Desconfianza

La solidez de un r¨¦gimen pol¨ªtico est¨¢ en que las instituciones del Estado generen confianza a la ciudadan¨ªa. No es cuesti¨®n de adhesiones incondicionales ni de patriotismo fren¨¦tico, al modo Casado-Rivera, que solo llevan a la polarizaci¨®n y a la liquidaci¨®n del lenguaje. En democracia, la confianza es, por definici¨®n, cr¨ªtica. Y requiere un nivel elevado de transparencia como garant¨ªa contra la tendencia natural a la sospecha.

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Una de las bases de la confianza est¨¢ en un funcionamiento razonable del equilibrio entre los distintos poderes: los del Estado y los de la sociedad. Estos equilibrios se vienen debilitando desde la revoluci¨®n conservadora que en los a?os ochenta abri¨® el ciclo que se est¨¢ agotando ahora. La historia del r¨¦gimen del 78 es la historia de este periodo. Como en Europa, el modelo bipartidista que lleg¨® a considerarse como genuino de la democracia representativa ha entrado en crisis por incapacidad de renovaci¨®n. A la vez que aumenta la confusi¨®n en torno a la funci¨®n de cada poder al desplazar hacia el judicial, decisiones pol¨ªticas que no le conciernen.

El conflicto catal¨¢n ha actuado como motor y coartada, a la vez, del alarmante protagonismo de los jueces. En sus manos est¨¢n en este momento ¡ªpor subrogaci¨®n de responsabilidades del Gobierno anterior¡ª decisiones de muy serias consecuencias pol¨ªticas, rompi¨¦ndose de este modo la pr¨¢ctica y la est¨¦tica de la separaci¨®n de poderes. Una anormalidad de este calibre solo puede ser fruto de deficiencias de calado del sistema que los legisladores nunca se preocuparon de reparar. Cuando el ejecutivo es incapaz de afrontar un problema pol¨ªtico y lo transfiere a los tribunales algo falla.

Estamos cada vez m¨¢s cerca del inicio del juicio contra los l¨ªderes independentistas catalanes, el poder judicial emite se?ales alarmantes para su reputaci¨®n. Cuando una alarma en la bolsa, provoca que un presidente de sala, D¨ªez Picazo, cuestione una sentencia de uno de sus tribunales en menos de veinticuatro horas y genere una movida ins¨®lita conduciendo al pleno de la sala a desautorizar a sus colegas y a dar satisfacci¨®n a las demandas de la banca; cuando el presidente del Supremo y de los jueces, Carlos Lesmes, en homenaje al fallecido juez Ram¨ªrez Su?er, instructor del 1-O en Catalu?a, le agradece que ¡°cambiaste el rumbo de la Historia de este pa¨ªs¡±, ?se puede entender que el poder judicial afronta con las garant¨ªas de imparcialidad debidas los retos que le esperan en los pr¨®ximos meses? Nos acercamos a un juicio que tendr¨¢ una enorme repercusi¨®n en el futuro del pa¨ªs y que atraer¨¢ la atenci¨®n internacional, con el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en el horizonte. Y las sospechas se acumulan sobre el Supremo y sus compromisos. Sin confianza, la democracia cojea. ?No cabe siquiera esperar alguna higi¨¦nica dimisi¨®n de los responsables de los desprop¨®sitos de estos d¨ªas?