El champi?¨®n presidencial
A veces el abus¨®n es ridiculizado con sus mismos recursos
Lo celebraban sus seguidores en los m¨ªtines. Al fin un presidente que les permit¨ªa desempolvar los viejos y queridos chistes de negros, de gais (lo que toda la vida de Dios se ha dado en llamar maricones o mariquitas), de putas, de solteronas salidas, feministas feas y rencorosas o mexicanos violadores. Al fin alguien que les aplaud¨ªa en su leg¨ªtima necesidad de llamar a las cosas por su nombre y volver al tradicional escalaf¨®n en el que los denostados hombres blancos miraban al resto de la diversidad humana desde arriba. Tambi¨¦n incorpor¨® el presidente, siempre en la vanguardia del humor, una burla, con m¨ªmica ingeniosa incluida, de una persona discapacitada. Por supuesto, que muchos, millones, le rieron el chiste. ?Por qu¨¦ no? La risa siempre es bienvenida, alivia las tensiones, y nos permite transgredir las normas. Eso s¨ª, amigo, siempre que las v¨ªctimas de la transgresi¨®n sean otros, y podamos hacer luego la consiguiente burla de los ofendidos.
El presidente Trump tuvo la astucia de definir cualquier correcci¨®n pol¨ªtica, incluso la que surgiera de la necesidad de frenar el lenguaje denigrante que se usaba contra un sector de la poblaci¨®n humillado, como la mordaza contra la libertad de expresi¨®n, y abri¨® la veda para que los demonios racistas, mis¨®ginos y xen¨®fobos brotaran de las bocas de los resentidos. Una jugada maestra de un profesional del bullying, porque ciertamente hay momentos en la historia en que los chulos est¨¢n pidiendo a gritos un l¨ªder que los represente. L¨ªder que se sirve del rencor como aglutinante y llama libertad a aquello que no es otra cosa sino agresi¨®n.
Pero, ay, puede ocurrir que un d¨ªa el profesional de la ofensa reciba un golpe inesperado en la zona que m¨¢s le duele: el miembro. Es humano. Y es que el hombre que agarraba del co?o a las mujeres de pronto se ha encontrado con que una de ellas, la actriz porno Stormy Daniels, a la que intent¨® callar la boca con 130.000 d¨®lares para que no le afeara la campa?a electoral, no solo no se calla, sino que proclama a los cuatro vientos que el pene presidencial le da un aire al champi?¨®n de Mario Kart: es peque?o, rechoncho y, en ocasiones, venenoso. Para los infatigables moralistas, como llaman ahora a los amantes de la buena educaci¨®n, esta informaci¨®n es innecesaria (aunque ha sido esta una semana en la que han salido a relucir varias pollas imperiales) pero lo cierto es que hay veces, asombrosamente pocas, en las que el personaje abus¨®n es ridiculizado con los mismos recursos innobles de los que suele hacer uso. Est¨¢ siendo elocuente el silencio del que con tanta frecuencia ha infravalorado a las mujeres por su f¨ªsico, ha sacado a relucir la menstruaci¨®n de quien hac¨ªa preguntas inc¨®modas o ha tachado de asquerosa a su adversaria. De pronto, una mujer desvela el tama?o, la forma y el bajo rendimiento de un miembro que si se compara con el resto de semejante corpach¨®n resulta insignificante y, vaya por Dios, el ofensor se convierte en ofendidito. Esa es la prueba de que todos tenemos un flanco d¨¦bil y conviene no exigir a los dem¨¢s invulnerabilidad sin antes reflexionar sobre cu¨¢les son nuestras zonas d¨¦biles. Las de Trump, era previsible, ya las hemos descubierto. Pero no me alegra el hallazgo. Demasiada informaci¨®n. No quiero que esa imagen del champi?¨®n me altere el sue?o, aunque mucho me temo que hemos entrado en una ¨¦poca en que las malas artes van a formar parte habitual del debate p¨²blico. ?No era esto tambi¨¦n la libertad de expresi¨®n?
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