A prop¨®sito del dolor de los desconocidos
Las tragedias de Siria o los rohingyas siguen cubiertas de misterio para los occidentales
De tanto en tanto llegan im¨¢genes y noticias de algunos terribles acontecimientos que suceden muy lejos de aqu¨ª. Hay guerras y un mont¨®n de gente tiene que abandonar sus casas, y huir. Existen lugares donde llegan los enemigos y se llevan a j¨®venes y adultos como prisioneros, qui¨¦n sabe qu¨¦ suerte correr¨¢n. Lejos, muy lejos, ha tenido lugar la persecuci¨®n de la minor¨ªa de los rohingyas por el r¨¦gimen de Myanmar, la antigua Birmania. Una persecuci¨®n que quiere decir matanzas y violaciones y humillaciones sin fin. En otro punto remoto, de pronto se precipitan desde el cielo toneladas de explosivos y mueren un mont¨®n de ni?os. Fueron los aviones de Arabia Saud¨ª en su ofensiva contra los Huthi, en Yemen. Mientras tanto, la guerra de Siria agoniza y para muchos de los que tuvieron que salir corriendo ha llegado la hora del regreso.
Ah¨ª est¨¢n las fotograf¨ªas que recogen algunas de estas tragedias. Se publican una y otra vez hasta el punto de que casi pierden significado. Est¨¢n las largas caravanas de los refugiados que vuelven a casa, las colas de los perseguidos, la fila de unos ni?os que fueron apresados por unos y que se los devuelven a los otros. Hace falta fijarse con mucha atenci¨®n para reconocer, en cada uno de esos rostros ¡ªextra?os, desconocidos, remotos¡ª las huellas del dolor. Algunas veces, incluso, en medio de aquellos infiernos hay ni?os que sonr¨ªen.
No es f¨¢cil expresar el dolor, verbalizarlo, darle forma. Hay solo unos pocos que consiguen hacerlo. Es el caso de Marguerite Duras. Ya casi al final de la II Guerra Mundial, durante los ¨²ltimos d¨ªas de la ocupaci¨®n alemana de Francia y los primeros d¨ªas de la liberaci¨®n, fue escribiendo un diario. No se public¨® hasta 1985 y en Espa?a la traducci¨®n se hizo en 1999. Lo que hay en esas p¨¢ginas, que se titularon El dolor, es su experiencia, y es ¨²nica. Como son ¨²nicas las experiencias de cada una de esas personas que d¨ªa tras d¨ªa llenan las p¨¢ginas de los peri¨®dicos para ilustrar de manera abstracta el dolor de la guerra y las persecuciones.
Alemania est¨¢ a punto de ser derrotada y Marguerite Duras teme que a su marido, Robert L., le peguen un tiro. Los nazis se lo llevaron a un campo de concentraci¨®n y, en los estertores del final, Duras empieza a obsesionarse con que se lo han quitado de en medio. Sue?a que lo asesinan y que lo dejan tirado en cualquier parte. ¡°Yo lucho contra las im¨¢genes de la cuneta oscura¡±, dice.
Lo busca incansablemente, acude donde llegan los prisioneros reci¨¦n rescatados, pregunta una y otra vez. Su dolor nos resulta familiar porque familiar es el escenario donde lo vive, Par¨ªs, y familares los verdugos y las v¨ªctimas. Son casi todas mujeres a las que les toca ese tormento tan desgarrador de la espera. ¡°Somos la vanguardia de un combate sin nombre, sin armas, sin sangre vertida, sin gloria, la vanguardia de la espera¡±, apunta en las p¨¢ginas de su diario.
¡°Ahora, entre el amor que tengo por ¨¦l y el odio que les profeso, ya no s¨¦ distinguir. Es una sola imagen con dos caras. en una de ellas est¨¢ ¨¦l, con el pecho frente al alem¨¢n, con la esperanza de doce meses que se ahoga en sus ojos, y en la otra cara est¨¢n los ojos del alem¨¢n que apuntan¡±, escribe. Es una imagen que atrapa los delirios del dolor. La literatura de Duras los expresa. En las im¨¢genes que recogen los peri¨®dicos de los dramas del otro lado del mundo, ese dolor queda mudo.
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