La Diada a ninguna parte
Hace tiempo que la principal l¨ªnea que divide a los pol¨ªticos independentistas no es ideol¨®gica, sino estrat¨¦gica
Otra vez se llenaron las avenidas de Barcelona. Siete a?os van. Pero esta vez los elogios y frases autocomplacientes dentro del movimiento se mezclaban con varios mensajes de desconcierto: ¡°s¨ª, marchamos¡±, parec¨ªan decir, ¡°pero ?hacia d¨®nde exactamente?¡±. Porque todas estas personas se encuentran hoy m¨¢s hu¨¦rfanas que ayer de un liderazgo consistente.
Hace ya tiempo que la principal l¨ªnea que divide a los pol¨ªticos independentistas no es ideol¨®gica (izquierda contra derecha, moderados contra radicales), sino estrat¨¦gica. La facci¨®n legitimista ha venido marcado el tono apoy¨¢ndose en la supuesta legitimidad inapelable del Parlament, fundamentada en el mandato de la mayor¨ªa (exigua, cabe a?adir) de votos populares. Mientras el enjuiciamiento de l¨ªderes les ha otorgado munici¨®n argumental, la vulneraci¨®n de las leyes y del reglamento del propio Parlament se lo ha restado. Sin embargo, el legitimismo manten¨ªa el suficiente arrastre como para que sus cr¨ªticos pragm¨¢ticos se lo pensasen dos veces antes de airear sus diferencias.
Ahora bien, el pragmatismo y sus adeptos llevan a?os esperando resultados efectivos para la ampliaci¨®n de la mayor¨ªa social que apoya la causa secesionista, dispuestos a marcar una ruta hacia la rep¨²blica con varias etapas. En todo este tiempo, consideran, la estrategia y el liderazgo legitimista no han acercado a Catalu?a al objetivo final de la independencia.
Sin embargo, los legitimistas se sienten cada vez m¨¢s agraviados por lo que ven como una ofensiva estatal, y est¨¢n convencidos de que su agravio se extiende poco a poco entre la ciudadan¨ªa catalana. As¨ª que, entienden, la estrategia m¨¢s efectiva deber¨ªa ser aquella que capitalice y extienda el agravio, que lo subraye, y que defienda lo que (en teor¨ªa) se consigui¨® en octubre de 2017: una rep¨²blica que nadie m¨¢s reconoce. Desde este punto de vista, cualquier posici¨®n no ya pragm¨¢tica, sino meramente tibia o poco definida, s¨®lo puede ser considerada como contraproducente.
Ambos (pragm¨¢ticos y legitimistas) se sienten perdidos, pero cada uno piensa que el otro controla el movimiento, y quiere llevarlo en la direcci¨®n opuesta. Por ahora, esta tensi¨®n se circunscribe a los m¨¢s activistas del independentismo. La cabecera es la primera en notar el desgaste de movilizaci¨®n tan prolongada sin producir cambios palpables. Pero acabar¨¢ por filtrarse a todos los niveles.
Hasta el m¨¢s creyente se preguntar¨¢ qu¨¦ pasa si, tras siete a?os en los que le promet¨ªan y se promet¨ªa a s¨ª mismo que estaba a punto de alcanzar la meta, acaba en el mismo sitio en el que comenz¨®. Ni cien, ni doscientas, ni trescientas mil, ni siquiera un mill¨®n de personas caminando al mismo tiempo, convenci¨¦ndose entre ellas de que el siguiente paso es el ¨²ltimo, encontrar¨¢n lo que buscan si no disponen de un mapa que defina de manera realista y fidedigna el territorio que pretenden transitar para alcanzar su destino.
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