En la clase de lengua
Hay aspectos de la ense?anza del lenguaje que alejan de lo fundamental: saber expresarse, leer con gusto y hablar en p¨²blico
De la larga lista de preposiciones que aprend¨ªamos en el colegio dos me resultaban intrigantes: cabe y so. No recuerdo si alguna maestra se apiad¨® de nosotros y nos explic¨® que esas preposiciones ya no se usaban (como s¨ª antiguamente: cabe el monte, so pena), pero igualmente ah¨ª quedaron ambas en la lista, a?o tras a?o. Las preposiciones ¡ªen la gram¨¢tica, b¨¢sicamente palabras que vinculan elementos entre s¨ª: l¨¢piz con goma, libro sobre arte¡ª se convirtieron para el alumnado de mi generaci¨®n en una cadena de unidades que funcionaban solo en esa lista. Sab¨¦rsela era un fin en s¨ª mismo.
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Ense?ar la lengua es, claro, ense?ar un lenguaje especializado (que llamamos t¨¦cnicamente metalenguaje, en tanto que usamos las palabras para hablar de las palabras); tecnicismos de la ling¨¹¨ªstica son etiquetas como sujeto, oraci¨®n coordinada o la propia de preposici¨®n. Este metalenguaje respalda a una teor¨ªa que puede ayudar a mejorar nuestra pr¨¢ctica del idioma: saber de metalenguaje, entre otras cosas, sirve para conocer los componentes que usamos al hablar y sus estructuras subyacentes, y puede ser un buen auxilio cuando se aprende una segunda lengua. Nadie niega que este sea un contenido relevante en el proceso educativo, pero viendo c¨®mo est¨¢n las cosas en nuestros libros de textos y qu¨¦ conseguimos con ellos en los resultados de nuestros alumnos, a lo mejor es necesario pararse a reflexionar sobre cu¨¢nto metalenguaje ense?amos y, sobre todo, cu¨¢ndo lo hacemos.
Entre los contenidos que los escolares espa?oles de primaria estudian antes de los nueve a?os se incluyen conceptos como saber qu¨¦ es un determinante, qu¨¦ es la s¨ªlaba t¨®nica o qu¨¦ es un adjetivo. La que firma es una profesora de Lengua a la que esto le parece espeluznante, ya que, en la pr¨¢ctica, supone que al tiempo que se est¨¢ ense?ando a los ni?os a leer y a escribir, el maestro se ve obligado a explicar (lo dice la normativa, lo pone en los libros) que un adjetivo acompa?a al sustantivo y lo explica o especifica seg¨²n su posici¨®n, o a exponer que este y otro son determinantes, o que hay s¨ªlabas ¨¢tonas y t¨®nicas. La hipertrofia del metalenguaje en primaria resulta llamativa en tanto que estos contenidos no resultan particularmente dif¨ªciles de entender ni de aplicar en secundaria. Es l¨®gico que los estudiantes piensen que la gram¨¢tica sigue siendo para ellos un intangible que les causa extra?eza y es l¨ªcito que los profesores bufen porque los alumnos ya no recuerdan un contenido que se les lleva ense?ando desde peque?os; transmitir ese metalenguaje en edades cortas roba tiempo para lo fundamental: aprender a expresarse, a leer con gusto, a saber hablar en p¨²blico... Son los otros objetivos que se recogen en los programas y que resultan perjudicados por el peso de la ense?anza te¨®rica: la inflaci¨®n de contenidos metaling¨¹¨ªsticos en las escuelas merma la capacidad de los profesores para ense?ar a expresarse.
Desconfiar¨ªamos de una profesora de flauta que no consiguiera tras un a?o entero de clases que nuestro hijo tocase al menos una melod¨ªa f¨¢cil
Desconfiar¨ªamos de una profesora de flauta que no consiguiera tras un a?o entero de clases que nuestro hijo tocase al menos una melod¨ªa f¨¢cil con el instrumento. P¨ªdale a un ni?o de primaria que explique qu¨¦ pas¨® ayer por la tarde en la plaza y ver¨¢ si es capaz de hacer un discurso coherente, con riqueza l¨¦xica y argumentando un punto de vista. Tal deber¨ªa ser el objetivo de una clase de Lengua impartida a un ni?o. De su logro se beneficiar¨ªan todas las otras materias escolares.
Por supuesto, las sucesivas reformas educativas (o sea, la reforma de la contrarreforma de la en¨¦sima ley educativa no consensuada) han ido introduciendo la necesidad de ense?ar a usar la lengua. Y claro que hay maestros que se esfuerzan por poner a sus alumnos a hacer cosas con palabras: los espacios docentes en la Red nos han permitido asomarnos a los blogs de clase de profesores que nos muestran a alumnos escribiendo de forma creativa, argumentando, explic¨¢ndose. Pero, cuidado: tambi¨¦n ellos han tenido que perder un buen rato explicando a los de segundo de primaria qu¨¦ es un adjetivo.
No tiene sentido que saber usar la lengua sea lo que nos queda cuando olvidamos lo que aprendimos en las clases de Lengua del colegio. Por eso, si usted ve que el maestro de Lengua de su hijo lo pone a preparar una entrevista, o a hacer fotos de carteles de la calle para que entienda que vive en una sociedad multiling¨¹e, si su hija tiene que hacer un trabajo de Lengua que consiste en leer y contar a los dem¨¢s una noticia de prensa, si la profesora del ni?o monta una obra de teatro en clase, si entre los deberes del fin de semana est¨¢ aprender un poema o ir a una biblioteca y hacer una ficha de un libro, o si en el colegio lo est¨¢n estimulando a leer dos libros al mes, piense que su hijo est¨¢ recibiendo la ense?anza de Lengua m¨¢s importante. Est¨¢ aprendiendo a hacer cosas con, contra, de, para, por, sobre las palabras. Y el resto de preposiciones de esta frase las puede completar el lector si a¨²n recuerda la lista que le ense?aron en la clase de Lengua.
Lola Pons Rodr¨ªguez es profesora de Historia de la Lengua en la Universidad de Sevilla.
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