Maternidad y fertilidad
Necesitamos pol¨ªticas laborales y sociales que aten¨²en los costes de la decisi¨®n de tener hijos, que hoy es muy tard¨ªa
El retraso masivo en la edad en la que las mujeres tienen su primer hijo es la principal causa de la ca¨ªda en fertilidad observada en Europa desde hace casi cinco d¨¦cadas. En 1970, las mujeres en los pa¨ªses europeos ten¨ªan su primer hijo, como media, a los 25 a?os; hoy supera los 30.
Hemos retrasado la edad social sin que hayamos sido capaces, por el momento, de alterar la biol¨®gica. Por mucho que los 40 de ahora parezcan los 20 de entonces, la edad a la que cada vez m¨¢s mujeres se plantean ser madres coincide con el descenso de su edad f¨¦rtil. Los avances en reproducci¨®n artificial podr¨ªan llevarnos a deducir que esta nueva realidad no tiene por qu¨¦ suponer un problema. Al fin y al cabo, en muchos otros ¨¢mbitos, la tecnolog¨ªa nos permite llevar una vida a a?os luz de nuestros ritmos naturales.
En La dial¨¦ctica del sexo, publicado en 1970, Firestone confiaba en que los progresos en medicina permitieran a la especie humana reproducirse fuera del cuerpo femenino para as¨ª romper una opresi¨®n at¨¢vica. Una ficci¨®n a la que la ciencia nos va acercando. Las diversas t¨¦cnicas de reproducci¨®n artificial permiten ser madres y padres a quienes por razones m¨¦dicas no podr¨ªan llegar a serlo nunca. Afortunadamente, son tratamientos estandarizados, regulados y con cobertura dentro de la sanidad p¨²blica.
No hay una sola evidencia que demuestre que el rendimiento de las mujeres disminuya cuando se convierten en madres
Lo que est¨¢ cambiando en los ¨²ltimos a?os es una tendencia hacia la generalizaci¨®n de estos m¨¦todos como soluci¨®n a la nueva realidad social de la maternidad tard¨ªa. El caso m¨¢s llamativo es la congelaci¨®n de ¨®vulos, una t¨¦cnica de preservaci¨®n de la fertilidad inicialmente creada para mujeres que se someten a tratamientos de quimioterapia y que recientemente han empezado a ofrecer multinacionales como Microsoft, Google o Apple como reclamo para atraer talento femenino.
?Funciona? Dejando al margen consideraciones ¨¦ticas, que son en realidad centrales a los l¨ªmites de la biotecnolog¨ªa, la congelaci¨®n de ¨®vulos como plan b plantea sus problemas. El tratamiento, si sumamos la fertilizaci¨®n in vitro posterior, es invasivo, enormemente caro y la falta de hist¨®rico hace que desconozcamos con exactitud su eficacia. Con informaci¨®n incompleta, la evaluaci¨®n del riesgo es solo parcial. En el limbo de lo nuevo y desconocido a¨²n por regular hay un sector lucrativo en alza que vende esperanza mientras vac¨ªa unos bolsillos y va llenando otros.
Pero hay una segunda cuesti¨®n, a¨²n m¨¢s fundamental que la anterior, que va m¨¢s all¨¢ de complejas y delicadas casu¨ªsticas individuales. Milagros P¨¦rez Oliva se preguntaba hace unas semanas en este diario si ser madre m¨¢s tarde ofrece ventajas respecto a serlo m¨¢s pronto. ?Debemos interpretar la maternidad tard¨ªa como resultado del progreso social? ?mejoran las nuevas t¨¦cnicas la capacidad de elecci¨®n de las mujeres? ?supone, como aseguran las empresas que lo avalan, esta nueva pauta demogr¨¢fica un paso m¨¢s en la liberaci¨®n femenina?
Los avances tecnol¨®gicos y cient¨ªficos son instrumentos que ofrecen posibilidades y abren fronteras. Establecen los par¨¢metros de lo posible, pero raramente constituyen por s¨ª mismos proyectos de progreso humano si no se acompa?an de decisiones colectivas debidamente meditadas que se traduzcan en objetivos pol¨ªticos claros. Si nuestras jornadas laborales hoy siguen siendo de 40 horas en vez de las 20 que pronostic¨® Keynes en los a?os treinta no es porque la automatizaci¨®n no haya llegado tan lejos como ¨¦l imaginaba que llegar¨ªa, multiplicando nuestra capacidad productiva y reduciendo por tanto el tiempo de trabajo necesario. Tendr¨ªamos m¨¢s trabajo compartido y m¨¢s disponibilidad de tiempo libre si eso es lo que socialmente hubi¨¦ramos marcado como prioritario, pero escogimos otros senderos.
La pregunta no es si estos futuros son posibles, ya sabemos que lo son, sino c¨®mo de deseables son. Como casi todo lo que tiene que ver con las mujeres, hay relatos que no estamos escuchando, conversaciones que no acabamos de iniciar. Convertir en pacientes a quienes no est¨¢n enfermas por anticipar un posible problema futuro parece a priori bastante m¨¢s doloroso y costoso que interrogarnos por la necesidad de esa postergaci¨®n. No hay una sola evidencia que demuestre que el rendimiento de las mujeres disminuya cuando se convierten en madres, o que los, cada vez m¨¢s inalcanzables, umbrales de estabilidad laboral, habitacional o incluso emocional sean condici¨®n necesaria para dar un paso as¨ª. Necesitamos pol¨ªticas que aten¨²en estas l¨ªneas de conflicto, que amortig¨¹en el coste personal y social de estas aventuras. Sofisticados m¨¦todos para preservar la fertilidad no parecen ser la respuesta, solo necesitamos tenerlo claro.
Margarita Le¨®n es profesora de Ciencia Pol¨ªtica de la Universitat Aut¨°noma de Barcelona.
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