Vivir sin esperanza
Las victorias de la extrema derecha se alimentan del rencor
Leo los an¨¢lisis sobre las recurrentes victorias de l¨ªderes ultraderechistas y percibo que hay algo que me falta para entender un fen¨®meno que, dejando a un lado las particularidades locales, se alimenta de un sentimiento com¨²n: el rencor. Observo estad¨ªsticas, porcentajes, y encuentro que hace tiempo que nos damos de bruces con una cuesti¨®n de dif¨ªcil respuesta: ?c¨®mo se alimenta el odio que lleva a lanzar a unos seres humanos contra otros? Recuerdo los meses previos a la victoria de Trump. De pronto, los medios comenzaron a experimentar inter¨¦s por esas zonas de industria en decadencia poco frecuentadas por unos pol¨ªticos que no las consideraban clave para su estrategia. Los peri¨®dicos comenzaron a desembarcar en esas ¨¢reas de exclusi¨®n como si visitaran un pa¨ªs extranjero. Lo era. Finiquitado el periodismo local, dejados de la mano de Dios, sus habitantes sobreviv¨ªan alimentando de furia su desamparo. No fue este, como ya estamos viendo, un hecho aislado. La historia se repite. Y a los que deb¨ªamos haber advertido el germen del odio, este cambio de rumbo nos pill¨® con el paso cambiado.
?C¨®mo es la clase trabajadora hoy? Tal vez sea esa la pregunta crucial y no sabemos responderla. En una entrevista reciente concedida a este peri¨®dico, Noam Chomsky arrojaba algo de luz: ¡°Mi familia era de clase trabajadora, estaba en paro, no ten¨ªa educaci¨®n; era un tiempo mucho peor que ahora, pero hab¨ªa un sentimiento de que todos est¨¢bamos juntos en ello. Ahora vivimos la sensaci¨®n de que estamos solos, de que no tenemos nada que hacer¡±. Resumiendo al ling¨¹ista: la exclusi¨®n es, sobre todo, un presente sin esperanza. Y es desesperanza lo que se ha instalado en esa parte de la poblaci¨®n que no conocemos bien: nos pilla a trasmano, o bien porque est¨¢ lejos de lo urbano, o bien porque se invisibiliza en barrios perif¨¦ricos. ?C¨®mo acercarse a lo que all¨ª pasa sin escribir cargado de ideas preconcebidas o despertar recelo? Es posible que solo la literatura testimonial, que genera tanto inter¨¦s como desconfianza, pueda ofrecernos una verdad de primera mano. As¨ª lo hizo el joven ?douard Louis en Francia con su impactante Para acabar con Eddy Bellegueule, en donde cuenta su infancia en Picard¨ªa, una provincia del norte en donde el 60% de la poblaci¨®n vota al Frente Nacional. El ni?o que no pod¨ªa reprimir su afeminamiento no tiene hoy obligaci¨®n alguna de embellecer aquel pasado en un entorno violento, racista y pobre. Hay quien recela de este g¨¦nero por considerarlo exhibicionista, pero en estos momentos no hay otra manera de penetrar en ambientes en los que el desprecio al otro se cronifica. ?douard narra con crudeza de qu¨¦ manera afecta a la cultura popular el malvivir dependiendo de limosnas del Estado; en realidad, es lo mismo que abordara Ivan Jablonka en su La?titia o el fin de los hombres, realizando un estudio sociol¨®gico sobre esas criaturas destinadas a la desgracia desde la cuna.
Al joven ?douard sus padres le retiraron durante un tiempo la palabra. Lo tildaron de embustero. Como suele pasar. Los de Tara Westover (Una educaci¨®n) renegaron de ella. No hay manera de que un escritor testimonial deje a la familia satisfecha, ni a los de su pueblo, ni a los de su clase, ni a los de su religi¨®n. Pero nosotros necesitamos que esas voces se hagan o¨ªr. Es urgente. Nos gu¨ªan por un terreno desconocido que ayuda a entender ese desaliento abismal que solo se alivia cargando contra quien se considera inferior o m¨¢s vulnerable en la escala social.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.