Crimen y miseria en la sinfon¨ªa del Destripador
Cinco asesinatos can¨®nicos de Jack, mani¨¢ticos, obsesivos y perpetrados en un 'crescendo' identificable de violencia. Todos se cometieron entre el 31 de agosto y el 9 de noviembre de 1888
Hubo un tiempo en el que se buscaba la relaci¨®n entre crimen y miseria. Esa relaci¨®n existe, aunque el neoliberalismo redentor, que considera la pobreza como una enfermedad incurable, lo niegue. El momento hist¨®rico en el que se certific¨® sin asomo de duda esa estrecha conexi¨®n fue en el oto?o de terror (Tom Cullen) en Londres, el 31 de agosto de 1888, cuando emergi¨® la sombra de Jack el Destripador. Cinco asesinatos (Mary Ann Nichols, Annie Chapman, Liz Stride, Catherine Eddowes y Mary Jane Kelly) constituyen el canon del Destripador. Sembraron el p¨¢nico en Whitechapel, alarmaron hasta la histeria a la polic¨ªa, inquietaron al Gobierno de su majestad Victoria y dieron la raz¨®n a las voces reformistas y regeneracionistas (entre otras, la de Dickens) que clamaban contra las abyectas condiciones del barrio.
Whitechapel es un vertedero y un pozo de desolaci¨®n. Las calles est¨¢n sin asfaltar, corren por ellas r¨ªos de agua sucia mezclada con sangre procedente de los mataderos, productos t¨®xicos de las tener¨ªas y orines. Algunas enfermedades son end¨¦micas (tifus, tuberculosis). La mayor¨ªa de las mujeres mayores de 30 a?os est¨¢n divorciadas y se dedican a la prostituci¨®n. Salen desesperadas de las tabernas (centro de operaciones, el Ten Bells) en busca de unos chelines para pagar una cama donde dormir. Jack cae como un rayo en aquel flanco gangrenado del Imperio Brit¨¢nico. La histeria se apodera de los vecinos de Whitechapel, suscita terrores nocturnos (Leather Apron, la misteriosa figura que pulula a partir de medianoche, vestida con un delantal de cuero, en busca de v¨ªctimas); se desata la rabia contra la polic¨ªa y el Gobierno. Jack ha puesto a Londres en situaci¨®n de emergencia; los polic¨ªas m¨¢s duros (el intendente Warren) y los m¨¢s sofisticados (Fred Abberline) fracasar¨¢n en la identificaci¨®n del monstruo.
S¨ª, hay un tri¨¢ngulo rojo que une el crimen, la miseria y el puritanismo extremo. No es casualidad que el rayo de Jack caiga sobre Whitechapel. Los ciudadanos biempensantes, enriquecidos en la City con la explotaci¨®n de ciudadanos como los de Whitechapel, han desatado furiosas diatribas p¨²blicas contra los vicios (alcohol, prostituci¨®n). Quienes han creado la llaga no pueden soportar c¨®mo supura. Jack es uno de los v¨¦rtices de ese tri¨¢ngulo rojo dibujado por la pobreza, la demencia criminal y la histeria puritana. El loco frenes¨ª del asesino est¨¢ hecho de la misma materia original que la intolerancia dominante. Los desventurados de Whitechapel apuntaban inconscientemente a las ¨²ltimas causas cuando susurraban que Jack era el m¨¦dico de la reina o el duque de Clarence.
Cinco asesinatos can¨®nicos de Jack, mani¨¢ticos, obsesivos y perpetrados en un crescendo identificable de violencia. Nunca se detectaron se?ales de alarma en los cr¨ªmenes, todos se cometieron entre viernes y domingo, entre el 31 de agosto y el 9 de noviembre de 1888. En todos hay un furor mani¨¢tico por la evisceraci¨®n y la extirpaci¨®n de ¨®rganos de las v¨ªctimas. Pero el ¨²ltimo muestra los signos de una demencia extrema. En Miller¡¯s Court, el cad¨¢ver de Mary Jane Kelly apareci¨® desperdigado por todo el cuchitril. Jack oper¨® sin restricciones. ?Qui¨¦n eras, Jack?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.