Filosof¨ªa del Congreso
El verdadero lugar de debate ya no est¨¢ en las c¨¢maras, sino en los medios de comunicaci¨®n y, desde hace ya alg¨²n tiempo, en las redes sociales
El pasado mi¨¦rcoles se produjo una situaci¨®n curiosa en el Congreso de los Diputados. Por la ma?ana, en el control del Gobierno, tuvimos una de esas intervenciones chocantes a las que ya nos vamos acostumbrando ¡ªme refiero a la de la diputada Montserrat¡ª. Por la tarde, sin embargo, como si quisiera enmendarse a s¨ª misma, la c¨¢mara aprob¨® por unanimidad la recuperaci¨®n de la asignatura de filosof¨ªa en el bachillerato. Ma?ana de desconsuelo, tarde de gozo. De gozo, porque permite imaginar un futuro no demasiado lejano en el que la formaci¨®n de los pol¨ªticos, y la de los ciudadanos en general, favorezca otro tipo de discurso. Desde luego, supone poner demasiadas expectativas en una asignatura escolar; sobre todo, porque me temo que eso que U. Beck llamaba la ¡°pol¨ªtica de los pol¨ªticos¡± ya casi no tiene redenci¨®n.
Puede que todo tenga que ver con el extra?o rol al que ha sido relegado el parlamento. El verdadero lugar de debate ya no est¨¢ en las c¨¢maras, sino en los medios de comunicaci¨®n y, desde hace ya alg¨²n tiempo, en las redes sociales. La pol¨ªtica resuena por todas partes y carece, por tanto, de un lugar en el que centrar la conversaci¨®n p¨²blica. S¨®lo en ocasiones muy escogidas estamos todos atentos a lo que acontece en las Cortes. Y en ellos se ¡°representa¡± la pol¨ªtica siguiendo m¨¢s la l¨®gica de la confrontaci¨®n propia de las tertulias televisivas que la de la discusi¨®n racional. De ah¨ª que la selectividad que hacen los medios de la vida parlamentaria se reduzca casi a los momentos del control del Gobierno o a la variedad de gamas discursivas que permiten algunos debates legislativos o las grandes mociones. Y los momentos estelares se programan pensando m¨¢s en el impacto medi¨¢tico de cada acto del habla que en la formulaci¨®n de pol¨ªticas concretas; politics without policy, que dir¨ªa un polit¨®logo.
La disputa pol¨ªtica se reduce as¨ª cada vez m¨¢s a una lucha ling¨¹¨ªstica por la presencia p¨²blica como fin en s¨ª mismo; la elocuencia se mide por el impacto medi¨¢tico, no por la fuerza de la argumentaci¨®n. De ah¨ª que los ret¨®ricos pasen a un segundo plano y dejen el camino expedito para que se implante la dictadura de los asesores en comunicaci¨®n. Todo es comunicaci¨®n, y la m¨¢s efectiva es la que toca alguna fibra sensible, acent¨²a los antagonismos o contribuye a fortalecer la distinci¨®n nosotros/ellos. El giro populista deviene, por tanto, en algo casi inevitable.
Lo peor de todo es que de esta manera se alimenta el circo medi¨¢tico y el Congreso acaba convirti¨¦ndose en un plat¨® m¨¢s, en el ¨¢gora de ¡°la clase discutidora¡±, que m¨¢s que discutir entre s¨ª escenifica un permanente simulacro de debate pol¨ªtico donde lo que se busca no es convencer al adversario, sino a nosotros los espectadores. Rectifico, no se trata de convencer, sino de reafirmar a cada cual en las posiciones que ya en todo caso sosten¨ªa con anterioridad. No envidio la tarea que les queda por delante a los bravos profesores de filosof¨ªa.
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