La decisi¨®n de Siri
No sabemos todav¨ªa con exactitud qu¨¦ repercusi¨®n van a tener las nuevas tecnolog¨ªas en nuestra forma de vida pol¨ªtica, si mejorar¨¢n la democracia, si la modificar¨¢n o la har¨¢n imposible
En el Leviathan el Estado fue definido por Thomas Hobbes como un ¡°automaton¡±. Organizar pol¨ªticamente la sociedad equivale a poner en marcha un conjunto de procesos, dispositivos y procedimientos que constituyen la tecnolog¨ªa administrativa de la burocracia. La maquinaria de la democracia moderna fue construida en la ¨¦poca de los Estados nacionales, la organizaci¨®n jer¨¢rquica, la divisi¨®n del trabajo y la econom¨ªa industrializada, un mundo que en buena medida ha quedado superado por la tecnolog¨ªa digital, deslocalizada, descentralizada y estructurada en forma de red.
?Qu¨¦ le pasa a la pol¨ªtica y a sus instituciones espec¨ªficas cuando cambia de este modo el entorno tecnol¨®gico? ?Qu¨¦ transformaciones pol¨ªticas asociamos a la robotizaci¨®n, la digitalizaci¨®n y la automatizaci¨®n? Todav¨ªa es dif¨ªcil saberlo y tal vez esa ignorancia explique el hecho de que se hayan formulado dos tipos de diagn¨®sticos que implican, aunque por motivos contrapuestos, una cierta despedida de la pol¨ªtica: los profetas del entusiasmo anuncian el poder absoluto de la tecnolog¨ªa sobre la pol¨ªtica, lo que consideran fundamentalmente algo positivo. El llamado Internet de las cosas va a transformar tambi¨¦n las pr¨¢cticas pol¨ªticas y hay quien profetiza que podr¨ªa incluso cumplir la funci¨®n de reparar o sustituir a las estructuras pol¨ªticas debilitadas o ausentes. La nueva tecnolog¨ªa vendr¨ªa a resolver los problemas ante los que ha fracasado la vieja pol¨ªtica. El otro final de la pol¨ªtica es pesimista en la medida en que se asocia necesariamente el nuevo entorno tecnol¨®gico a la p¨¦rdida de capacidad de gobierno sobre los procesos sociales y a la desdemocratizaci¨®n de las decisiones pol¨ªticas. La tecnofilia y la tecnofobia comparten la suposici¨®n de que la l¨®gica de la tecnolog¨ªa puede sustituir a la de la pol¨ªtica; solo se diferencian en considerarlo una buena o una mala noticia.
Otros art¨ªculos del autor
En poco tiempo hemos pasado del ciberentusiasmo a la tecnopreocupaci¨®n; en vez de entender las nuevas tecnolog¨ªas como fuentes de capacitaci¨®n, cada vez las consideramos m¨¢s como artefactos para el desempoderamiento. Hay una cierta revuelta popular contra la tecnolog¨ªa: pensemos en las protestas anti-Uber, en la preocupaci¨®n por los accidentes de los coches automatizados, en la desconfianza frente a los transg¨¦nicos o en las sospechas sindicales frente a la robotizaci¨®n del trabajo. La Red, que fue saludada como impulsora de la democratizaci¨®n, es vista ahora como un espacio de intromisi¨®n, ya sea en el ¨¢mbito de la privacidad o en los procesos electorales. Cuanto m¨¢s grandes son los big data, m¨¢s peque?os parecen los ¨¢mbitos en los que mantenemos nuestra capacidad aut¨®noma de decisi¨®n.
No sabemos todav¨ªa con exactitud qu¨¦ repercusi¨®n van a tener las nuevas tecnolog¨ªas en nuestra forma de vida pol¨ªtica, si mejorar¨¢n la democracia, si la modificar¨¢n o la har¨¢n imposible. Cuando superemos el vaiv¨¦n de la euforia y la decepci¨®n tal vez estemos en condiciones de emitir un juicio ponderado acerca de una transformaci¨®n que todav¨ªa est¨¢ en marcha. En cualquier caso, es indudable que la actual revoluci¨®n tecnol¨®gica hace que nuestras democracias dependan de formas de comunicaci¨®n e informaci¨®n que ni controlamos ni comprendemos plenamente. Desde un punto de vista estructural, esas tecnolog¨ªas est¨¢n da?ando elementos centrales de nuestro sistema pol¨ªtico: el control parlamentario ha dejado de ser lo que era cuando no exist¨ªa Twitter; la financiarizaci¨®n de la econom¨ªa se sustrae de la forma de regulaci¨®n pol¨ªtica que ejerc¨ªan los Estados; no sabemos qu¨¦ puede significar una ciudadan¨ªa cr¨ªtica en un entorno poblado por basura informativa; la democracia es lenta y geogr¨¢fica mientras que las nuevas tecnolog¨ªas se caracterizan por la aceleraci¨®n y la deslocalizaci¨®n.
La Red es vista como un espacio de intromisi¨®n, ya sea en el ¨¢mbito de la privacidad o en los procesos electorales
Que automaticemos ciertas decisiones, individuales o colectivas, deber¨ªa ser considerado en principio como un alivio, pero esa posibilidad constituye una amenaza si implica una entrega absoluta de nuestra soberan¨ªa. Las m¨¢quinas inteligentes parecen capaces de reemplazar las decisiones humanas, los algoritmos invisibles establecen nuevas fuentes de poder e injusticia, las autoridades tecnocr¨¢ticas gozan de excesivas prerrogativas. A este paso puede llegar a plantearse que Siri nos diga ¡ªatendiendo a nuestros likes, a lo que consumimos, las redes sociales de las que formamos parte, nuestras preferencias habituales¡ª qu¨¦ debemos votar, como ha imaginado Bartlett en un libro reciente en el que contrapone el pueblo a la tecnolog¨ªa.
?Siguen teniendo sentido la informaci¨®n razonada, la decisi¨®n propia, el autogobierno democr¨¢tico en esos nuevos entornos tecnol¨®gicos? De entrada no deber¨ªamos minusvalorar el riesgo de que el tecnoautoritarismo resulte cada vez m¨¢s atractivo en un mundo en el que la pol¨ªtica cosecha un largo listado de fracasos. Hay quien sostiene que los algoritmos y la inteligencia artificial pueden distribuir los recursos m¨¢s eficientemente que el pueblo irracional o mal informado. Ser¨ªa algo as¨ª como una versi¨®n digital de la cl¨¢sica tecnocracia coaligada ahora con las grandes empresas tecnol¨®gicas con irresistibles ofertas de servicios, informaci¨®n y conectividad. El problema es que no tiene sentido hacer frente al poder de estas empresas con legislaciones antitrust. La idea de que los monopolios son malos porque suben los precios y perjudican al consumidor ha sido central en la organizaci¨®n del espacio econ¨®mico anal¨®gico, pero ahora nos encontramos con empresas tecnol¨®gicas que bajan los precios ¡ªalgunas incluso son gratuitas, como Google y Facebook¡ª y son excelentes para los consumidores. Su amenaza para la vida democr¨¢tica no tiene que ver con los precios sino con la concentraci¨®n de poder, la disposici¨®n sobre los datos y el control del espacio p¨²blico.
Desconocemos lo que puede significar una ciudadan¨ªa cr¨ªtica en un entorno poblado por basura informativa
Es dif¨ªcil que el empoderamiento digital no tenga alguna contrapartida inquietante, que la posibilidad de escapar del control centralizado no implique un debilitamiento de la autoridad pol¨ªtica en general. Pero la idea de unos actores perversos que combaten por quitarnos la soberan¨ªa es demasiado humanista para la era digital, una era en la que se realiza un intercambio in¨¦dito de accesibilidad y control, de capacitaci¨®n individual y puesta en com¨²n.
Un ejemplo cotidiano de las ventajas y los inconvenientes de la automatizaci¨®n son los correctores ortogr¨¢ficos automatizados, que nos hacen un gran servicio y al mismo tiempo nos llevan a cometer ciertos errores. Un pesimista es alguien que considera que esos correctores son los culpables de que cada vez escribamos peor; un optimista es aquel que, en vez de quejarse, dedica ese tiempo a revisar lo escrito. Pues eso es precisamente la pol¨ªtica: la institucionalizaci¨®n de un nivel de reflexividad para que nuestros dispositivos automatizados se dise?en conforme a lo que hemos decidido que es una vida com¨²n lograda. Siri no puede sustituirnos a la hora de tomar esa decisi¨®n, pero s¨ª en todo lo dem¨¢s.
Daniel Innerarity es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Pol¨ªtica e investigador Ikerbasque en la Universidad del Pa¨ªs Vasco. Acaba de publicar Pol¨ªtica para perplejos (Galaxia Gutenberg). @daniInnerarity
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