Tirar piedras
La frontera entre moralizar la vida p¨²blica y hacer pol¨ªtica con la moral es estrecha
La dimisi¨®n de dos ministros, la presi¨®n pol¨ªtica y medi¨¢tica sobre otros dos para que sigan el mismo camino, as¨ª como los errores de coordinaci¨®n de las iniciativas de Gobierno y en la trasmisi¨®n de los mensajes que las acompa?an han dejado huella en la imagen de un Ejecutivo que, como el de Pedro S¨¢nchez, cont¨® con una amplia aceptaci¨®n en el momento de ser nombrado. El hecho de priorizar la espectacularidad de los anuncios sobre la viabilidad real e inmediata de algunas medidas, como la exhumaci¨®n de los restos del dictador o la reforma constitucional para limitar los aforamientos, realizado en este caso por el propio presidente, han contribuido a profundizar una imagen de desgaste que por el momento no recogen de forma inequ¨ªvoca las encuestas. Por ¨²ltimo, las dificultades para tramitar la Ley de Presupuestos por el bloqueo de la Mesa del Congreso a las iniciativas del Gobierno han sido interpretadas por los dos principales partidos de oposici¨®n, PP y Ciudadanos, como un argumento decisivo para poner fin a una de las legislaturas m¨¢s complicadas de la reciente historia democr¨¢tica en Espa?a.
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La composici¨®n de las C¨¢maras surgidas de las ¨²ltimas elecciones generales hac¨ªa presagiar un periodo de inestabilidad pol¨ªtica que no se resolver¨¢ poniendo simplemente fin a la legislatura de manera inmediata, sino haci¨¦ndolo en el momento en que concurran las razones impl¨ªcitas en la l¨®gica del sistema constitucional para hacerlo. Esa l¨®gica no contempla que el jefe del Ejecutivo deba convocar elecciones en raz¨®n de un concepto entre demosc¨®pico y electoralista como el de desgaste, pero s¨ª que lo haga cuando no pueda articular mayor¨ªas parlamentarias para llevar adelante las iniciativas de gobierno, de manera especial las cuentas p¨²blicas. Del hecho de tomar conciencia de esta distinci¨®n, y de extraer de ella las lecciones acerca de lo que los grupos parlamentarios pueden y no pueden hacer, depende algo m¨¢s importante que el pr¨®ximo resultado electoral; depende que el pa¨ªs no se precipite en un nuevo abismo de crispaci¨®n, como en 1993 y en los a?os finales de la presidencia de Rodr¨ªguez Zapatero. Gran parte de los m¨¢s graves problemas que vive hoy Espa?a, incluida la crisis catalana, proceden de los destrozos institucionales provocados por la espiral de acciones y reacciones pol¨ªticas de aquellos a?os.
La frontera entre moralizar la vida p¨²blica y hacer pol¨ªtica con la moral es estrecha, y no es seguro que en estos momentos no se est¨¦ cediendo de nuevo a la tentaci¨®n de traspasarla. Conviene no llamarse a enga?o: lo que el Parlamento est¨¢ ofreciendo estas semanas a los ciudadanos se parece m¨¢s a una algarab¨ªa entre fariseos presumiendo de virtud que a un debate pol¨ªtico entre representantes pol¨ªticos. Estos est¨¢n obligados a poner las ingentes posibilidades del pa¨ªs, conquistadas gracias al esfuerzo de muchas generaciones de ciudadanos, al servicio de la soluci¨®n de unos problemas igualmente ingentes, y no dilapidarlas en estrategias propagand¨ªsticas con las que bloquear la eficacia del sistema. En este sentido, no es cierto que el Gobierno de Pedro S¨¢nchez haya fracasado a la hora de conformar una mayor¨ªa en torno a un proyecto de Presupuestos porque est¨¢ desgastado, lo est¨¦ o no lo est¨¦; lo que sucede es que PP y Ciudadanos est¨¢n torpedeando cualquier posibilidad de que intente conformarla, haciendo pol¨ªtica con la moral. Los fariseos b¨ªblicos no tiraron la piedra porque no estaban libres de pecado. En un debate parlamentario tan miserable como el que se ha instalado en Espa?a, se puede no estar libre de pecado y, sin embargo, tirarla.
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