La rep¨²blica m¨¢s democr¨¢tica de China
El auge tecnol¨®gico del pa¨ªs asi¨¢tico permite ya el control de los ciudadanos a trav¨¦s de su puntuaci¨®n online
NUNCA ES F?CIL caminar por una calle de Shangh¨¢i. Yo caminaba, aquella tarde ¡ªcalor, olores, multitudes¡ª, y un mendigo me pidi¨® una limosna. Abr¨ª los brazos en el cl¨¢sico gesto de no tengo y ¨¦l se?al¨® mi mano derecha, donde llevaba el m¨®vil; yo no le entend¨ª. Reci¨¦n esa noche mi amigo Z. me explic¨® que ¨²ltimamente los mendigos chinos aceptan transferencias electr¨®nicas; que para eso hay que escanear ese c¨®digo QR pegado al cuenco que te tienden y mandarles el dinero a sus cuentas de Alibaba o WeChat, las nuevas diosas. Alibaba es m¨¢s conocida en Occidente; WeChat asoma ahora.
La fund¨®, en 2011, Ma Huateng. Ma tiene 46 a?os y m¨¢s poder que casi nadie en China. Le dicen Pony porque Ma en ingl¨¦s significa caballito, y es uno de los tres hombres m¨¢s ricos de Asia ¡ªlos rankings cambian cada mes¡ª, con una fortuna de cerca de 40.000 millones de euros ¡ªlos precios de las acciones cambian cada d¨ªa. Pony Ma, por supuesto, va a los congresos del Partido Comunista.
Ma empez¨® su fortuna hace 20 a?os, cuando fund¨® con cuatro amigos una empresa que llamaron Tencent. La idea rom¨¢ntica de la peque?a compa?¨ªa de garaje no aplica en este caso: Ma la radic¨® en las islas Caim¨¢n y su primer gran proyecto fue un servicio de mensajer¨ªa online copiado de uno israel¨ª, ICQ; una demanda lo obligar¨ªa a cerrarlo. ¡°Fuimos enanos sobre los hombros de gigantes¡±, dijo Ma, con humor medieval.
Y empez¨® a ganar dinero con juegos online, pero su fortuna se consolid¨® cuando lanz¨® WeChat ¡ªen chino, Weixi¡ª, otro sistema de mensajer¨ªa que se fue llenando de funciones hasta que se transform¨® en el espacio que habitan, cada d¨ªa, 1.000 millones de chinos. All¨ª se comunican, se muestran, se re¨²nen, se leen, se seducen, se callan, se compran y se venden, se pagan; all¨ª, ahora, empieza a decidirse c¨®mo viven.
El nuevo mecanismo se llama ¡°cr¨¦dito social¡± y aprovecha todo lo que los ciudadanos hacen online para ponerles unos puntajes que condicionan sus vidas. El Gobierno chino plantea establecerlo oficialmente en 2020; por ahora, lo est¨¢n ensayando las grandes compa?¨ªas como WeChat y Alibaba. Sus algoritmos ¡ªsecretos, por supuesto¡ª consideran cantidad de factores, desde el pago puntual de las deudas hasta el tipo de compras y de amigos que hace cada quien, su conducta en la web y en la calle, sus posteos y opiniones. En Shangh¨¢i, por ejemplo, un ciudadano puede perder puntos por no sacar la basura cuando toca o colarse en el tren o participar en un culto o no visitar a sus padres ancianos.
Son maneras: las grandes empresas occidentales usan esos sistemas de intromisi¨®n para venderte cosas o vender tus datos a quienes quieren venderte cosas o ilusiones o presidentes rubios; las grandes empresas chinas deben entregarlas a su Gobierno para que controle las actividades de sus s¨²bditos. El principio, seg¨²n documentos oficiales, est¨¢ claro: ¡°Si la confianza se rompe en un lugar, las restricciones se imponen en todos¡±. As¨ª que, por debajo de cierta calificaci¨®n, el proscrito no podr¨¢ comprarse una casa o un coche, alquilar una oficina, tomar aviones o trenes r¨¢pidos, irse de vacaciones o mandar a los hijos a una escuela privada.
Y lo curioso es que la mayor¨ªa de los chinos no parece preocupada por estas medidas. Los analistas suelen pensar que se trata de resignaci¨®n ¡ªque el Estado tiene tanto poder que para qu¨¦ oponerte¡ª o de inter¨¦s ¡ªque, mientras el Estado te asegure comida y confort creciente, que haga lo que quiera. Quiz¨¢s olvidan que este r¨¦gimen de partido ¨²nico y control extremo es el sistema m¨¢s democr¨¢tico que China tuvo nunca. Tras milenios de monarqu¨ªas absolutas y d¨¦cadas de terror mao¨ªsta, su historia no registra ning¨²n momento de m¨¢s prosperidad y libertad. La democracia, como todo, es un concepto relativo. Para comprobarlo, basta con ver c¨®mo vivimos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.