Fuera de juego
Parar el partido reglamento en mano para acusar de tramposo al rival es un cl¨¢sico que hace las delicias del respetable p¨²blico
Cambio de tercio en la agenda espa?ola. Del empe?o en recordar el primer aniversario de la insurrecci¨®n secesionista se ha pasado a la guerra de t¨ªtulos universitarios. Todo gracias al golpe de efecto de Rivera, que ha logrado zafarse de la pinza entre S¨¢nchez y Casado mediante la denuncia de su falsificaci¨®n acad¨¦mica. Eso ha obligado a parar el juego pol¨ªtico y encender la moviola o el VAR para escrutar si la tesis de S¨¢nchez fue gol o no lo fue, por haberse obtenido en fuera de juego. Que es lo que afirma la prensa de oposici¨®n, reeditando una segunda versi¨®n tragic¨®mica de aquella conspiranoia sobre el 11-M.
Parar el juego reglamento en mano para acusar de tramposo al rival es el cl¨¢sico sesgo de la competitividad masculina. As¨ª lo descubri¨® la te¨®rica del feminismo de la diferencia, Carol Gilligan, tras advertir que los ni?os juegan de forma diferente a las ni?as, pues mientras estas interrumpen el juego en cuanto alguna se lesiona para ser consolada por todas las dem¨¢s, aquellos en cambio no detienen la partida por mucho da?o que se hagan, y s¨®lo paran el juego en cuanto sospechan que su rival hace trampas. Y de aqu¨ª dedujo Gilligan la contraposici¨®n de la ¨¦tica del cuidado, t¨ªpicamente femenina, frente a la ¨¦tica de la competici¨®n, definitoria de la identidad masculina.
Y es en la pol¨ªtica donde mejor se evidencia este sesgo competidor, que se caracteriza por dos ¨²nicas reglas parad¨®jicamente contradictorias. La primera es la obsesi¨®n por ganar a cualquier precio, incluyendo el de infringir las reglas mientras no te cojan in fraganti. Y la segunda es evitar que te hagan trampas haci¨¦ndote quedar como un pardillo. De ah¨ª el cruce permanente de mutuas acusaciones de fullero, tah¨²r y tramposo, que obligan a parar el juego cada poco. Como ahora ha hecho Rivera acusando a S¨¢nchez de plagiario. Y si la acusaci¨®n no se sostiene tampoco importa, pues al parar el juego al menos te apuntas el tanto de marcar la agenda llevando la iniciativa ante los dem¨¢s.
Pero en esta ocasi¨®n hay algo que contradice las tesis de Gilligan sobre la diferencia de g¨¦nero, pues de los cuatro t¨ªtulos acad¨¦micos que han sido puestos en tela de juicio, dos corresponden a varones, pero los otros conciernen a mujeres. Lo que revela una sorprendente paridad de trampas y no s¨®lo de m¨¦ritos, como si para triunfar en un mundo de hombres las mujeres hubieran de superar pruebas tanto de madurez como de capacidad defraudadora. Hasta ahora se pod¨ªa creer que cuando las mujeres accedieran al poder lograr¨ªan evitar la corrupci¨®n pol¨ªtica, pero ahora ya no podemos estar tan seguros. Por eso tambi¨¦n habr¨¢ que exigirles rendici¨®n de cuentas, para prevenir su ca¨ªda en la tentaci¨®n masculina de la competici¨®n fraudulenta.
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