Un amor sin ch¨¢chara
He perdido mi autoestima ¡®artificial¡¯. Llega un momento en que dejas de utilizar aplicaciones para convertirte en una aplicaci¨®n de tu tel¨¦fono.
EN CASI TODOS LOS CUENTOS populares aparece el llamado ¡°objeto m¨¢gico¡±. Ser¨¢ el instrumento con que h¨¦roe o hero¨ªna conseguir¨¢n vencer la adversidad. Un ejemplo cl¨¢sico es la espada Exc¨¢libur, forjada por el mago Merl¨ªn, y que se har¨¢ legendaria en manos del rey Arturo. Ese objeto m¨¢gico popular es hoy d¨ªa el m¨®vil ¡°inteligente¡± o smartphone, el arma m¨¢s poderosa de consumo, comunicaci¨®n y control social. Lo que lo hace cada d¨ªa m¨¢s ¡°m¨¢gico¡± es la oferta incesante de aplicaciones.
Mis relaciones con las aplicaciones o apps ¨²tiles suelen ser traum¨¢ticas, y creo que me ir¨ªa mejor con las in¨²tiles. Aunque es muy dif¨ªcil establecer la frontera. Hay una aplicaci¨®n que no pienso descargarme nunca. La llamada el ¡°test de la muerte¡±. No por complicada, sino por demasiado sencilla. Al parecer, para saber el d¨ªa en que te vas al otro lado, a guardar los cipreses, lo ¨²nico que requiere la aplicaci¨®n es que introduzcas tu nombre, edad, sexo, peso y altura. Curiosamente, no les interesa cu¨¢ndo caduca la tarjeta de cr¨¦dito. Una posible ventaja de saber con anticipaci¨®n la fecha de tu muerte ser¨ªa la de disponer de tiempo para pensar un epitafio. Pero tampoco se preocupe por eso si es que decide hacer el ¡°test de la muerte¡±. Hay varias aplicaciones que le ayudar¨¢n a escribir un epitafio. En una se ve una l¨¢pida que dice: ¡°Esto ha sido todo¡±. No est¨¢ mal, pero prefiero la que sugiere el t¨ªtulo de un relato de ?Philip K. Dick: ¡°Esperando al a?o pasado¡±. Aunque es dif¨ªcil superar el epitafio que alude a los pimientos de Herb¨®n (o de Padr¨®n): ¡°El ¨²ltimo s¨ª que picaba¡±.
Ten¨ªa dudas positivas sobre mi inteligencia natural, pero ya no tengo ninguna sobre mi desinteligencia artificial
He descartado por in¨²tiles, sin m¨¢s, todas las que ayudan a ganar dinero. En cambio, me pareci¨® ¨²til una aplicaci¨®n que se presenta como ¡°radar para detectar fantasmas¡±. Entre las que consider¨¦ muy ¨²tiles, he descargado varias apps para distinguir ¨¢rboles, plantas silvestres y, c¨®mo no, las estrellas en el firmamento. Hac¨ªa estas descargas muy ilusionado, incluso emocionado, con fe en el solucionismo tecnol¨®gico. Mi m¨®vil inteligente iba, por fin, a identificar lo desconocido. A nombrar lo que me fascinaba, pero que para m¨ª todav¨ªa no ten¨ªa nombre. El chollo que a Linneo, Humboldt y toda esa pe?a les llev¨® a?os eternos de trabajo paciente lo iba a zanjar en un plis plas con dos pares de aplicaciones. Ya en acci¨®n, probaba primero con lo conocido, para fajarme con la inteligencia. Enfocaba un pino y la aplicaci¨®n me insist¨ªa en que aquello era un tejo. Y en la de las plantas, lo que me a m¨ª me parec¨ªa una dedalera, para la aplicaci¨®n era la peligrosa ac¨®nito. Con la app de observaci¨®n del firmamento se me cay¨® el cielo encima. Literalmente. Donde me indicaba la Polar, yo solo ve¨ªa la se?al luminosa del repetidor de televisi¨®n del monte Faro.
Ten¨ªa dudas positivas sobre mi inteligencia natural, pero ya no tengo ninguna sobre mi desinteligencia artificial. He perdido mi autoestima artificial. Llega un momento en que dejas de utilizar aplicaciones para convertirte en una aplicaci¨®n de tu tel¨¦fono.
Me da envidia la gente a la que veo feliz con su tel¨¦fono inteligente. Hay quien mantiene la teor¨ªa de que los m¨¢s j¨®venes, los llamados posmillennials, ya han superado esa frontera de lo natural y lo artificial. Han nacido con el m¨®vil, es una prolongaci¨®n anat¨®mica y neuronal. Puede parecer una atadura, pero tambi¨¦n puede ser una llave para ser m¨¢s libre en las relaciones. Como en su tiempo supuso una ampliaci¨®n de libertad la correspondencia privada.
Balzac conoci¨® a su gran amor por una novedosa combinaci¨®n del correo personal y la publicidad period¨ªstica. Ewelina Hanska, una joven y culta polaca casada con un conde rico y pelma, combat¨ªa el aburrimiento leyendo literatura francesa. Le apasionaron las novelas de Balzac y comenz¨® a enviarle cartas sin remite con la firma de ¡°La Extranjera¡±. Al leerlas, quien se incendi¨® fue Balzac. La ¨²nica pista es que estaban expedidas desde Odesa. Hasta que en una carta, La Extranjera envi¨® esta nota: ¡°Una frase vuestra en El Cotidiano me har¨¢ saber que hab¨¦is recibido mi carta y que puedo escribiros sin temor. Firmad: A la E. H. B.¡±. El novelista public¨® una nota en el diario, el ¨²nico franc¨¦s que circulaba en Rusia, con esa contrase?a. Esto ocurr¨ªa en 1833. Y ella y ¨¦l viv¨ªan unidos en Par¨ªs cuando Honor¨¦ de Balzac falleci¨® en 1850.
Es de suponer que Ewelina y Balzac no tendr¨ªan problema en descargar alguna aplicaci¨®n para contactos y citas. Hay muchas, pero hay alguna de moda que facilita el encuentro sexual ¡°sin ch¨¢chara¡±. Eso s¨ª que me parece un atraso in¨²til: ?Un amor sin ch¨¢chara!?
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