Constituci¨®n o Carta Magna
La Carta Magna prohib¨ªa que una mujer acusara a un var¨®n, salvo si era por haber asesinado a su marido
El cuadrag¨¦simo aniversario de la Constituci¨®n espa?ola ha impulsado a¨²n m¨¢s el uso frecuente de un sin¨®nimo que ya se ven¨ªa aplicando en la prensa para evitar repeticiones: ¡°Carta Magna¡±.
El Diccionario acad¨¦mico dio por buena esta equivalencia a partir de su edici¨®n de 2001. Sin embargo, los juristas, sobre todo si se trata de expertos en Derecho Constitucional, no suelen usar esa expresi¨®n en un art¨ªculo o en un dictamen.
Sucede aqu¨ª lo mismo que con ¡°pantano¡± y ¡°embalse¡±. Un ingeniero desechar¨¢ la primera y se quedar¨¢ con la segunda, pues el pantano puede haberse formado de manera natural, mientras que el embalse s¨®lo proceder¨¢ del artificio humano. El lenguaje profesional opera esas cuidadas especializaciones.
Quiz¨¢s por ello el Diccionario del espa?ol jur¨ªdico (2016), elaborado por las Academias de la lengua, se?ala en la entrada ¡°Carta Magna¡±: ¡°Documento que reconoc¨ªa derechos de la nobleza inglesa otorgado por Juan sin Tierra en el a?o 1215¡±. No se ve ah¨ª, por tanto, ninguna equivalencia con ¡°Constituci¨®n¡±.
As¨ª pues, quienes evitan este sin¨®nimo son conscientes de que la Carta Magna (o Magna Charta) fue otorgada por un rey y no elaborada por un Parlamento democr¨¢tico, aunque influyera luego en el constitucionalismo ingl¨¦s y en el norteamericano (como ha descrito el profesor Miguel Satr¨²stegui en su trabajo La Carta Magna: realidad y mito del constitucionalismo pactista medieval. 2008).
En efecto, Juan I de Inglaterra accedi¨® a la presi¨®n de sus nobles y entreg¨® un c¨®digo que se ha entendido hist¨®ricamente como un gran avance del derecho (entre otras razones, porque limitaba los poderes del rey), pero que se halla muy lejos de las constituciones modernas. Baste recordar que la Carta Magna prohib¨ªa que un var¨®n fuera detenido por la acusaci¨®n de una mujer, salvo que ¨¦sta le culpara de haber matado a su marido.
Por tanto, la identificaci¨®n nominal entre aquella ley otorgada y nuestra Constituci¨®n puede resultarles inc¨®moda a quienes conocen la historia de ambas. De hecho, en el debate constitucional el diputado socialista Joan Revent¨®s afirm¨®: ¡°Queremos una Constituci¨®n que no sea una carta otorgada como la que conced¨ªan a sus s¨²bditos algunos monarcas y muchos dictadores, sino una Constituci¨®n para todos¡± (Javier de Santiago, L¨¦xico pol¨ªtico de la transici¨®n espa?ola. La lengua de la Constituci¨®n de 1978, Salamanca, 2018).
Ahora bien, eso no arregla la necesidad de emplear alg¨²n sin¨®nimo. En varios pa¨ªses de Am¨¦rica (Bolivia, Ecuador, Chile y Uruguay, entre otros), se ha resuelto el problema con la locuci¨®n ¡°carta fundamental¡±, que el Diccionario de Americanismos define as¨ª: ¡°Constituci¨®n escrita o c¨®digo fundamental de un Estado¡±. Curiosamente, esas palabras exactas son las que aparecen en el Diccionario general para ¡°carta magna¡± (que las Academias escriben con min¨²sculas, en la entrada ¡°carta¡±).
Tambi¨¦n se utiliza entre nosotros, pero menos, ¡°la Ley Fundamental¡± (definida en el Diccionario como ¡°ley que establece principios por los que deber¨¢ regirse la legislaci¨®n de un pa¨ªs¡±). ?Por qu¨¦ ha triunfado el equivalente ¡°Carta Magna¡± y no esta alternativa? Tal vez porque la Carta Magna procede del mundo anglosaj¨®n (todo lo que viene de ah¨ª nos suena bien), o porque ¡°Ley Fundamental¡± recuerda demasiado a las ¡°Leyes Fundamentales¡± de la dictadura franquista. Nuestros complejos y nuestra historia tardan en marcharse.
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