Excepci¨®n con lazos
El independentismo, al cerrar el Parlament, lleva la fractura a la calle
Los lazos amarillos pueden acabar encendiendo la chispa que inflame la tensi¨®n social generada por la pretensi¨®n de imponer por v¨ªas de hecho el programa de la independencia a la mayor¨ªa de catalanes que lo rechaza. Es perfectamente leg¨ªtimo que quien as¨ª lo quiera lleve un lazo como signo de protesta, pero colocarlos en plazas y avenidas no es un ejercicio de la libertad de expresi¨®n, como sostiene la Generalitat para justificar su parcialidad, sino el cumplimiento de las consignas que el Govern imparte a los ciudadanos encuadrados en organizaciones independentistas, de los que se sirve como si fueran fuerzas espont¨¢neas para limitar la libertad de quienes disienten. A fin de presentarse como v¨ªctimas del Estado central, Torra y su Ejecutivo fingen ignorar que son ellos quienes ostentan el poder en Catalu?a, y que es ese poder el que est¨¢n usando con formas impropias en democracia, imponiendo una simbolog¨ªa pol¨ªtica a quienes la rechazan e intentando amedrentarlos a trav¨¦s de las fuerzas policiales a su mando, a las que empujan a actuar de manera selectiva y arbitraria.
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Las gruesas invocaciones al fascismo cercando a una peque?a naci¨®n son el recurso con el que Torra pretende desentenderse por elevaci¨®n del grave problema entre catalanes que ¨¦l mismo est¨¢ creando con la excusa de los lazos. Lo que hoy est¨¢ en juego en Catalu?a no son batallas del pasado agitadas como se?uelos emocionales para sentirse parte de la historia, sino asuntos pol¨ªticos tan corrientes como que un Gobierno rinda cuentas de su gesti¨®n de orden p¨²blico, sobre todo cuando parece m¨¢s preocupado por asignar a conveniencia el papel de v¨ªctimas y culpables que por arbitrar soluciones capaces de conjurar los riesgos. El independentismo que gobierna la Generalitat no solo no las rinde, sino que, adem¨¢s, se ha preocupado de que no haya instancia institucional donde reclam¨¢rselas, al clausurar el Parlament por diferencias internas entre los partidos que apoyan la secesi¨®n e instalarse en una suerte de estado de excepci¨®n no declarado.
La Generalitat est¨¢ arrojando a las calles asuntos con los que inflamar los ¨¢nimos de los ciudadanos, indiferente a los peligros de jugar con fuego con tal de alimentar su programa. De lo que se trata, por el contrario, es de reconducirlos a las instituciones y resolverlos mediante los procedimientos establecidos en las leyes, a fin de preservar la tranquilidad civil. La de Catalu?a estar¨¢ en peligro en tanto la Generalitat siga actuando como lo ha hecho hasta ahora. Su rechazo a participar en la Junta de Seguridad convocada por el ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, no esconde el deseo de preservar sus competencias en materia de orden p¨²blico frente a ninguna intromisi¨®n del Estado central, sino la voluntad de seguir exacerbando la divisi¨®n entre catalanes de modo que la mayor¨ªa desista de sus derechos y se rinda a una imposici¨®n de la independencia. De igual manera, la anulaci¨®n del control del Govern manteniendo cerrado el Parlament es un intento de perpetrar en la sombra este atropello. Pero ninguna de estas maniobras impedir¨¢ se?alar a Torra y sus consellers como responsables si algo irreparable llega a ocurrir entre catalanes.
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