?Un error involuntario?
El plagio del libro de S¨¢nchez y Oca?a compromete la tesis y la credibilidad del presidente
"Error involuntario¡± fue la expresi¨®n que utiliz¨® Cristina Cifuentes para justificar el hurto de aquellos potingues en Eroski. Y result¨® tan poco convincente como ahora se antoja la reacci¨®n de Moncloa al plagio en que Pedro S¨¢nchez y el profesor Carlos Oca?a incurrieron a prop¨®sito de La nueva diplomacia¡±. Es el t¨ªtulo del libro escrito a cuatro manos. Y la prueba material no ya del ¡°fusilamiento¡± urdido a costa del diplom¨¢tico Manuel Macho, sino la embarazosa expresi¨®n del problema de credibilidad al que se expone el presidente del Gobierno.
No es igual el orden acad¨¦mico que el editorial respecto a la gravedad o ejemplaridad de un plagio, pero s¨ª es demostrativo de un modus operandi del corta y pega, hasta el extremo de que va a costar trabajo disociar la tesis doctoral del libro que sobrevino despu¨¦s (o viceversa). Y no s¨®lo por ¡°haberse copiado¡±, como dec¨ªamos en el colegio, sino porque S¨¢nchez hab¨ªa negado cualquier colaboraci¨®n ajena en su tesis. Si realmente no la tuvo, resulta dif¨ªcil comprender por qu¨¦ reclut¨® al profesor Oca?a para dilatarla en un ensayo divulgado comercialmente.
Podr¨ªa decirse que La nueva diplomacia, sin pretenderlo, delata al escritor fantasma (ghostwritter, dicen los anglosajones) de la tesis. Y a?ade tantas suspicacias como las que sobrentiende un estudio comparativo del trabajo editorial y el libro en cuesti¨®n. Se abastecen ambos de un discurso no citado ni atribuido del ex ministro Miguel Sebasti¨¢n. Y puestos a plagiar, se plagian hasta las erratas, con todos los s¨ªntomas de una bomba retardada.
Le ha explotado en las manos a S¨¢nchez cinco a?os despu¨¦s por la repercusi¨®n del cargo presidencial y por el escr¨²pulo que ¨¦l mismo hab¨ªa impuesto a los esc¨¢ndalos acad¨¦micos. Tanto los propios, que condujeron al sacrificio de la ministra Carmen Mont¨®n, como los ajenos, resumidos o simbolizados en el m¨¢ster superdopado de Pablo Casado.
Ha dibujado Pedro S¨¢nchez su propia trampa. Y resulta demasiado ingenuo acogerse a la versi¨®n del ¡°error involuntario¡±. No ya por la connotaci¨®n eufem¨ªstica o por la auto indulgencia que implica la f¨®rmula, sino porque la respuesta a la informaci¨®n de El Pa¨ªs aloja tanto descaro como el que reflejaba la versi¨®n exculpatoria de Cifuentes. No ha sido un desliz el plagio. Ha sido un sistema, una pr¨¢xis, cuyas evidencias se reconocen indistintamente en la tesis y en el libro, quiera o no quiera convertirse el ¡°turnitin¡± en un procedimiento de absoluci¨®n oportunista.
Tiene gracia la extrapolaci¨®n del billar americano. Igual que se ha modificado una ley para aprobar otra en el maximalismo de los Presupuestos, las trampas que aparecen en un libro comercial denuncian las que se cometieron en la tesis, y desnudan las verg¨¹enzas de S¨¢nchez.?
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