La memoria de Stalin sigue viva en Viena
La capital austriaca conserva desde 1949 un bajorrelieve en bronce del dictador sovi¨¦tico que evoca su paso por la ciudad
EN DICIEMBRE DE 1949, las autoridades checoslovacas decidieron felicitar a Josef Stalin en su 70? cumplea?os erigiendo en Praga el mayor monumento a su figura del mundo. De sus 17.000 toneladas, hoy solo queda el plinto de piedra. En Viena optaron por un bajorrelieve de bronce, una prueba de amor mucho m¨¢s modesta, pero que ¡ªcosas de la historia¡ª todav¨ªa se conserva intacto. De hecho, es el ¨²ltimo homenaje a uno de los mayores criminales de la historia que sobrevive en un pa¨ªs de la Uni¨®n Europea. Est¨¢ situado en una calle que conduce a una de las mayores atracciones tur¨ªsticas de Austria, el palacio de Sch?nbrunn. El memorial se encuentra en el edificio original de 1908 que hoy ocupa la pensi¨®n Sch?nbrunn. Cuando un hu¨¦sped llega al hotel, lo primero que ve es el rostro de bronce de Stalin. Su actual propietario, J?rg Nemecky, con un desd¨¦n de bur¨®crata sovi¨¦tico, despacha el tema con indiferencia: ¡°Ning¨²n hu¨¦sped se ha marchado por eso. Stalin estuvo aqu¨ª con unos inmigrantes rusos, pertenece a la historia, ?no?¡±. En efecto, el s¨¢trapa de Gori (Georgia) vivi¨® en esa casa en 1913 y en ella escribi¨® el libro El marxismo y la cuesti¨®n nacional.
Cuando se inaugur¨® en 1949, Viena era una ciudad ocupada por los Aliados. Era la Viena de El tercer hombre, la pe?l¨ªcula de Carol Reed protagonizada por Orson Welles y Joseph Cotten. El bajorrelieve se colg¨® para homenajear al Stalin escritor. Pero sucede que el rostro bru?ido es el del Stalin maduro, el mismo que puso en marcha la maquinaria del Gran Terror en la URSS: m¨¢s de 1.700.000 detenciones y deportaciones a campos de concentraci¨®n y 700.000 ejecuciones solo entre 1937 y 1938.
Muerto el dictador en 1953, lleg¨® su condena. Su sucesor, Nikita Jruschov, aire¨® la amplitud de los cr¨ªmenes y denunci¨® el culto a la personalidad de Stalin en toda la ¨®rbita sovi¨¦tica. El propio Jruschov fue el primero en pedir que borraran el Stalin de Viena, pero su petici¨®n fue rechazada. El ¨²ltimo titular de Exteriores, Eduard Shevardnadze, insisti¨® poco antes del colapso de la URSS, pero la respuesta fue id¨¦ntica. Frente a la creencia general, incluso entre pol¨ªticos, de que las autoridades austriacas estaban atadas de manos por el Tratado de Independencia de 1955, la historiadora Elisa Kriza desmiente el mito: ¡°Este Tratado s¨®lo protege a las tumbas y monumentos dedicados a los soldados aliados y a las v¨ªctimas extranjeras de los nazis. La decisi¨®n sobre quitar o no la placa de Stalin depende de la ciudad de Viena¡±.
La presencia del mandatario sovi¨¦tico en la capital resulta m¨¢s interesante si consideramos que en Austria gobierna un Ejecutivo conservador en coalici¨®n con la ultraderecha, y a la vez aliado de Putin. ?Por qu¨¦ el Stalin de Viena ha sobrevivido a la desestalinizaci¨®n? Stefanie Gratzer, portavoz de Cultura del Ayuntamiento, lo explica as¨ª: ¡°El memorial forma parte de la cultura conmemorativa de Viena. La historia de una ciudad no puede ser erradicada. Viena ha elegido deliberadamente mostrar su historia de manera comprensible y transparente, adem¨¢s de ponerla en contexto. Por eso a?adimos una placa complementaria¡±. En 2012, efectivamente, se colg¨® una cartela que expone, a modo de correcci¨®n, lo que deber¨ªa (sic) conmemorar el bajorrelieve de Stalin. Esta museizaci¨®n, como ocurre en Auschwitz, amortigua el impacto. Pero sobre todo ofrece un ejemplo de tolerancia hacia temas controvertidos. ?Una v¨ªa vienesa ante la pervivencia de los s¨ªmbolos totalitarios?
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