Imelda Cortez
Cientos de miles de mujeres en el mundo se exponen a pasar su vida en la c¨¢rcel o a ser ajusticiadas si toman una decisi¨®n que en nuestro pa¨ªs es un derecho inalienable
El Salvador, noviembre de 2018. Ya se ha convertido en un t¨®pico lo de la fecha, pero aun as¨ª lo usaremos: ya bien entrado el siglo XXI, hay una mujer que lleva m¨¢s de a?o y medio en prisi¨®n acusada de intento de homicidio contra su hija reci¨¦n nacida. Imelda no puede alegar lo que seguramente es la verdad, o sea, que intent¨® abortar, porque El Salvador es uno de los cinco pa¨ªses del mundo donde hacerlo, en cualquier supuesto, est¨¢ penado con 20 a?os de c¨¢rcel por intento de asesinato.
Hace 150 a?os, un hombre escribi¨® un art¨ªculo germinal que hablaba del sometimiento de la mujer. El hombre se llamaba John Stuart Mill, y su esposa, que le alent¨® a hacerlo, Harriet Taylor. Ambos inauguraban as¨ª, quiz¨¢ sin saberlo, una ¨¦poca, un g¨¦nero y un movimiento que ahora conocemos como feminismo.
Y siglo y medio despu¨¦s de aquel momento fundacional, Imelda y cientos de miles de mujeres m¨¢s en todo el mundo, se exponen a pasar su vida en la c¨¢rcel o, incluso, a ser ajusticiadas, si toman una decisi¨®n que, por ejemplo, en nuestro pa¨ªs est¨¢ considerada como un derecho inalienable de la mujer.
La Iglesia cat¨®lica tiene una gran responsabilidad en ello. Ya es de imaginar. Pero, sobre todo, la causa est¨¢ en una enfermedad que afecta a gran parte de la poblaci¨®n: el machismo.
Hasta ah¨ª, todo sabido. Y la gran mayor¨ªa de los ciudadanos y ciudadanas espa?oles firmar¨ªan casi a ciegas cualquier manifiesto de apoyo a Imelda.
Pero se podr¨ªa ir un poco m¨¢s all¨¢. Este Gobierno, cuyo presidente ha llegado a calificar como feminista, bien podr¨ªa trabajar contra condenas tan injustas como la que pende sobre Imelda, equipar¨¢ndolas a la tortura. No es muy diferente de eso pasar 20 a?os en una c¨¢rcel salvadore?a.
Y al fin y al cabo El Salvador no puede encargar la construcci¨®n de ninguna corbeta a astilleros espa?oles. Hay muchos diplom¨¢ticos espa?oles que conocen bien las duras condiciones que marcan la vida de millones de mujeres en el mundo.
Un Gobierno feminista como el que tenemos no puede permanecer de brazos cruzados ante realidades tan duras. Por supuesto, no se trata de desembarcar tropas en ning¨²n lado, pero s¨ª de hacer gestos con eco.
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