Hablar con China

La ¨²ltima vez que un presidente chino visit¨® Espa?a, hace 13 a?os, el gigante asi¨¢tico era una potencia que estaba todav¨ªa despertando. Hoy no solo se ha convertido en la segunda econom¨ªa del planeta, sino que ocupa un papel cada vez m¨¢s importante en un mundo multipolar que se est¨¢ reorganizando. Sin Pek¨ªn es dif¨ªcil avanzar en cuestiones como el cambio clim¨¢tico o la defensa del libre comercio frente a embestidas arancelarias. Por eso resulta relevante la visita de Estado a Espa?a del presidente chino Xi Jinping. Y por eso es tambi¨¦n importante que el Gobierno espa?ol explore las numerosas posibilidades de establecer acuerdos, que no solo se reducen al ¨¢mbito comercial. La visita no est¨¢ exenta de pol¨¦mica, sobre todo en materia de derechos humanos.

Las relaciones entre China y Espa?a tienen grandes posibilidades de crecer. Nuestro pa¨ªs puede aprovechar un amplio margen de negocio en distintos sectores que le permitan ir equilibrando una balanza comercial que es deficitaria en m¨¢s del 75%: China no es solo un mercado inmenso en el que colocar productos, con una creciente clase media que se lanza al consumo, sino que ofrece amplias posibilidades de inversi¨®n. La llegada de turistas chinos a Espa?a es tambi¨¦n manifiestamente mejorable.

Pero el Ejecutivo espa?ol es consciente de que su relevancia ante China va m¨¢s all¨¢ de las relaciones bilaterales en la medida en que Pek¨ªn considera que Madrid es un factor muy importante como puerta de entrada en Am¨¦rica Latina y, sobre todo, en la Uni¨®n Europea. Con la salida de Reino Unido y la deriva de Italia, Espa?a ha cobrado un inter¨¦s renovado para China que sus autoridades no ocultan. Sin embargo, no es el ¨²nico candidato a convertirse en un puente con la UE. De hecho, en su viaje de regreso desde el G20, Xi visitar¨¢ Portugal.

Ante los terrenos econ¨®micos m¨¢s pantanosos, como los conflictos derivados de la propiedad intelectual, Europa ganar¨ªa mucho si se presenta con una sola voz, sobre todo en este momento en el que Pek¨ªn necesita con urgencia aliados por la guerra comercial desatada por Trump. Sin embargo, est¨¢ ocurriendo m¨¢s bien todo lo contrario: la UE se enfrenta dividida, por ejemplo al plan estrat¨¦gico de la Nueva Ruta de la Seda, una gigantesca serie de infraestructuras para conectar a China con el mundo. Espa?a se ha alineado con Alemania y Francia y no se ha sumado al proyecto, porque considera que no existen suficientes garant¨ªas de transparencia. Otros pa¨ªses, como Grecia, s¨ª han decidido abrazar esta iniciativa, que puede aportar ping¨¹es beneficios, pero cuyas implicaciones pueden ser complicadas, al extender m¨¢s all¨¢ de lo deseable la influencia de China que, no se puede olvidar, est¨¢ muy lejos de ser una democracia.

Y ese es el principal problema que plantean las relaciones necesariamente asim¨¦tricas con China: si bien hace una d¨¦cada se podr¨ªa pensar que la situaci¨®n de los derechos humanos pod¨ªa mejorar, ahora est¨¢ claro que no y que incluso ha sufrido un empeoramiento con los campos de reeducaci¨®n de Xinjiang. En este terreno, la UE tampoco ha logrado presentarse unida: Espa?a no firm¨® la semana pasada una carta suscrita por 15 embajadas que reclamaba informaci¨®n sobre estos abusos. Con una pol¨ªtica coordinada, Espa?a y la UE saldr¨¢n ganando y, sobre todo, podr¨ªan decir lo que en solitario se callan.