Andaluc¨ªa
El cine hecho en la regi¨®n acumula t¨ªtulos estupendos en la ¨²ltima d¨¦cada sin ponerse trascendente, quiz¨¢ porque transcurre a la intemperie
Entre estas exaltaciones de orgullo que vivimos de forma tan natural, porque nos hemos acostumbrado a que cada comunidad aut¨®noma tenga su oficina de prensa y su campa?a de turismo, me resulta sorprendente que Andaluc¨ªa no presuma del arre¨®n que ha pegado en los ¨²ltimos a?os el cine rodado en sus tierras. Despojado de los barnices eternos del folclorismo bobo, no ha tenido miedo a mostrar sus partes menos lindas. El nuevo cine franquista se practica en las zonas donde se cae muy repetidas veces en la t¨ªpica mirada po¨¦tica sobre lo propio para dejar claro que todo lo malo es lo que lleg¨® de fuera. En ocasiones se bordea el rid¨ªculo cuando se retrata lo local como brote de pureza y lo ajeno como el peligroso contaminante. As¨ª fue el grotesco cine imperial espa?ol durante la dictadura, que hoy da para la chanza de los curiosos. En cambio, nos enorgullecen las pel¨ªculas ¨¢cidas, despojadas, en la mayor¨ªa de las ocasiones raqu¨ªticas de medios y glamur, pero rebosantes de nervio y buena escritura. Doble rid¨ªculo ser¨¢ repetir el error aut¨¢rquico en tiempos auton¨®micos.
Un ejemplo de esta categor¨ªa digna de rese?arse y celebrarse es la pel¨ªcula Entre dos aguas. Han querido los astros que se estrenara en el mismo fin de semana en que se resolv¨ªa en las urnas la pugna pol¨ªtica de la comunidad andaluza. M¨¢s que resolver nada, las urnas bajan los humos, que no es poco. Lo peor de la pel¨ªcula quiz¨¢ es un t¨ªtulo que no podremos nunca dejar de asociar a Paco de Luc¨ªa. Pero todo lo dem¨¢s es fant¨¢stico, incluido que el director sea de Girona. A partir de personajes sacados de la realidad para nutrir la ficci¨®n, Isaki Lacuesta compone una estampa de la Andaluc¨ªa sumergida, en la que sus protagonistas chapotean entre las dos m¨¢ximas de las instituciones del Estado: el castigo y la caridad. Apunta al drama social que permanece larvado en nuestro territorio mientras la pol¨ªtica se escribe con trazo grosero, pero no opta por la pereza mental del dogmatismo, no es mitin ni homil¨ªa, sino que se enfrenta a la inc¨®moda verdad de que toda destrucci¨®n es tambi¨¦n autodestrucci¨®n. Es una pel¨ªcula que trata de los asuntos relevantes, pero lo hace en letras min¨²sculas, incluso remont¨¢ndose a una pel¨ªcula anterior para dejar claro que nada sucede por accidente, todo es consecuencia de una cadena. El domin¨® de la vida no se juega a gritos ni a portazos, sino en sordina, en clave menor, una risa aqu¨ª, una l¨¢grima all¨¢.
Este cine hecho en Andaluc¨ªa acumula t¨ªtulos estupendos en la ¨²ltima d¨¦cada sin ponerse trascendente, quiz¨¢ porque transcurre a la intemperie. Las mejores secuencias de la pel¨ªcula de Isaki Lacuesta suceden en agua turbia, en infraviviendas, pero sin perseguir la fotogenia de los pobres ni el tremendismo guay. Hasta la escena de sexo contiene m¨¢s verdad que muchas alambicadas ficciones aer¨®bicas, y lo mejor de la escritura es la apariencia de no estar escrita. Muchos pr¨®ceres locales se quejan cuando el cine o la novela retratan detalles penosos de su provincia, pero ignoran que de lo que hay que quejarse es de la falta de talento de las exaltaciones tur¨ªsticas, del cine nulo que ni retrata ni cuenta nada, a lo m¨¢s que llega es a hacer c¨¢lculos de taquilla. El estreno de Entre dos aguas es tan menor que quiz¨¢ no destaque en los n¨²meros, pero como pas¨® con la pel¨ªcula The Rider en el mediocre curso norteamericano, y Bienvenida a Montparnasse, en el lado franc¨¦s, ofrecen razones para el optimismo: hay un cine vivo y coleando.
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