Abstinencia
Seguiremos viendo cada vez m¨¢s propuestas que nos ayuden a lidiar con un mundo hiperconectado
El d¨ªa que cobr¨® conciencia de lo que hab¨ªa hecho, Justin Rosenstein decidi¨® dejarlo todo. ?Su pecado? Haber creado uno de los inventos m¨¢s revolucionarios del siglo XXI; el bot¨®n del Me gusta de Facebook. Algo en apariencia inocuo, pero que activa al m¨¢ximo un mecanismo psicol¨®gico que de la manera m¨¢s sencilla produce satisfacci¨®n sin compromiso, lo que a su vez desencadena toda una din¨¢mica de dependencia y manipulaci¨®n hasta hace poco impensable.
Rosenstein es solo uno m¨¢s de los frikis reconvertidos en abstemios tecnol¨®gicos. Que sea otra prueba del esnobismo de Silicon Valley o arrepentimiento genuino poco importa. Hay un movimiento cada vez mayor que alerta de los peligros de la adicci¨®n a la tecnolog¨ªa y su capacidad para penetrar en todos los resquicios de nuestras vidas.
En lo personal, junto a sus m¨²ltiples ventajas, la conexi¨®n permanente y las redes sociales han logrado que la atenci¨®n se mute en distracci¨®n ¡ªcon alteraciones incluso en la forma en que aprendemos y retenemos informaci¨®n¡ª y est¨¢ generando una dependencia que puede degenerar en enfermiza, literalmente. Seg¨²n un reciente estudio, los espa?oles consultamos el m¨®vil unas 150 veces al d¨ªa; cada menos de diez minutos.
En lo p¨²blico, han creado un espacio que, adem¨¢s de ampliar y democratizar la conversaci¨®n, permite sacar a relucir lo peor del ser humano, con comportamientos inconcebibles en la vida ¡°real¡±. Un espacio de verdades difusas donde la interferencia y la manipulaci¨®n campan a sus anchas con sus consecuencias pol¨ªticas.
En realidad, seg¨²n el historiador brit¨¢nico Niall Ferguson en su ¨²ltimo libro La plaza y la torre, el poder de las redes ha existido siempre, aunque no le hayamos prestado suficiente atenci¨®n. Ahora cambia la rapidez y el alcance de su influencia. En una reciente visita a Madrid le preguntaron a Ferguson qu¨¦ podemos hacer, como individuos, para preservar la libertad, y su respuesta fue: ¡°Yo lo estoy dejando¡±. ?l tambi¨¦n. En boca de un intelectual p¨²blico que ha alcanzado gran notoriedad en parte por las redes, sonaba como cuando los curas recomiendan la abstinencia para evitar los embarazos.
Pero s¨ª es necesario aprender a gestionar esta nueva realidad. Algunos l¨ªmites est¨¢n llegando por las pol¨ªticas p¨²blicas, como la decisi¨®n de Francia de prohibir los m¨®viles en las escuelas, o como las leyes que reconocen el derecho de los empleados a desconectarse fuera de su horario laboral, adem¨¢s de los esfuerzos por combatir las noticias falsas y la injerencia.
En otros casos, la desintoxicaci¨®n llegar¨¢ por iniciativa particular, ya sea por hartazgo, autocontenci¨®n o disciplina. Una encuesta en Estados Unidos revela que un 51%, ante la desconfianza hacia los medios, ha comenzado a contrastar la informaci¨®n con diversas fuentes. Un ejercicio de responsabilidad.
La pol¨ªtica del avestruz no suele funcionar. Entre la abstinencia y la dependencia seguiremos viendo cada vez m¨¢s propuestas que nos ayuden a lidiar con un mundo hiperconectado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.