La obsesi¨®n por la simetr¨ªa
Los confesionarios poseen un atractivo oscuro. Y aunque los hay de varias clases, abundan aquellos que como el de la foto poseen un cuerpo central, donde se oculta el sacerdote, flanqueado por sendas formaciones sim¨¦tricas destinadas al penitente. Mientras el cura escucha al pecador de su derecha, otro arrepentido puede ir acomod¨¢ndose (es un decir) a su izquierda. De este modo, cuando despida al primero, no tiene m¨¢s que girar levemente el cuerpo para atender al segundo. Son las ventajas del confesionario que podr¨ªamos denominar ¡°bifaz¡±, o de dos caras, como aquellas hachas prehist¨®ricas que representaban las dos mitades de las que est¨¢ hecho el cuerpo humano.
¡ª?Pero eran m¨¢s eficaces para matar que las de un solo filo?
¡ªNo lo sabr¨ªamos decir, aunque no todo en esta vida se mide por su eficacia material.
Tambi¨¦n este curioso artefacto reproduce las dos mitades del cuerpo: a cada lado, un pulm¨®n, y en el centro, el coraz¨®n. Significa que quiz¨¢ no est¨¢ dise?ado con un criterio econ¨®mico, sino de car¨¢cter simb¨®lico. Uno entra en la iglesia, observa el vac¨ªo de uno de los espacios y le cuesta resistirse a la tentaci¨®n de ocuparlo, a fin de equilibrar el peso de las dos partes. Lo que no acabamos de comprender es por qu¨¦ el cura, que te¨®ricamente no tiene nada que ocultar, aparece protegido por la celos¨ªa de la puerta central, mientras que los pecadores, pobres, permanecen al aire libre. En realidad, no comprendemos nada de lo que ocurre ah¨ª, pero nuestra afici¨®n al bricolaje nos obliga siempre a detenernos frente a estos muebles tan curiosos.?
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