Un buen tipo
La obra de Garc¨ªa Hortelano recuerda que el final del franquismo fue tambi¨¦n un momento divertido
El Metro de Madrid tiene la buena costumbre de decorar algunos vagones con fragmentos literarios. A los textos escogidos se les podr¨ªa aplicar a veces aquella escena del w¨¦stern La leyenda de la ciudad sin nombre en la que al personaje que interpreta Lee Marvin le afean la conducta unos puritanos por beber alcohol. ¡°?Ha le¨ªdo usted la Biblia? ?No le ha quitado eso su afici¨®n por la bebida?¡±, le preguntan al veterano minero, que no reconoce m¨¢s ley que la lealtad a sus socios. ¡°S¨ª, se?ora¡±, responde Marvin. ¡°Pero me quit¨® la afici¨®n por la lectura...¡±. Digamos que la literatura elegida no siempre es la mejor tarjeta de presentaci¨®n para lanzarse al descubrimiento de una obra.
Pero muchas otras veces los textos no pueden ser m¨¢s oportunos y es un placer encontrarse con, por ejemplo, unas vi?etas de Carlos Gim¨¦nez porque se abandona el vag¨®n con ganas de seguir leyendo sus tebeos, uno de los mejores relatos de la posguerra espa?ola. El otro d¨ªa apareci¨® un texto de Juan Garc¨ªa Hortelano. Durante mucho tiempo, el mundo literario espa?ol ten¨ªa todo tipo de divergencias y rencillas, pero un punto de acuerdo: que Garc¨ªa Hortelano era un tipo maravilloso e inteligente, tan gran escritor como buena persona, adem¨¢s de un luchador antifranquista. Aunque hayan pasado ya demasiados a?os desde su temprana muerte, en 1992 a los 64 a?os, la leyenda de su bonhom¨ªa se mantiene intacta. Fue un enorme novelista ¡ªNuevas amistades, El gran momento de Mary Tribune, Gram¨¢tica parda¡ª, que manejaba un humor tan sutil como implacable, y un ingenioso y certero cuentista. En el Metro pod¨ªa leerse un fragmento de uno de sus relatos, ¡®Las variaciones del uno¡¯ (que pertenece al libro Mucho cuento).
As¨ª empieza: ¡°El mismo d¨ªa en que lleg¨® la democracia, decidi¨® tomarse algunas libertades. Empez¨® por encarar sus represiones m¨¢s familiares y, as¨ª por las buenas, se permiti¨® entrar en unos grandes almacenes, hibernar las viejas amistades y arrinconar sus estudios socioecon¨®micos...¡±. Cuando lleg¨® la democracia, este pa¨ªs empez¨®, efectivamente, a tomarse muchas libertades. Nunca est¨¢ de m¨¢s rememorar todo lo que cambi¨® aquellos a?os, que tambi¨¦n fueron divertidos, no solo solemnes. El texto nos ayuda a recordar con una sonrisa de d¨®nde venimos y que la libertad que nos permite encarar nuestras represiones familiares nos la regalaron personas como ¨¦l.
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