Un peque?o paso
Llegan nuevos aires al Congreso para combatir los excesos de Trump
Las elecciones legislativas de medio mandato en Estados Unidos le han permitido al Partido Dem¨®crata conquistar el Congreso. No ha sido un triunfo rotundo, ni va a suponer un vuelco en las pol¨ªticas del actual inquilino de la Casa Blanca. Digamos que es un peque?o paso, una se?al de que las cosas pueden cambiar si se llega a conectar con la mayor parte del electorado. En estos tiempos en que anda cuestion¨¢ndose la democracia, no est¨¢ de m¨¢s comprobar de nuevo que es un sistema que permite cambiar de mayor¨ªas y en el que, llegado el caso, puede apartarse al que gobierna del poder.
A Donald Trump tampoco le ha ido mal. Ha conseguido m¨¢s senadores para los republicanos y, si se tiene en cuenta que esta cita electoral supone tambi¨¦n una suerte de refer¨¦ndum sobre la primera mitad de su gesti¨®n, ha superado con creces la cita con las urnas. Desde su llegada al poder han sido tantos los desmanes del presidente, tan ca¨®tica la marcha de su Ejecutivo, ha sido cuestionado tantas veces desde flancos tan diferentes, ha levantado tantas suspicacias por su manera de conducir los asuntos, generado tanta repulsa por sus actitudes xen¨®fobas y machistas y tanta inquietud por sus pol¨ªticas proteccionistas, y ha provocado tantos recelos por las ayudas fraudulentas que pudo haber recibido de los rusos para alcanzar el poder, que si se atiende a la indignaci¨®n que ha generado su estilo de gobernar la l¨®gica de las cosas apuntaba a que pod¨ªa ser fulminado. No ha sido as¨ª. Los excesos de Trump no parecen hacer demasiada mella entre quienes lo apoyan. Y la econom¨ªa va bien. Como se siente fortalecido con los resultados, ya ha dado se?ales de que no cambiar¨¢ sus maneras: insult¨® a un periodista en la primera conferencia de prensa tras las elecciones y destituy¨® al fiscal general (no le convenc¨ªa su manera de llevar las investigaciones sobre la injerencia del Kremlin en las elecciones de 2106).
En la introducci¨®n de su libro Para combatir esta era, en el que aborda la necesidad de robustecer el humanismo frente a los nuevos fascismos, el ensayista holand¨¦s Rob Riemen recoge unas observaciones que, ya al final de su vida, hizo Federico Fellini sobre el breve tiempo en que anduvo metido en las juventudes fascistas italianas. ¡°El fascismo siempre surge de un esp¨ªritu provinciano, de una falta de conocimiento de los problemas reales y del rechazo de la gente ¡ªpor pereza, prejuicio, avaricia o arrogancia¡ª a dar un significado m¨¢s profundo a sus vidas¡±, apuntaba el director de cine italiano y, m¨¢s adelante, observaba que ¡°no puede ser combatido si no reconocemos que no es m¨¢s que el lado est¨²pido, pat¨¦tico y frustrado de nosotros mismos y del cual debemos estar avergonzados¡±. Esa parte oscura est¨¢ ah¨ª, ven¨ªa a decir Fellini. Y si alguna vez triunf¨®, puede hacerlo otra vez.
Es verdad que si se abusa del t¨¦rmino fascista con el tiempo ya no dice nada. Si todos son fascistas, nadie lo es. Riemen propone una definici¨®n muy amplia de fascismo. ¡°Es el cultivo pol¨ªtico de nuestros peores sentimientos irracionales: el resentimiento, el odio, la xenofobia, el deseo de poder y el miedo¡±, dice. Tambi¨¦n recuerda que Thomas Mann advirti¨® en una conferencia de 1940 de que ¡°si alguna vez el fascismo llega a Estados Unidos, lo har¨¢ en nombre de la libertad¡±.
M¨¢s all¨¢ de las calificaciones, lo que no ha dejado de hacer Trump hasta ahora es fomentar esos ¡°peores sentimientos irracionales¡±. Por eso, y aunque pueda pecarse en estos momentos de un optimismo (todav¨ªa) injustificado, la mayor¨ªa dem¨®crata en el Congreso es una buena noticia. Llegan nuevos aires a la pol¨ªtica estadounidense, se ha dado un peque?o paso.
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