Reforma constitucional
Antes muerta que reformada, tal parece la consigna de nuestra historia constitucional
Nuestra muy asendereada historia constitucional apenas conoce momentos de reforma, aunque no falten y aun sobren los de procesos constituyentes. De las cinco Constituciones proclamadas en el siglo XIX (tres o cuatro m¨¢s si se cuentan las nonatas y las leyes o estatutos del mismo rango), solo la de 1876 goz¨® de larga vida, y m¨¢s que hubiera podido disfrutarla si el rey con las Cortes, sujetos ambos de soberan¨ªa, no hubieran hecho o¨ªdos sordos al clamor por una reforma constitucional elevado en las postrimer¨ªas de la Gran Guerra y a su final. La Constituci¨®n de la Monarqu¨ªa, perfectamente reformable en un sentido similar al que demandaba el Partido Reformista ¡ªfin de las tutelas militar y eclesi¨¢stica, autonom¨ªa para las regiones, limpieza del sufragio¡¡ª, sucumbi¨® a manos de un monarca y un general, que prefirieron verla morir antes que proceder a su reforma.
Antes muerta que reformada, tal parece la consigna que recorri¨® toda nuestra historia constitucional. Y ahora ?qu¨¦? Pues hoy da la impresi¨®n de que casi todo el mundo lo tiene claro: la Constituci¨®n de 1978 necesita con urgencia, al cumplir sus 40 a?os, una reforma sustancial. Catedr¨¢ticos que debaten, elaboran y publican ideas sobre el asunto; intelectuales que vuelven a mostrar su bien acreditado gusto por firmar manifiestos; un Congreso con algunos dipu?tados dispuestos a escuchar durante horas las voces de expertos en la materia; partidos que incluyen proyectos m¨¢s o menos federalistas en sus programas: es como si un fantasma recorriera Espa?a, un fantasma que no es ya el de la revoluci¨®n, sino el de la reforma constitucional en sentido federal.
Ocurre, sin embargo, que quienes no han querido ni quieren hablar de reforma constitucional ni de federalismo han sido y son aquellos para quienes mayormente la reforma federal se proyecta y ofrece. ¡°No queremos ser un land alem¨¢n; no nos conformamos con eso; queremos m¨¢s¡±, dec¨ªa Jordi Pujol, presidente de la Generalitat, en 1996, cuando afirmaba enf¨¢ticamente que su partido estaba en contra del federalismo porque supondr¨ªa ¡°a la larga la p¨¦rdida de identidad o la limitaci¨®n del autogobierno de Catalu?a¡±. Y 22 a?os despu¨¦s, la reforma constitucional es para los nacionalistas catalanes, como dicen, "pantalla pasada". Lo es ciertamente desde el d¨ªa en que el Parlament de Catalunya declar¨®, por escasa mayor¨ªa de votos que representaban a una minor¨ªa amplia de ciudadanos, la creaci¨®n del ¡°Estado catal¨¢n independiente en forma de rep¨²blica¡±. Mientras no se retracten, en los hechos si no de palabra, esto es, mientras mantengan que la ¨²nica pol¨ªtica presente y futura consiste, como dec¨ªa Romeva y repite Torra, en iniciar ¡°negociaciones para hacer efectivo el mandato democr¨¢tico de creaci¨®n de un Estado catal¨¢n, independiente, en forma de rep¨²blica¡±, cualquier reforma de la Constituci¨®n que ellos mismos aprobaron en 1978 habr¨¢ muerto antes de nacer.
Y por lo que se refiere a los partidos de ¨¢mbito estatal, el punto de inflexi¨®n en esta historia fue la postergaci¨®n y olvido del proyecto de reforma constitucional anunciado por Rodr¨ªguez Zapatero en su primer discurso de investidura, cuando sustituy¨® el compromiso tan solemnemente adquirido por la apertura de un ciclo de reformas estatutarias con vistas a consolidar las coaliciones con nacionalistas de izquierda en los Gobiernos de la Generalitat y del Estado.
Esta decisi¨®n estrat¨¦gica implic¨® tirar a la basura el informe, denso, exhaustivo, del Consejo de Estado sobre las cuatro reformas comprometidas e iniciar la senda hacia una reforma de estatutos que convirtiera las nacionalidades en naciones y las regiones en nacionalidades dejando intacta la Constituci¨®n. Y si en aquella coyuntura lo que se desech¨® fue la posibilidad de alcanzar con el PP un acuerdo que pusiera en marcha una reforma constitucional, ahora, que son cuatro los partidos, las condiciones de probabilidad de un acuerdo en torno a una reforma de la Constituci¨®n son nulas.
Y as¨ª estamos a los 40 a?os de la promulgaci¨®n de la vigente Constituci¨®n, para qu¨¦ nos vamos a enga?ar: con ella recusada por partidos nacionalistas que le deben todo el poder y con su reforma empantanada por los partidos de ¨¢mbito estatal, que vuelven a recurrir a la vieja arma de la crispaci¨®n, multiplicada ahora por dos, en la creencia de que solo atacando con malos modos al vecino allana cada cual su camino hacia el poder.
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