Villarejo, S¨¢nchez y los diez negritos

Ya le gustar¨ªa a Villarejo someter a la Corona y al Gobierno con su repertorio de psicofon¨ªas, pero el poder hiperb¨®lico que le atribuyen sus adversarios tanto refleja la abstracci¨®n de las cloacas como implica una derivada estrat¨¦gica: m¨¢s grande es el monstruo, mejor puede compadecerse a sus v¨ªctimas y protegerlas de su propia negligencia.

Es el camino que ha emprendido Pedro S¨¢nchez para custodiar a la ministra de Defensa. Y para exponerla como m¨¢rtir oportunista del Mefist¨®feles ca?¨ª. El desprestigio de Villarejo se utiliza para encubrir los errores en que ha incurrido Dolores Delgado. S¨¢nchez no puede permitirse un nuevo sacrificio ni convertir su gabinete en la subtrama pol¨ªtica de los Diez negritos, pero el plan de salvamento a medida tanto se ha resentido del contratiempo de un nuevo incendio ¡ªPedro Duque¡ª como se antoja precario en la dial¨¦ctica ventajista del mal contra el bien.

?Por qu¨¦ deber¨ªa dimitir Dolores Delgado? En primer lugar porque ella misma representa un problema de credibilidad. La modulaci¨®n de sus versiones sobre los v¨ªnculos accidentales o l¨²dicos con Villarejo implican tanta improvisaci¨®n como frivolidad y embustes.

El segundo motivo ¡ªo el primero¡ª consiste en el peligro de las grabaciones pendientes. Producciones Villarejo las distribuye a su antojo, descontexualizadas, extempor¨¢neas, pero los contenidos se han demostrado letales. Y pueden seguir si¨¦ndolo como un arsenal de bombas temporizadas.

La tercera raz¨®n ¡ªo la primera¡ª radica en el vac¨ªo que han creado en torno a la ministra no ya unos cuantos exponentes socialistas sino los principales aliados de la coalici¨®n parlamentaria. Iglesias y Rufi¨¢n han exigido la cabeza de Dolores Delgado en el umbral de los Presupuestos. Y han planteado adem¨¢s, con raz¨®n, que el monstruo de Villarejo no era un chacal solitario, sino un roedor que operaba en un h¨¢bitat de abyectas connivencias con la pol¨ªtica, las finanzas, la prensa y la far¨¢ndula.

El cuarto motivo ¡ªo el primero¡ª consiste en la ejemplaridad. Pedro S¨¢nchez hab¨ªa establecido unos criterios de escr¨²pulo ¨¦tico y de responsabilidad que la ministra ha contravenido con sus boutades y tergiversaciones. El camino de perfecci¨®n que ya hizo descarrilar a los ministros de Cultura y de Sanidad se ha transformado en el G¨®lgota de Delgado. Y complica incluso la situaci¨®n del ministro Duque, cuyo amateurismo lo hizo protagonista de una rueda de prensa angustiosa.

Y no s¨®lo por el bizantinismo de sus explicaciones, sino por la inquietud de las trampas que se pon¨ªa a s¨ª mismo, hablando de autoalquileres, burbujas y sociedades instrumentales promocionadas por el Gobierno. El problema del ministro Duque es la regla de oro que Pedro S¨¢nchez fij¨® en 2015: ¡°Si alguien de mi partido crea una sociedad para pagar menos impuestos, al d¨ªa siguiente est¨¢ fuera¡±.