El ¡®indie rock¡¯ ser¨¢ femenino o no ser¨¢
Caroline Rose, Soccer Mommy o Snail Mail son algunos de los nuevos talentos de una escena de j¨®venes mujeres que, comandada por Courtney Barnett, pulveriza estereotipos en los EE UU
Solo el tiempo dir¨¢ si el ¨²ltimo 8 de marzo supuso un punto de no retorno entre el pasado y un futuro a¨²n por pulir. Pero lo que s¨ª que es seguro es que llevamos al menos dos o tres temporadas gozando de remesas de discos que, pr¨¢cticamente en cualquier dictado creativo, proponen sus recetas m¨¢s aventuradas con nombre de mujer.
En el caso del ya viejo indie rock norteamericano, aquel conglomerado de peque?as escenas que ¡ªcon el impulso de cierta autogesti¨®n y hornadas tan liberadoras como la de las riot grrrl de Olympia¡ª infestaron los a?os noventa de adherentes riffs de guitarra y estribillos que fund¨ªan delicadeza y vigor bajo formas espartanas, casi siempre en baja fidelidad, su regeneraci¨®n lleva un par de a?os pasando por las manos de f¨¦minas que a¨²nan talento y descaro a partes iguales.
Los medios digitales estadounidenses de rigor bullen de actividad cada vez que una de ellas emerge con un disco de campanillas. Festivales nuestros como el Primavera Sound (por cuya ¨²ltima edici¨®n pasaron Jay Som o Waxahatchee) o el FIB (por el que lo hizo la fascinante Caroline Rose) se hacen eco, aunque sea en escenarios secundarios. Su predominancia en el indie rock estadounidense es ya abrumadora.
Todas siguen en cierto modo la estela de la lenguaraz Courtney Barnett, referente absoluto en cuanto a desparpajo l¨ªrico y proyecci¨®n de una femineidad que esquiva estereotipos y se aleja consciente e intencionadamente de los clich¨¦s del amor rom¨¢ntico y los roles pasivos que hasta ahora predominaban, incluso en ¨¢mbitos indies. La combinaci¨®n desprejuiciada de referentes muy comerciales (incluso abiertamente mainstream) con algunos emblemas de aquella independencia es otro de los factores que explican por qu¨¦ ahora mismo son un algo m¨¢s que soplo de aire fresco. El relevo a Kim Deal, Tanya Donelly, Hope Sandoval, Kristin Hersh o Liz Phair est¨¢ m¨¢s que garantizado. Y sin limitarse a la copia a carboncillo.
El caso de Caroline Rose es paradigm¨¢tico: comenz¨® con Joni Mitchell o Bob Dylan como referentes, pero su fant¨¢stico segundo ¨¢lbum (Loner, 2018) es una colecci¨®n de irresistibles golosinas pop que se sostienen sobre ritmos desvencijados y bases electr¨®nicas de desguace, regadas por un irresistible sentido del humor ¡ªapuntalado por una est¨¦tica muy de las pelis de Harmony Korine¡ª que no hace sangre de sus desencuentros sentimentales: m¨¢s bien al contrario, extrae jocoso combustible. Una joven neoyorquina que holla el punto de encuentro en el que podr¨ªan citarse Le Tigre y Kate Bush, nada menos. El jueves 19 de julio en Benic¨¤ssim fue su primera visita a nuestro pa¨ªs y nos puso sobre la pista de toda una estrella en ciernes.
19 primaveras contemplan por su parte a Snail Mail, el nombre art¨ªstico de Lindsay Jordan, joven de Baltimore tan fascinada por Liz Phair o Mary Timony (Helium) como por Gillian Welch, quien exorciza sus fantasmas de post adolescencia en discos tan fascinantes como el publicado este a?o Lush (Matador, 2018), su segundo ¨¢lbum. Luces y sombras en clave ac¨²stica, sentidas letan¨ªas de vez en cuando rasgadas por incandescentes destellos de luz, realmente adictivos, que comparten algunas claves con el tambi¨¦n extraordinario estreno de Soccer Mommy, alias de Sophie Allison, una chica de Nashville tambi¨¦n con la mayor¨ªa de edad reci¨¦n estrenada, y que en Clean (Fat Possum, 2018) borda con magn¨¦tica brillantez una f¨®rmula que tambi¨¦n se explica por sus influencias confesas: de nuevo Liz Phair, pero tambi¨¦n, ojo, Taylor Swift y hasta Avril Lavigne.
Esa forma de envolver caramelos de procedencia indie de forma m¨¢s accesible, e incluso satinada, de algunas de sus valedoras y sin dejarse el hechizo hecho jirones por el camino, es una de sus se?as de identidad: que se lo digan a Jay Som, el nombre bajo el que se esconde la californiana Melina Duterte (de ascendencia filipina), quien siempre ha hecho gala de tener a Carly Rae Jepsen en su devocionario sin que su sonido dream pop pierda ni una sola de sus propiedades. Todos aquellos asistentes al ¨²ltimo Primavera Sound que sacrificaron parte del atestado concierto de Franz Ferdinand para dispensarle a ella unos minutos en otro escenario, podr¨¢n dar fe de ello. Su segundo ¨¢lbum, Everybody Works (Polyvinyl Records, 2017), sali¨® hace algo m¨¢s de un a?o, pero ha comenzado a resonar con fuerza en Europa ahora.
Como la virginiana Lucy Dacus, desde un prisma m¨¢s folk pero tambi¨¦n m¨¢s elaborado, se postula como una de las m¨¢s brillantes continuadoras (no pierdan el ojo al reciente Historian, su segundo largo) de una saga que en los ¨²ltimos tiempos, siguiendo la brecha abierta por portentos como Angel Olsen, est¨¢n capitalizando: Julien Baker, Madeline Kenney, Julie Byrne o Waxahatchee, el proyecto de Katie Crutchfield.
El peso espec¨ªfico adquirido por todas ellas en los ¨²ltimos meses es tan notorio que ahora mismo cuesta imaginar otro indie rock yanqui, en pleno 2018, que no pase por sus manos.
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