El pueblo manda y el Gobierno obedece
Todo ser¨ªa m¨¢s f¨¢cil sin el tab¨² del segundo refer¨¦ndum
Faltan 180 d¨ªas y todo est¨¢ manga por hombro. Las posibilidades de que no haya acuerdo sobre el Brexit crecen a medida que se acerca la fecha fat¨ªdica del 29 de marzo. Los desperfectos afectar¨ªan, ante todo, al Gobierno responsable, el de Theresa May, con probable aprovechamiento para Jeremy Corbin, el l¨ªder laborista. La cat¨¢strofe ha sido ya calibrada por el propio Gobierno y es escalofriante en costes e inconvenientes de todo tipo para las empresas y para los ciudadanos brit¨¢nicos.
No importa. Theresa May alardea de que no teme un Brexit s¨²bito y sin acuerdo. Boris Johnson no se lo cree y denuncia el Brexit suave de Theresa May como una rendici¨®n, que permite el regreso por la puerta de atr¨¢s a la Uni¨®n Europea. May no cuenta con el consenso de casi nadie excepto de su Gobierno. No aceptan su proyecto los unionistas del Ulster, imprescindibles para la mayor¨ªa en Westminster, porque plantea una aduana mar¨ªtima entre Irlanda y Gran Breta?a. No lo aceptan los brexiters como Johnson. Tampoco tiene el visto bueno de los 27.
Nadie quiere admitirlo, pero todo ser¨ªa m¨¢s f¨¢cil sin el tab¨² del segundo refer¨¦ndum. May y Johnson coinciden en rechazarlo. Corbyn estar¨ªa dispuesto a admitirlo, previo paso por un adelanto electoral que le convirtiera en primer ministro. De ah¨ª la trascendental pelea de estos d¨ªas entre las dos conferencias, la laborista y la conservadora, en la que se confunden la continuidad de May y la negociaci¨®n del Brexit.
El segundo refer¨¦ndum suscita teor¨ªas para todos los gustos. Unos creen que deber¨ªa servir para ratificar el acuerdo con Bruselas, pero nadie sabe decir qu¨¦ suceder¨ªa luego si los brit¨¢nicos lo rechazan. Otros creen que hay que votar de nuevo la cuesti¨®n de la pertenencia a la UE, pero May y Johnson consideran un insulto a la democracia preguntar de nuevo al electorado.
Ni siquiera est¨¢ claro qu¨¦ pasar¨ªa si los brit¨¢nicos decidieran regresar a Europa. Para unos, el Brexit ya no tiene retroceso, mientras que para otros la petici¨®n formal de divorcio puede ser revocada por una decisi¨®n del Gobierno brit¨¢nico. El mensaje europe¨ªsta ser¨ªa espectacular, pero es dudoso que pudiera recuperarse todo lo que ya se ha perdido en el camino.
El fundamento de todo el disparate son algunos equ¨ªvocos que los brit¨¢nicos comparten con buena parte de los habitantes del planeta. Se trata de la idea simplona de que los conflictos en democracia se resuelven votando, tal como dice el recetario del populismo nacionalista, y la otra idea m¨¢s retorcida de que una vez se ha pronunciado el pueblo en refer¨¦ndum, nada puede revocar una decisi¨®n tan sagrada. Es decir, que el pueblo manda y el Gobierno obedece. La historia demuestra, en cambio, que los problemas se resuelven sobre todo por el funcionamiento regular del Estado de derecho y de las instituciones democr¨¢ticas, entre las que se incluye la democracia representativa, y solo en determinados casos, m¨¢s bien excepcionales, puede ser ¨²til la democracia directa. Son ideas genuinamente brit¨¢nicas que los gobernantes brit¨¢nicos de hoy parecen haber olvidado.
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