Identidades d¨¦biles
El Brexit est¨¢ contribuyendo a arruinar la reputaci¨®n de pragmatismo de los brit¨¢nicos y la derecha catalana cambi¨® el seny por el mesianismo
Romain Gary dec¨ªa que el patriotismo es amar lo propio y el nacionalismo es odiar lo de los dem¨¢s. George Orwell defin¨ªa el nacionalismo como hambre de poder mitigada por el autoenga?o y Ambrose Bierce correg¨ªa al doctor Johnson: el patriotismo no es el ¨²ltimo refugio de los canallas; a menudo es el primero.
Todos los recuerdos son inventados y todos los pa¨ªses tambi¨¦n. Juan Jos¨¦ Sebreli ha escrito sobre las identidades cambiantes: la Francia revolucionaria fue en otro tiempo un ejemplo de estabilidad, Escandinavia hac¨ªa pensar en tribus belicosas antes de ser un modelo de sociedades pac¨ªficas e igualitarias, Gran Breta?a se convirti¨® en la cuna del parlamentarismo tras haber sido un lugar de revueltas y regicidio. Espa?a pas¨® r¨¢pidamente de ser un pa¨ªs cat¨®lico y de fr¨¢gil tradici¨®n pluralista a una democracia secularizada y tolerante. Esto no es irreversible: el Brexit est¨¢ contribuyendo a arruinar la reputaci¨®n de pragmatismo de los brit¨¢nicos y la derecha catalana cambi¨® el seny por el mesianismo.
Hay muchas maneras de sentirse espa?ol, y otra de ellas, no menos respetable, es no hacerlo: bastante tiene uno que serlo muchas veces. Es contradictorio se?alar cualquier muestra de los s¨ªmbolos constitucionales como un rasgo de extrema derecha y aplaudir la modernidad del ¨²ltimo baile regional: no parece sensato reclamar sensibilidad solo con unos. Y tampoco es ¨²til, porque al detectar la extrema derecha en todas partes nos quedamos sin palabras cuando aparece de verdad, como el pasado fin de semana en Vistalegre.
El polit¨®logo Jordi Mu?oz ha escrito sobre una identidad espa?ola moderna, configurada a partir del castellano y con la Transici¨®n como mito fundacional, frente a versiones m¨¢s tradicionales vinculadas al nacionalcatolicismo. Algunos, como el ensayista Juan Claudio de Ram¨®n, editor junto a Aurora Nacarino-Brabo de La Espa?a de Abel, defienden una modernizaci¨®n de los s¨ªmbolos y un esfuerzo por reconocer expl¨ªcitamente la diversidad. Muchos critican con raz¨®n una forma perezosa de fatalismo, empe?ada en negar la modernidad de Espa?a: una especie de nacionalismo inverso que, como todos los nacionalismos, sirve antes que nada para ocultar la realidad. Pero quiz¨¢ m¨¢s veces de las que pensamos sea una ventaja tener una identidad d¨¦bil, propensa a combinarse con otras m¨¢s locales y m¨¢s amplias, y provista de una prevenci¨®n ir¨®nica frente al chovinismo. @gascondaniel
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