir, castigar y evitar en el futuro, sino que tambi¨¦n pone al descubierto los agujeros de tolerancia y encubrimiento por parte de la estructura de la Iglesia cat¨®lica y del mismo Vaticano. Existe algo si cabe m¨¢s incomprensible que los hechos delictivos expuestos, la mayor parte prescritos, y es la connivencia de la jerarqu¨ªa de la Iglesia, o pasividad en el mejor de los casos, ante sucesos que de sobra conoc¨ªa. La justicia civil no puede actuar con la rapidez que requiere si el aparato eclesi¨¢stico se dedica a frenarla.

Roma fue informada en repetidas ocasiones de la actuaci¨®n de sus sacerdotes pederastas y no solo no contribuy¨® a combatirla, sino que autoriz¨® los traslados de sospechosos poniendo a otros feligreses en riesgo, la rehabilitaci¨®n de algunos apartados por sus indicios o el encubrimiento.

Los sacerdotes tienen por la propia naturaleza de su dedicaci¨®n un factor de autoridad que convierte a sus v¨ªctimas en seres m¨¢s vulnerables y que precisamente les hace responsables de una mayor ejemplaridad. Fallar a una v¨ªctima es fallar a la sociedad a la que supuestamente sirven. Han fallado los individuos y ha fallado una Iglesia que ha optado generalmente por encubrirlos en lugar de ponerlos a disposici¨®n de la justicia. Benedicto XVI, que gobernaba la Iglesia cuando estallaron los mayores esc¨¢ndalos de pederastia, se comprometi¨® a una colaboraci¨®n plena con la justicia y a la persecuci¨®n de los abusos. Pero lo cierto es que ¨¦sta no se ha producido en la medida necesaria. El informe de Pensilvania recoge encubrimientos por parte del Vaticano desde 1963 hasta 2014, cuando Francisco ya hab¨ªa sucedido a Ratzinger. El Vaticano es responsable de una cultura de ocultaci¨®n que agrede a sus v¨ªctimas tanto como los delitos cometidos, prescritos o no.