?Cu¨¢n predecible es la evoluci¨®n?
Tal vez sea imposible vaticinar qu¨¦ especies heredar¨¢n la Tierra tras nuestra extinci¨®n. O tal vez no
?Cu¨¢n predecible es la evoluci¨®n? Esa es la cuesti¨®n que aborda un estimulante art¨ªculo de Luc Bussiere en Materia, aunque disfrazada con las ropas de un enigma con mucho m¨¢s gancho: ?Qu¨¦ especies dominar¨ªan la Tierra si los humanos nos extingui¨¦ramos? Aunque no parezcan, las dos preguntas son la misma, y por tanto tienen la misma respuesta: no tenemos ni idea. Pero la funci¨®n de una pregunta no es tanto descubrir una respuesta luminosa como plantear mil recorridos interesantes mientras uno lo intenta y, en este sentido, la propuesta de Bussiere ha sido un ¨¦xito.
La naturaleza se comportar¨ªa como los fot¨®grafos, que tiran doscientas fotos para publicar una. Y la foto que sobrevivir¨¢ es impredecible
Sus argumentos son sensatos. Por ejemplo, al menos desde El planeta de los simios (la de Charlton Heston, dirigida por Franklin Schaffner en 1968), los creadores de ficci¨®n han favorecido la idea de que, cuando nos extingamos, nuestros sustitutos en la historia del planeta ser¨¢n los grandes monos: chimpanc¨¦s, gorilas y orangutanes. Y, sin embargo, como se?ala Bussiere, cualquiera que sea el fen¨®meno que cause la extinci¨®n de los humanos, es muy probable que tenga el mismo efecto sobre todos esos simios, precisamente porque son nuestros familiares m¨¢s cercanos en el ¨¢rbol evolutivo. Antes desaparecer¨¢n los chimpanc¨¦s que los humanos.
Los delfines y los elefantes han desarrollado una gran inteligencia por caminos separados del nuestro, pero el medio acu¨¢tico en que vive uno y el tama?o pantagru¨¦lico que padece el otro no son seguramente el mejor punto de partida para heredar la Tierra tras nuestra extinci¨®n. Hablar de pulpos gigantes emergidos del oc¨¦ano para conquistar la tierra firme es, para ser francos, un tiro de tanto alcance que resulta imposible saber d¨®nde va a caer el proyectil. Todo esto contribuye a disuadirnos de predecir la evoluci¨®n.
Pero tal vez el soporte te¨®rico m¨¢s intenso de los partidarios de la evoluci¨®n impredecible sea un libro de 1989, Wonderful Life (traducido al espa?ol 10 a?os despu¨¦s como La vida maravillosa, en Cr¨ªtica), donde el evolucionista neoyorkino Stephen Jay Gould se dedicaba a pulverizar sistem¨¢ticamente cualquier esperanza de convertir la evoluci¨®n en un proceso predecible. Gould no se centraba all¨ª en la evoluci¨®n humana, sino en el mism¨ªsimo origen de los animales, en la llamada explosi¨®n c¨¢mbrica, hace unos 550 millones de a?os. Esta aparici¨®n relativamente s¨²bita de todas las geometr¨ªas del dise?o animal constituye uno de los problemas centrales de la biolog¨ªa contempor¨¢nea.
Bas¨¢ndose con fuerza en los descubrimientos del paleont¨®logo de Cambridge Simon Conway Morris, Gould ensambl¨® un largo argumento sobre el car¨¢cter esencialmente imprevisible de la evoluci¨®n. En la explosi¨®n c¨¢mbrica, seg¨²n su interpretaci¨®n, no solo surgieron los planes de dise?o de los animales actuales (cordados, artr¨®podos, moluscos), sino tambi¨¦n varias docenas de planes m¨¢s que, sin embargo, se extinguieron poco despu¨¦s en una especie de loter¨ªa c¨¢mbrica existencial. La naturaleza se comportar¨ªa como los fot¨®grafos, que tiran doscientas fotos para publicar una. Y la foto que sobrevivir¨¢ es impredecible.
La interpretaci¨®n de Gould, sin embargo, est¨¢ hoy periclitada. Lo que ¨¦l y Conway Morris hab¨ªan clasificado como ¡°prodigios extra?os¡± (weird wonders), todas esas supuestas geometr¨ªas an¨®malas y extintas, se reinterpretan hoy como formas ¡°basales¡± de los grupos convencionales actuales (artr¨®podos, cordados, moluscos). Seg¨²n esto, la evoluci¨®n hizo solo las fotos posibles, las que permit¨ªan los genomas unicelulares de la ¨¦poca. Esto hace a la evoluci¨®n un punto m¨¢s predecible de lo que pensaba Gould. Como si hubiera un m¨¦todo en su locura. Pensad en ello. Leed Materia.
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