Por qu¨¦ deber¨ªamos comer medusa para salvar los oc¨¦anos
Alimentar al mundo y terminar con las invasiones de medusas es posible si nos acostumbramos a su sabor
Escondido entre las dunas del sudoeste de la provincia de Buenos Aires, el pueblo vacacional de Monte Hermoso bulle de actividad: es verano, y las playas de la localidad desbordan de veraneantes. Ni?os y ni?as corren por el lugar, construyendo castillos de arena, jugando con un surtido de pelotas y riendo. Mujeres y hombres reposan sobre tumbonas, sus pieles relucientes con protector solar y lociones bronceadoras. Jubilados y pensionistas caminan sin cesar a lo largo de la l¨ªnea costera, charlando en animados grupos de dos, tres y cuatro.
La escena no diferir¨ªa mucho de otros destinos de playa alrededor del mundo -por ejemplo, M¨¢laga, Rimini, o Piri¨¢polis- de no ser por un detalle particular: sin importar cu¨¢nto suba la temperatura, las aguas azul profundo permanecen vac¨ªas. Nadadores, surfistas, kayakistas; nadie est¨¢ all¨ª. La raz¨®n es simple: debajo de la superficie del oc¨¦ano bancos de criaturas fantasmag¨®ricas y tentaculares esperan. En tierra, la situaci¨®n puede parecer bajo control humano, pero aventurarse solo unos pasos dentro del agua implica estar hasta la rodilla en territorio de medusas.
La aguaviva
Olindias sambaquiensis es un depredador acu¨¢tico y transl¨²cido. Su peque?o cuerpo alcanza t¨ªpicamente los 9-10 cent¨ªmetros de di¨¢metro y est¨¢ dotado de 38 tent¨¢culos capaces de proporcionar una dolorosa picadura. Es una de las 689 especies de medusas que habitan la regi¨®n sudoeste del oc¨¦ano Atl¨¢ntico; en Argentina solo se utiliza una palabra para referirse a cualquiera de ellas, sin distinci¨®n: aguaviva. Cada verano, entre 500 y 1.000 casos de picaduras de medusa se reportan en Monte Hermoso. Es el lugar del pa¨ªs donde la picadura de medusa es m¨¢s probable,? pero no es un caso ¨²nico.? Los bancos de medusas han obstruido redes de pesca, interrumpido operaciones de acuicultura marina y provocado breves p¨¢nicos en playas y lugares tan distintos como Inglaterra, Jap¨®n y el mar de Azov. En a?os recientes docenas de plantas nucleares alrededor del globo han tenido que cesar sus operaciones debido a la proliferaci¨®n espont¨¢nea de medusas: las mismas ca?er¨ªas que toman agua de refrigeraci¨®n pueden aspirar medusas en cantidades industriales. Los barcos de gran porte tambi¨¦n se exponen a sufrirlas. En 2006 el USS Ronald Reagan,?un portaaviones nuclear, qued¨® moment¨¢neamente fuera de servicio despu¨¦s de atravesar un banco de medusas.
Las medusas son uno de los pocos ganadores naturales del cambio clim¨¢tico, ya que su ciclo reproductivo se ve favorecido por el ascenso de temperatura en los ciclos oce¨¢nicos
Las razones de la explosi¨®n
La explosi¨®n de las medusas en todo el mundo se debe a una serie de factores interrelacionados. Una de las principales causas es la sobrepesca de sus predadores naturales, como el at¨²n, que a su vez elimina la competencia por el alimento y el espacio para reproducirse. En paralelo, diversas actividades humanas en zonas costeras tambi¨¦n ayudan a explicar el fen¨®meno: all¨ª donde enormes cantidades de nutrientes son volcadas al mar (en forma de residuos agr¨ªcolas, por ejemplo) se producen explosiones de poblaciones de algas y plancton, que consumen el ox¨ªgeno del agua y generan las denominadas zonas muertas. No muchos peces y mam¨ªferos acu¨¢ticos pueden sobrevivir en ellas, pero las medusas s¨ª, y adem¨¢s encuentran en el plancton una fuente de alimentaci¨®n abundante e ideal. Cuando las poblaciones de medusas logran establecerse, las larvas de otras especies terminan siendo parte del men¨² tambi¨¦n, desequilibrando la cadena tr¨®fica.
Las medusas son, adem¨¢s, uno de los pocos ganadores naturales del cambio clim¨¢tico, ya que su ciclo reproductivo se ve favorecido por el ascenso de la temperatura en los ciclos oce¨¢nicos. Pero hay m¨¢s factores. Existe evidencia de que ciertas especies de medusa se reproducen con mayor facilidad junto a estructuras costeras artificiales, como muelles y embarcaderos. Por esta raz¨®n, es dif¨ªcil dilucidar si los esfuerzos por detener, o incluso revertir el cambio clim¨¢tico representan una soluci¨®n a la creciente presencia de medusas en los mares, al menos mientras se sigan generando problemas en ecosistemas costeros y cadenas alimenticias marinas.
Hasta la fecha han habido varios intentos para contrarrestar el efecto de las medusas en varios lugares del mundo. Por ejemplo, el uso de redes antimedusa en el Mediterr¨¢neo, trituradoras de acero en las quillas de portaaviones en China y el uso de robots asesinos?en Corea del Sur. Pero ninguno de estos intentos ofrece una soluci¨®n real al problema: las redes antimedusa terminan atrapando todo lo que se mueve (poniendo otras especies marinas en riesgo), y tanto los esfuerzos chinos como surcoreanos se enfocan m¨¢s en la protecci¨®n de activos estrat¨¦gicos (barcos, plantas de energ¨ªa) que en abordar las causas sist¨¦micas de la proliferaci¨®n de medusas.?
Entretanto -y no lejos de Monte Hermoso- un cient¨ªfico enarbola una idea m¨¢s interesante: si queremos resolver el problema de las medusas, debemos dejar de verlas como una molestia, y comenzar a verlas como comida.
El 'hombre medusa'
¡°S¨ª, yo soy el hombre medusa, bromea Agust¨ªn Schiariti desde su oficina del Instituto Nacional de Desarrollo Pesquero (INIDEP).?
La sede central del INIDEP est¨¢ en el mar del Plata, ciudad portuaria que es tambi¨¦n el destino veraniego m¨¢s popular de la Argentina, unos cientos de kil¨®metros al este de Monte Hermoso. El edificio del instituto se erige sobre un masivo rompeolas que separa la base de submarinos de la ciudad de la lujosa franja de costa conocida como playa Grande. En ¨¦l docenas de cient¨ªficos y estudiantes de doctorado trabajan en proyectos de ciencias marinas aplicadas que van desde el cp control por sat¨¦lite del mar argentino hasta el desarrollo de programas piloto de pesquer¨ªa para especies como el pez lim¨®n y el pulpo. Aqu¨ª, en el marco del programa de Ecolog¨ªas Pesqueras, Schiariti lidera la investigaci¨®n sobre las medusas.
Su oficina parece confirmar el apodo: fotos de coloridos espec¨ªmenes, mapas oce¨¢nicos y notas garabateadas con nombres cient¨ªficos de especies y subespecies cuelgan de las paredes. Sobre el escritorio, una medusa de peluche se apoya en el costado de un monitor, y arriba, un par de docenas de libros sobre medusas descansan en una estanter¨ªa flotante.
¡°Las regiones costeras de todo el mundo han visto mucho desarrollo en las ¨²ltimas d¨¦cadas. Hemos instalado plantas nucleares y f¨¢bricas, construido hoteles y resorts para turistas¡±, dice Schiariti. ¡°Dirigimos recursos a un sinn¨²mero de lugares que previamente hab¨ªan visto poco o nulo desarrollo, y pocos a?os despu¨¦s notamos que casi todos los veranos, una enorme cantidad de medusas aparece en estos espacios, o en las cercan¨ªas de una planta de desalinizaci¨®n que fue instalada hace menos de una d¨¦cada¡±.
El cient¨ªfico no considera que el cambio clim¨¢tico sirva como explicaci¨®n a la proliferaci¨®n de medusas a nivel mundial y, pese a que el fen¨®meno sea visto como una maldici¨®n para muchos, tambi¨¦n puede ser percibido como una bendici¨®n. ¡°La proliferaci¨®n se vuelve un problema alrededor del planeta, y en paralelo, existen maneras para beneficiarnos de ella. La producci¨®n de alimentos es, quiz¨¢s, la m¨¢s realista y viable de todas¡±, dice.
Schiariti, con su disposici¨®n amable de profesor universitario, lleva estudiando 15 a?os las poblaciones de medusas. Su experiencia de campo, en el contexto de la explosi¨®n demogr¨¢fica global, lo ha llevado a promover la medusa como una fuente de alimentaci¨®n.?
Para empezar, es importante reconocer que la medusa tiene valor nutricional. Son, b¨¢sicamente, ¡°prote¨ªnas, agua y sal, con bajo a nulo contenido graso¡±, explica. ¡°No las considerar¨ªa un plato principal, pero funcionan bastante bien como acompa?amiento para otras preparaciones¡±.
¡°Tuve la oportunidad de probar medusa en distintas circunstancias y platos a lo largo de los ¨²ltimos a?os,¡± contin¨²a. ¡°Tiene una textura extra?a, al menos para mis est¨¢ndares: suave y crujiente al mismo tiempo. ?Es eso siquiera posible? En lo que respecta al sabor, no es tan mala como se puede imaginar. Es salada y de un sabor ligeramente suave, casi como un brote de soja. Ciertamente no lo m¨¢s memorable que se puede probar, pero tampoco lo peor.¡±
¡°Dirigimos recursos a un sinn¨²mero de lugares que previamente hab¨ªan visto poco o nulo desarrollo, y pocos a?os despu¨¦s notamos que casi todos los veranos, una enorme cantidad de medusas aparece en estos espacios, o en las cercan¨ªas de una planta de desalinizaci¨®n que fue instalada hace menos de una d¨¦cada¡±
Schiariti quiere que la gente (en Argentina y fuera de ella) se ponga en el lugar de quienes ya consumen medusa, en lugares como China, Jap¨®n, Indonesia y Tailandia. ¡°En Occidente los consumidores no piensan en la medusa como comida y los pescadores la consideran una captura inservible, en el mejor de los casos. Pero no es as¨ª en todas partes¡±, remarca. ¡°Al este de Asia la medusa es parte del men¨² hace d¨¦cadas. Se la consume en sopas, snacks y ensaladas, entre otras formas. No todos en Asia la consumen de la misma manera, ni siquiera consumen las mismas especies, y me gustar¨ªa enfatizar este aspecto. Los japoneses, por ejemplo, no consumen las mismas especies de medusa que la gente de China. Esto es una ligera prueba de que la medusa es capaz de atravesar barreras culturales y a¨²n as¨ª ser considerada una fuente valiosa de alimento en lugares muy distintos¡±. No todo es optimismo; Schiariti suaviza su entusiasmo y concede que solo 20 especies, de las miles que existen, son demandadas por estos pa¨ªses, por lo cual la pesca de medusas estar¨ªa limitada por el gusto de los consumidores.
De todas formas, Schiariti argumenta que el desarrollo de una pesquer¨ªa de medusa podr¨ªa ayudar a los pescadores artesanales del planeta, ofreci¨¦ndoles una fuente extra de ingresos. Argentina, por su parte, cuenta con una de las plataformas marinas continentales m¨¢s extensas del planeta (m¨¢s amplia que la de Brasil y aproximadamente de la mitad del tama?o de la de Estados Unidos) y es en este tipo de aguas donde las medusas abundan. Por otra parte, los futuros beneficios que pueda deparar la pesca est¨¢n atados a la disponibilidad de inversiones y educaci¨®n en la materia, y es aqu¨ª, seg¨²n Schiariti, donde se presenta uno de los mayores desaf¨ªos.
¡°Los pol¨ªticos a¨²n ven el tema con incredulidad¡±, admite, ¡°pero millones de personas ya consideran la medusa como alimento¡±. Y un mercado as¨ª tiene un potencial econ¨®mico enorme.
Pocos apoyos?
La misi¨®n de Schiariti no es nada sencilla. En Argentina es dif¨ªcil encontrar el tipo de apoyo p¨²blico y privado que una pesquer¨ªa de medusa requiere. La econom¨ªa del pa¨ªs atraviesa una crisis de grandes proporciones, y la industria pesquera refleja tanto errores presentes como pasados: embarcaciones obsoletas, salarios estancados, costes operativos altos y la competencia de pesqueros ilegales se presentan como los m¨¢s sobresalientes. Seg¨²n datos de la C¨¢mara de Industrias Navales de Mar del Plata, la edad promedio de la flota pesquera es de 40 a?os, y los problemas de mantenimiento son moneda corriente. Nada parece f¨¢cil: cualquier proyecto pesquero que involucre a la medusa tendr¨ªa los mismos problemas que aquejan al conjunto del sector.
Tampoco es f¨¢cil persuadir al resto del mundo de que incluya a las medusas en el men¨² no es sencillo. Pero Schiariti cree que comer medusa puede ser visto como un acto de empat¨ªa cultural, una manera acercarnos a otro tipo de cultura, de entender distintas maneras de pensar, y m¨¢s precisamente, de pensar la comida.
Antes de finalizar la entrevista, Schiariti me entrega un peque?o paquete de pl¨¢stico con inscripciones en chino. Al tacto se siente como un? colch¨®n de agua en miniatura relleno de bandas el¨¢sticas. ¡°Medusa, para que pruebes¡±, dice. ¡°Es de este a?o, as¨ª que supongo que es segura para comer¡±. No suena muy confiado. 0
El gusto es construido, temporal y subjetivo. Factores sociales, econ¨®micos, culturales y religiosos influyen nuestras dietas y contribuyen a hacer del gusto un concepto dif¨ªcil de encasillar, con infinitas ramificaciones
Sabores extra?os
Unos d¨ªas despu¨¦s de mi entrevista con Schiariti abro el paquete? y coloco un pu?ado de tiras en un recipiente con agua. De esta manera, seg¨²n me comentaron, la carne perder¨¢ parte de su contenido de sal. Ya tengo decidido c¨®mo voy a comerla: primero, probar¨¦ un par de piezas sin ning¨²n tipo de a?adido para tener una impresi¨®n limpia?del sabor. Despu¨¦s, si este no es espantoso, a?adir¨¦ el resto a una ensalada de tomate y lechuga, y rociar¨¦ todo con aceite de girasol y reducci¨®n de vinagre aceto bals¨¢mico.?
Mientras espero a que la medusa est¨¦ lista, empiezo a leer varios art¨ªculos? de Carolyn Korsmeyer, una fil¨®sofa del gusto y el tacto que trabaja en la Universidad de Buffalo. Sus ideas sobre las comidas extra?as e inusuales son muy enriquecedoras; abordando la famosa cena anual del Club de Exploradores, donde m¨¢s de un millar de investigadores e intelectuales se visten de gala para celebrar el ¡°instinto explorador¡± degustando comidas como insectos o test¨ªculos de toro, Korsmeyer escribe: "Comer es necesario, placentero...? e inevitablemente destructivo. Las comidas extra?as generan no solo disgusto, sino tambi¨¦n otras emociones como simpat¨ªa, l¨¢stima y curiosidad. ?Son estas emociones ¨²tiles como gu¨ªas culinarias?"??
Korsmeyer parece dirigirse a la pregunta m¨¢s amplia de qu¨¦ constituye el gusto. En principio, sabemos que es construido, temporal y subjetivo. Factores sociales, econ¨®micos, culturales y religiosos influyen en nuestras dietas y contribuyen a hacer del gusto un concepto dif¨ªcil de encasillar, con infinitas ramificaciones. El placer, por supuesto, tambi¨¦n es un concepto flexible, y cuando se asocia a la comida puede tomar diversas formas. Para algunos, estar¨¢ representado por un tomate libre de pesticidas; para otros, ser¨¢ el costillar de un animal que cazaron ellos mismos. Korsmeyer argumenta que las comidas inusuales ¡°tienen la capacidad de ocupar el tipo de funciones simb¨®licas que ocupa el arte, la transformaci¨®n de la aversi¨®n en placer, del disgusto en delicia.¡±
Dos horas ha pasado; la medusa deber¨ªa estar lista. Voy a la cocina, paso el contenido del recipiente por un colador de pasta y me quedo mirando las tiras de carne espectral, intentando decodificar su simbolismo. ?Qu¨¦ significa esto para m¨ª? Agarro una pieza y la sostengo frente a mis ojos, y pienso en las duras vidas de los pescadores de General Lavalle, un pueblo sobre la Bah¨ªa de Samboromb¨®n en el norte del mar del Plata Muerdo una pedazo. Tiene un ligero sabor a mar y la textura no es tan fibrosa, gracias a Dios. Mientras mastico, empiezo a creer que Korsmeyer tiene un buen argumento: la curiosidad puede, en efecto, funcionar como una gu¨ªa culinaria. Despu¨¦s de todo, es una de nuestras m¨¢s antiguas gu¨ªas para todo, desde territorios a descubrimientos cient¨ªficos, una fuerza que conecta pasado, presente y futuro. Trago el primer bocado y recuerdo una de las l¨ªneas finales de La biblioteca de Babel, el cuento de Jorge Luis Borges: "La certidumbre de que todo est¨¢ escrito nos anula o nos afantasma".?
No hay curiosidad posible sin un grado de incertidumbre, y el pensamiento de que estas cualidades emocionales me trajeron hasta aqu¨ª (a este momento de comida, de vida) me hace sentir bien, en calma. Agarro otro pedazo. No est¨¢ tan mal, despu¨¦s de todo.
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