El secreto de Tiger Woods es ser m¨¢s sentimental
El golfista, de regreso a la ¨¦lite a los 42 a?os, habla de sus emociones y de la relaci¨®n con sus hijos y su nueva pareja
En ese ¡°milagro ambulante¡± en que se ha convertido Tiger Woods, como ¨¦l mismo se define, hay algo diferente m¨¢s all¨¢ de su incre¨ªble recuperaci¨®n deportiva a los 42 a?os despu¨¦s de sufrir cuatro operaciones de espalda, atravesar un calvario de problemas personales y an¨ªmicos y pasarse cinco a?os sin ganar un torneo. Y seguramente ese algo diferente est¨¦ relacionado con el regreso de los infiernos cuando muy pocos, incluido ¨¦l, apostaba por su recuperaci¨®n. Si en el golfista que hace unos d¨ªas venci¨® en el Tour Championship, su primer t¨ªtulo desde 2013, se vieron destellos del ganador de 14 grandes, en la persona que ahora ha vuelto a la luz p¨²blica hay otra actitud. Tiger parece de repente m¨¢s abierto al mundo, menos rob¨®tico y encerrado en su propio universo. Hoy habla de sus hijos, recuerda a su padre, cuenta sus emociones y muestra su cari?o hacia su nueva novia, Erica Herman, una antigua encargada de su restaurante en Florida, The Woods Jupiter. Es el Tiger m¨¢s ¡®humano¡¯ que se recuerda.
No debe de haber sido f¨¢cil ser Tiger Woods. Criado bajo una estricta disciplina de orden militar bajo la vara de su padre, el chico solo recibi¨® el mensaje, grabado a fuego, de que lo importante era ganar. Para adoctrinar a su hijo, Earl Woods utiliz¨® todo tipo de f¨¦rreas ense?anzas. Tiger creci¨® con la obligaci¨®n de ser un mito. Lo fue. Lo es. Pero tambi¨¦n ha sido un juguete roto que ahora recompone las piezas.
¡°Pap¨¢ no puede moverse¡±, tuvo que decirles a sus hijos, Sam, de 11 a?os, y Charlie, de nueve, cuando estos le ped¨ªan ir a jugar con ellos al jard¨ªn. Martirizado por los dolores de espalda, Tiger se refugi¨® en los medicamentos contra el dolor. Fue un cocktail de cinco de ellos, como Vicodina y Ambien, el que le hizo tocar fondo en mayo de 2017. Drogado, se qued¨® dormido al volante de su coche. La polic¨ªa le detuvo. Apenas pod¨ªa andar en l¨ªnea recta. La imagen de su ficha policial fue la estampa del ¨ªdolo ca¨ªdo. De alguna manera, era tambi¨¦n una llamada de auxilio. Quienes le recuerdan de esa ¨¦poca hablan de un atleta que visto por detr¨¢s parec¨ªa un hombre de 90 a?os, que bajaba las escaleras hacia atr¨¢s y cuyo rostro adormecido reflejaba el abuso de los opi¨¢ceos. Estaba vac¨ªo sin competir. Y no soportaba ver golf por la tele. Demasiado dolor.
Hoy el nuevo Tiger se ha abierto para hablar de su pasado como una manera de curaci¨®n. ¡°Le dije a mis hijos que lo intent¨¦¡±, dijo despu¨¦s de quedar sexto en el Open Brit¨¢nico; ¡°les dije que esperaba que estuvieran orgullosos de su pap¨¢ por intentarlo como lo hice. Ellos me abrazaron. Saben lo que mucho que significa para m¨ª. He ganado muchos torneos en mi carrera, pero ellos no se acuerdan de ninguno. Lo ¨²nico que han visto es mi esfuerzo y mi dolor. Ahora quieren que juegue al f¨²tbol con ellos. Y es un sentimiento fant¨¢stico¡±. Era el gran campe¨®n, el hombre imperturbable, abri¨¦ndose de par en par. Ya en ese Open se vio en ¨¦l alg¨²n inusual gesto de acercamiento a los seguidores, como chocar la mano de un ni?o durante una jornada de competici¨®n. Impensable en el robot de antes.
Estos d¨ªas en Par¨ªs, en la Ryder Cup, Tiger volvi¨® a abrir la caja de las emociones. Esta vez para recordar la vez que m¨¢s se obsesion¨® por ganar un torneo. ¡°Fue en el Masters de 2006. Lo intent¨¦ con unas ganas enormes. Mi padre se estaba muriendo y sab¨ªa que ese pod¨ªa ser el ¨²ltimo torneo en que tuviera la oportunidad de verme jugar. Trat¨¦ de ganarlo para ¨¦l. Me obsesion¨¦ tanto que fall¨¦ un mont¨®n de golpes y perd¨ª el torneo. Despu¨¦s me ech¨® la bronca: ¡®Pens¨¦ que te hab¨ªa ense?ado a jugar por tu propia felicidad, por ti mismo. Eso es lo que te he ense?ado toda la vida¡¯. Ten¨ªa raz¨®n¡±.
La ¨²ltima pata de su reconstrucci¨®n ha sido su relaci¨®n sentimental con Erica Herman, de 33 a?os. Con su nueva pareja se dej¨® ver ya en la Presidents Cup del a?o pasado, cuando ella comparti¨® escena con Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama. Medi¨¢ticamente es un perfil m¨¢s bajo que el de la esquiadora Lindsey Vonn, en quien se refugi¨® despu¨¦s de romper su matrimonio con Elin Nordegren y de reconocer su adicci¨®n al sexo. Eran tiempos en los que se dej¨® atrapar por las tentaciones.
¡°Ahora tengo una segunda oportunidad en la vida¡±, dijo hace unos meses Tiger. La ha aprovechado, parece, no solo para volver a ganar, sino para ser un hombre diferente.
Confidencias con Serena Williams y con Michael Phelps
En su resurrecci¨®n, Tiger Woods se ha apoyado en otras estrellas atormentadas por el peso de la fama. Como Michael Phelps, el mejor nadador de la historia (28 medallas ol¨ªmpicas, 23 de oro), que pas¨® por una depresi¨®n y fue arrestado por conducir bajo los efectos del alcohol, y con quien Woods ha compartidos horas de confidencias al tel¨¦fono. Y como Serena Williams, la tenista vencedora de 23 grandes, con quien el golfista mantiene una buena amistad y con la que en ocasiones ha compartido el sentimiento de la frustraci¨®n por no ver logradas sus metas y la responsabilidad de tener que ser invencibles.
Esa es la otra cara de los gigantes del deporte, mitos y personas de ¨¦xito a ojos de los aficionados, pero a la vez personalidades sensibles y fr¨¢giles. De ese bache se levantaron Phelps, Serena y Tiger. Como las leyendas que son.
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