Cortina de humo
La pol¨¦mica en torno al curr¨ªculo distorsiona el debate p¨²blico
Una tesis doctoral de 324 p¨¢ginas titulada Innovaciones de la diplomacia econ¨®mica espa?ola. An¨¢lisis del sector p¨²blico, defendida hace seis a?os en una universidad privada madrile?a, la Camilo Jos¨¦ Cela, ha centrado el debate p¨²blico en Espa?a en los ¨²ltimos d¨ªas, mientras los ciudadanos se familiarizaban con el Turnitin o Plagsacan, programas inform¨¢ticos que sirven para detectar si se han producido plagios. Es cierto que esa tesis estaba firmada por el presidente de Gobierno, Pedro S¨¢nchez, y es verdad tambi¨¦n que, de forma extra?a, no era un documento totalmente p¨²blico. Era posible escrutarlo en la propia universidad, en su edici¨®n de papel, pero hasta ayer no estuvo disponible en la plataforma Teseo, donde pueden acceder todos los ciudadanos y donde esa tesis puede ser ¨²til a los investigadores (porque ese es el prop¨®sito de una tesis, no solamente adornar el curr¨ªculo). Solo la presi¨®n pol¨ªtica ha conducido a Pedro S¨¢nchez a autorizar finalmente la publicaci¨®n libre de este documento.
El escrutinio del trabajo de los servidores p¨²blicos y de sus curr¨ªculos no solo es deseable, sino que, como en otros pa¨ªses avanzados, deber¨ªa formar parte de procedimientos rutinarios de transparencia administrativa. Sin embargo, este no ha sido el caso en el esc¨¢ndalo que rodea a la tesis doctoral de S¨¢nchez, sino que todo se ha presentado con una absoluta falta de rigor. Lanzar en el Parlamento la acusaci¨®n de plagio o a la existencia de un coautor oculto de una tesis alegando "dudas razonables", como hizo el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, sin aportar la menor prueba y con el altavoz c¨®mplice de alg¨²n medio de comunicaci¨®n, es un asunto pol¨ªtico. Una cosa es el escrutinio deseable de los pol¨ªticos electos y otra dar al Parlamento un uso espurio, confiando en que la repercusi¨®n medi¨¢tica que proporciona esa tribuna institucional act¨²e como un foro de propaganda que amplifique los mensajes sin contrastar. Las acusaciones en el Parlamento no deber¨ªan ser acusaciones difusas y destinadas a envenenar el debate. El Congreso no deber¨ªa ser usado como un lugar para lograr que todo un pa¨ªs est¨¦ pendiente de algo que muy bien puede ser falso. Actitudes semejantes deterioran el sistema democr¨¢tico (un sistema que se ve sometido a prueba con demasiada ligereza y reiteraci¨®n), conducen a sospechas generalizadas sobre nuestros representantes y, adem¨¢s desv¨ªan la atenci¨®n de asuntos mucho m¨¢s determinantes, que siempre parece f¨¢cil esconder tras agotadoras cortinas de humo.
Un debate sobre la necesidad de aumentar las exigencias de transparencia de la Administraci¨®n ser¨ªa bienvenido. Tambi¨¦n ser¨ªa bienvenido que la oposici¨®n pusiera en aprietos al Gobierno, como es su deber, pero no con acusaciones faltas de pruebas, sino con argumentos, datos ciertos y trabajo esforzado. Las acusaciones sin pruebas no hacen m¨¢s transparente la vida pol¨ªtica espa?ola. M¨¢s bien lo contrario: en la versi¨®n ib¨¦rica de Trump, reducen la pol¨ªtica a la cultura del espect¨¢culo. El populismo que ha vuelto a aparecer como consecuencia de la crisis de 2008 (cuyo desgraciado aniversario se recuerda hoy mismo), no es un peligro que se combata f¨¢cilmente, pero la peor manera de afrontarlo es la manipulaci¨®n de las instituciones persiguiendo r¨¦ditos electorales inmediatos. El cuidadoso manejo de las instituciones por parte de la oposici¨®n y, desde luego, del Gobierno se impone hoy d¨ªa como una necesidad apremiante.
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